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Mentiras que no duelen

Me gustaría decir que me logre zafar de ir a estudiar nuevamente pero no fue así, justo ahora estoy poniéndome el feo uniforme escolar y me arreglo un poco mi desastroso y rizado cabello negro, demasiado esponjoso que me aturde.

Miro por un largo rato el reflejo que doy en el espejo y luego de darme un golpe en la mejilla para despertar, emprendo camino al colegio. Esto es horrible.

Cuando llego al salón, veo a Paco y Ángela hablar íntimamente y lo agradezco porque así no tendré que acercarme y tener una conversación que se sentirá incómoda por lo que pasó en vacaciones. Me siento en mi lugar y a los minutos llega el profesor de trigonometría.

La mañana pasa con rapidez en lo que yo hago mi mayor esfuerzo para evadir a Angela y poder estar lo más cerca posible a Paula, en eso me asomó a la cancha de fútbol, en la que varios chicos con cuerpos espléndidos juegan y unas niñas andan babeando por ellos.

Veo a Sonia en el grupo de chicas y me acerco a ella, estar aquí me hará pasar desapercibida por Ángela, ya sabe que no soy amante de los deportes y no se me alborota ninguna hormona por ningún hombre que no sea Toji de Jujutsu Kaisen.

— Hola— me saluda Sonia cuando me pongo a su lado— Es raro verte a ti por aquí.

— Me apetecía ver algunos abdominales— miento y Sonia me sonríe.

Sonia y yo vemos el partido con demasiada concentración, ella por uno de los jugadores y yo porque se pone intenso por cada pelea que se da cuando alguno hace falta y los nervios de que se hagan goles, me sorprendo a mi misma estar gritándole a los jugadores que sean más eficientes y cuando menos lo espero, ya se ha acabado la hora del receso.

Con frustración, empiezo a alejarme del mogollón de chicas pero alguien me alcanza y cuando miro a esa persona, me encuentro con uno de los jugadores que resulta también un compañero de curso.

Su nombre es Marcos y es el tipo más atractivo de mi clase, su cabello esta completamente rapado y es negro, sus ojos son decorados con largas pestañas y tiene una prominente nariz en forma de "L", sus labios son lo suficientemente gruesos y su cara es delgada.

— No pensé que te gustara el fútbol— comenta él y yo sonrió.

— No me gusta— le recuerdo— Pero ese partido fue intenso.

— Lo note— habla Marcos— Tú nos gritaste en varías ocasiones que éramos unos malditos idiotas.

— Fue la emoción del momento— me excuso.

— Deberías venir más veces aquí— me invita él— Te gustará y será una oportunidad de oro para insultarnos.

— Pensé por un momento que dirías que para ver abdominales y casi me parto de la risa—

— Sospecho que no te gustan los abdominales— susurra él y yo lo miró— Ni los hombres.

— ¿Tan evidente es?— le pregunto y él ríe.

— Yo lo supe cuando en séptimo hacías una expresión de disgusto de besar a varios niños— recuerda él y yo siento como el calor me sube a las mejillas. Que maldita vergüenza— Fue muy chistoso.

— Que vergüenza— susurro.

— Además, tengo la sospecha de que tienes algo con Paula— confiesa él y yo lo miro— Es que las vi besarse hace un tiempo en el parque.

— Diablos— me quejo y él me da una palmada en el hombro, acción que me hace sentir más cómoda y eso que odio el contacto físico.

— Se ven bien juntas— halaga— Cuando se casen, me invitan.

Ay Marcos, ya no se si vamos a llegar a formalizarnos en algún momento con Ángela cerca, pero pensar en Paula y yo a largo plazo es una mentira bonita.

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