—¿No has traído tu teléfono? —preguntó Leon, mirándolo con desconfianza.
En esta época, los teléfonos eran un elemento imprescindible cuando se salía. Podías olvidarte de llevar cualquier cosa, excepto el teléfono.
—Cuando fui arrojado del autobús a la camioneta, mi teléfono se cayó —respondió con calma.
—Uh... —dijeron Leon y Yamamoto Kazuo un poco avergonzados. Después de todo, Dragón podría convertirse en el favorito de El señor Miyamoto en el futuro. Y Yamamoto Kazuo había sido bastante brusco cuando lo lanzó.
—Jajaja, es solo un teléfono. Cuando volvamos a Japón, haré que el señor Miyamoto te regale otro. Jajaja... —rieron los hombres y se marcharon sin ninguna preocupación.
Lota se negó a salir y ponerse un traje de baño. Se negó a llevar ropa reveladora delante de esos hombres lascivos.
—Dragón... —dijo mientras lo miraba, suplicante. Él no dijo nada. Se limitó a asentir, como si le dijera que estaría bien aunque fuera a la piscina.
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