El tiempo de meditación forzada dentro de la pintura cambio muchos aspectos en la vida de Viggo y solo después de dos semanas, pudo calmar su corazón. La meditación no fue el problema, si no lo que Viggo ignoraba porque siempre estaba en control.
No obstante, poco a poco Viggo estaba volviendo a ser el mismo, pero en uno de esos descuidos, Semiramis y Scheherezade le hicieron vestir diferente del bárbaro aspecto espartano. Hoy Viggo llevaba una chaqueta sin mangas, abrigo largo hasta las rodillas, un pañuelo de seda que se asomaba por su cuello, pantalón y botas de cuero; todo de un color negro y bordados de color blanco. Todo aquel conjunto hacia ver a Viggo elegante y resaltar aún más su cabello rojo hasta los hombros.
—Todavía me parece incomodo— dijo Viggo mientras sostenía a Bell y Uriel entre sus brazos. Ambos bebés miraban su cabello, fascinados por el vibrante rojo —pero por lo menos no llevo los lentes—
—Te queda muy bien, Viggo— dijo Scheherezade en un tono de voz sugerente mientras sus ojos verdes emitían un brillo lujurioso. Ella llevaba puesto un quitón blanco que dejaba al descubierto sus brazos y se apegaba a su voluptuosa figura.
Scheherezade estaba sentada al lado de la cuna junto a la nodriza que alimentaba a los bebés cuando no estaba.
—Señora— dijo la nodriza, una mujer de cabello castaño, pañuelo blanco en la cabeza, vestido café claro y un delantal blanco —ayer despareció por muchas horas ¿Algo le paso?—
—No nos pasó nada, Sofía— dijo Scheherezade mientras sus gruesos labios formaban una sonrisa amigable. De ningún modo podía decirle que ayer las mujeres de la casa Dragonroad, esposas de Viggo, descubrieron un nuevo fetiche ¿Qué podía decir ella? Viggo al enfrentarse a sus propios miedos a través de la meditación, se había vuelto inestable emocionalmente. Sin embargo, eso también había traído durante varios días a un chico tímido, el cual llamo la atención de mujeres lujuriosas. La propia Scheherezade se contada dentro del grupo. Sin embargo, ayer fue la guinda de la torta, donde Semiramis y ella le presentaron a Viggo un nuevo conjunto de ropas. Algo que Semiramis planeaba introducir en Orario como la nueva vestimenta de moda.
Viggo se cambió y paso del bárbaro espartano (con el torso desnudo, el grueso cinturón con la cabeza de león en el centro y la túnica roja que le cubría desde la cintura a las rodillas) al inigualable joven noble con una coleta roja, ropa suave y sofisticada, junto a unos lentes que le daban un aire intelectual. Eso cambio la visión que tenían ellas sobre Viggo.
Una caricia llevo a una conversación coqueta, un juego con una frutilla llevo a los apasionados besos y finalmente al amor. Mientras Semiramis y Scheherezade poseían a Viggo llego Sakura y Ana. Las jóvenes espartanas de cabello purpura educadas por Kiara no se limitaron y se unieron a la diversión. Incluso llego Rosewisse, quien se sintió molesta, pero solo falto que Viggo desnudo, con la coleta y los lentes que lo hacían ver intelectual, le tendiera una mano para que ella se dejara llevar por la lujuria.
Gracias a todo lo que paso ayer, Viggo solo llevaba la ropa de noble, pero le prohibieron utilizar los lentes (que eran algo decorativo) y arreglarse el cabello en una coleta. Viggo seguía pareciendo un joven noble, pero de aspecto más casual con su cabello suelto y cayendo a los lados de la cara.
—Me preguntó cuánto tiempo se quedarán tranquilos, me gustaría pintarlos— dijo Viggo con una sonrisa paternal al mirar a los pequeños Uriel y Bell. Ella de finos cabellos rojos y él de cabellos blancos.
—Lo dudo, querido— dijo Scheherezade desde su silla. Ella se levantó, llego al lado de Viggo y acaricio la cabecita de los bebés —son demasiado curiosos y revoltosos. En el mejor caso se dormirán, en el peor, se pondrán a llorar. Es mejor que ocupes tu imaginación y los pintes—
—Tienes razón— dijo Viggo ya más tranquilo, sin tartamudear o mostrar miedo en su mirada. Habían pasado varias semanas desde que ocupo el cuadro pintado de la meditación. En una semana le iba a tocar ocupar el cuadro pintado del infierno, cosa que lo tenía preocupado y estaba meditando a cada momento. El estar solo durante ciento veinte días fue una terrible experiencia, pero cómo sería estar ciento veinte días combatiendo, con un pequeño descanso de cuatro horas al día para poder comer y dormir. Viggo no estaba seguro, no sabía cómo eso lo podía afectar. Además, lo que a él le afectara, afectaría también a su familia.
Viggo negó con su cabeza ante sus pensamientos, sonrió y beso la frente de los dos bebés. Después camino hasta la cuna y los depósito de forma respectiva a cada uno. Viggo miró a Sofia, la nodriza de treinta años de aspecto humilde que vendía la leche materna que su fallecido bebé ya no probaría.
—Sofía, te encargo a mis hijos, son la luz de mis ojos— dijo Viggo
—Sí, señor, no se preocupe, los protegeré con mi mejor capacidad— dijo Sofia
Viggo asintió y miró a Scheherezade —voy a la casa de papá, quiere que continuemos con las joyas—
—Lo siento, tengo que ir con Semiramis, nos veremos a la tarde— dijo Scheherezade agachando la mirada en un gesto de disculpa
Viggo miró a Rosewisse sentada en un taburete. El cabello de plata cayendo a los lados del rostro ovalado, ojos azules y mirada tierna. Las alas blancas destacaban a su espalda —¿Quieres acompañarme?— pregunto
—Por supuesto, alguien tiene que estar contigo— dijo Rosewisse mientras se levantaba de su asiento
—Ya estoy bien, no es necesario que me escolten—
—Eso lo decidiremos nosotras— dijo Rosewisse mientras se acercaba a Viggo, le tomaba la mano y susurro —te amo, te protegeré, no te preocupes—
Viggo hizo una pequeña sonrisa y asintió. Miró a Scheherezade, se acercó a ella, le dio un tierno beso y se despidió. Rosewisse también se despidió del resto, sobre todo de Bell y Uriel para al final salir de la habitación.
Viggo y Rosewisse avanzaban por el pasillo blanco, con las ventanas al lado izquierdo y los muebles barnizados al natural al derecho. Los jarrones de porcelana blanca sobre los muebles tenían flores recién cortadas.
—Me gustaría sacar a Bell y Uriel a dar un paseo— dijo Rosewisse mientras avanzaba de la mano con Viggo
—Lo sé, también me gustaría, pero dijeron que están demasiado pequeños— respondió Viggo en un tono calmado —incluso para llevarlos al cuadro pintado de Alfheim. Su piel es delicada y se quemarían con facilidad—
—Sí, es probable— respondió Rosewisse abrazándose al brazo de Viggo —hey, dime ¿No te gustaría pasar por mi habitación?—
Viggo continúo mirando hacia adelante, le dio una breve mirada a Rosewisse quien lo miraba con cierta lujuria —es una oferta tentadora— dijo —pero tengo una reunión con papá. Una vez que complete eso, podemos ir a donde tú quieras—
—¿De verdad?— preguntó Rosewisse super emocionada —¿Solo nosotros?—
—Sí, solo nosotros— dijo Viggo con una sonrisa amable y tranquila. Se detuvo, miró a Rosewisse a los ojos y la beso. Ella se aferró a la chaqueta de Viggo, hecha de una tela suave y agradable al tacto. Una vez que finalizo su beso, se quedaron mirando a los ojos y continuaron caminando.
—Viggo— dijo Rosewisse en un tono de voz suave
—¿Sí?— preguntó Viggo
—Yo, estaba pensando— continuo Rosewisse con timidez —yo podría viajar a Midgar—
Viggo se detuvo y la miró confundido —¿Por qué?— preguntó
Rosewisse con su cabello de plata y hermosas alas se volteó a mirarlo a los ojos. Por detrás de ella se veían los ventanales que daban a los jardines exteriores con largas islas de flores.
—Yo, me preocupa el estado de Freya. Además, ella podría enseñarme cosas— dijo Rosewisse mientras lo miraba a los ojos
—¿Estás segura?— preguntó Viggo —¿No será peligroso?—
—Puedo defenderme y si viene Thor, aunque lo dudo, puedo huir—
—¿Por qué?—
—Tú estás entrenando, te estas preparando para todo, pero yo estoy aquí, jugando a la aventurera y cuidando de Bell. No es justo para ti, ambos debemos ser fuertes si queremos enfrentar Thor cuando se despierte la serpiente del mundo—
Viggo agacho la mirada, le dio una breve mirada a Rosewisse. Ojos azules, cabello de plata y mirada de preocupación. No podía decir que no a esa mirada. Así que Viggo soltó un suspiro, llevo sus manos a su cuello y desabrocho el collar alrededor de su cuello. Después lo presento delante de Rosewisse y se lo puso alrededor del cuello. Ella lo miraba a la cara mientras él le colocaba el collar.
—Se activa en dos ocasiones— dijo Viggo con voz gruesa y tranquila —cuando el usuario esta malherido o cuando el usuario canaliza su mana y lo activa de forma manual. Tendremos que hablar con Kiara para que te ayude a llegar a donde está Freya. Sin embargo, prométeme algo—
—¿Qué cosa?— preguntó Rosewisse con un tono de voz bajo
—Que volverás a mi pase lo que pase y si vas a hacer algo, me dirás. Nada de planes secretos o ideas fabulosas ¿Entendido?—
—Yo, está bien, somos un equipo. Si se me ocurre algo, lo conversaremos—
—Sí, eso es lo mejor— dijo Viggo —los dos juntos llegaremos más lejos que nadie ¿verdad?—
—Así es— respondió Rosewisse con una gran sonrisa y se colgó del cuello de Viggo para después besarlo. Una vez que se separaron, caminaron hasta las escaleras, bajaron al primer piso de la casa y salieron de la mansión. Sin embargo, no pasearon por las calles. Rosewisse estaba un poco aburrida de ser observada como un animal exótico a causa de sus alas. Así que, como otras veces, ella se puso por detrás de Viggo, lo abrazó y se lanzó a volar por los cielos.
—¿No crees que deberíamos modificar un poco la casa para que pueda salir volando desde el tercer piso?— preguntó Rosewisse en voz alta mientras agitaba sus alas.
Viggo miraba la ciudad de Orario a sus pies, las casas, mansiones y calles pasaban una detrás de otra. Los aventureros se les quedaban viendo desde la distancia. El sonido del viento, el repiqueteo de los caballos tirando de los carruajes.
—Sería una buena idea, pero habría que hacer muchos arreglos. Bell y Uriel están pequeños, pero más de alguno puede tener una genial idea— respondió Viggo en voz alta
—¿Experiencia personal?—
—Sí, Flora tenía muchas ideas, pero solo descubríamos que eran malas ideas cuando las probamos—
—¿Cómo está ella?—
—Se alejo junto con Aquiles de la torre de Hera. Nadie ha sabido nada de ellos en meses— respondió Viggo perdiendo su sonrisa para al final murmurar —me gustaría verla, otra vez—
—Cuando vuelva de Midgar, podríamos hacer algo. A lo mejor viajar, ya sabes, volando es más fácil—
—Sí, sería grandioso— respondió Viggo, divisando a su derecha las nubes tubulares del distrito herrero. Al lado izquierdo se veía una casa con una fachada blanca y un techo de tejas rojas, un patio y un gran árbol.
Rosewisse continúo volando durante un minuto hasta que llego a la casa de Kain y disminuyo la velocidad, para al final dejar caer a Viggo desde tres metros de altura. Él cayó sobre sus pies y Rosewisse lo siguió después, aterrizando con suavidad.
—Muchacho ¿Qué te paso?— preguntó Kain al ver a su hijo vestido como un noble. Él estaba sentado en su silla, frente a la mesa con varios platos con exquisiteces, botellas de vino y otros. El manzano prestaba sombra, pero la brisa llevaba el calor del día.
Viggo camino acompañado de Rosewisse hasta detenerse a un metro de la mesa y le dijo —nada, padre. Es solo una ropa que Semiramis espera introducir en Orario ¿Te gusta? Podemos hacerte un precio—
Kain quedó mirando a su hijo, cabello rojo, abrigo hecho con una tela negra y suave como la seda. Bordados blancos en los bordes. Una camisa por debajo, un pañuelo en su cuello y una chaqueta negra. pantalón y botas de cuero. Se veía bonito y elegante, además de hacer destacar el cabello rojo.
—Bonito, me gusta, lo compraría en otro color, pero no para esta época ¿Mucho calor?—
—No, para nada— dijo Viggo —aunque es un poco incomodo de llevar. No se compara a mis otras ropas—
Kain soltó una risita y le dijo —es que tus otras ropas solo cubren tus partes nobles. Bueno, algún día las cosas tenían que cambiar. Puedo decir que te ves decente y distinguido. Me gusta—
—Gracias, padre—