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Valkiria y Familia 2.139

Viggo vio desde el borde del acantilado las nubes de humo elevarse desde el bosque, con el constante estruendo de las explosiones y la caída de los árboles. Se levanto de su asiento, paso por al lado del atril que sostenía el lienzo donde estaba pintando el Lago de los Nueve Reinos y se puso a la orilla del acantilado. Las explosiones mantenían un ritmo constante y cada cierto tiempo se escuchaba como una roca era reventada dispersando fragmentos por encima de la altura de los árboles.

Viggo miró al bosque, pero no vio más que él humo y los árboles. Frunció el ceño, se dio la vuelta y desabrocho la bolsa de cuero amarrada a su cintura. Después metió el atril, lienzo, silla y todos los implementos con los que estaba pintando. Una vez recogido todo, sacó su hacha Leviatán y troto por el borde del acantilado, siempre mirando el lugar en el que estaba sucediendo las constantes explosiones.

Viggo incremento la velocidad, fue buscando algunas salientes por las murallas del acantilado y cuando vio una lo suficientemente ancha, saltó veinte metros y cayó sobre la superficie rocosa. Después se agarró a la muralla y continúo descendiendo. Una vez que llegó a la parte baja del acantilado cubierta de niebla, continúo corriendo por lo que parecía ser una especie de rio. Las marcas del paso del agua todavía estaban vigentes en las murallas de los costados. El suelo estaba cubierto de piedra mientras que las raíces sobresalían de las murallas de los costados. Viggo se fue abriendo paso por entre medio de la niebla hasta que las murallas del rio fueron bajando hasta desvanecerse y dar paso a un bosque.

Desde esta distancia las explosiones sonaban más perturbadoras, como si tuvieran la fuerza de una magia de un aventurero de nivel 6 o 7. Viggo continúo corriendo, introduciéndose en el bosque y vio como una bola de fuego voló a una gran velocidad y se dirigió a un hombre alto, de cuerpo rollizo que sostenía un martillo. Aquel hombre lanzó el martillo contra la bola de fuego, el martillo atravesó las flamas y deformo su estructura. El martillo siguió su trayecto mientras el fuego de lo que antes era la bola de fuego, se dispersaba y generaba una gran explosión. El martillo iba dirigido a un guerrero alado, de plumas blancas y una armadura dorada con las puntas rojas de un brillo ígneo.

Viggo vio como aquel guerrero alado despareció por un momento, el martillo paso de largo y el guerrero alado volvió a aparecer a un metro de distancia de donde estaba originalmente. Sin embargo, lo terrorífico fue el martillo continuo con su trayectoria, golpeando árboles y rocas, destrozándolo todo hasta que golpeo la tierra y dejo un cráter.

Viggo se colocó detrás de un árbol, a una distancia de doscientos metros, donde la figura de los dos guerreros apenas era visible. Eran siluetas que luchaban sin cesar. El hombre del cabello cobrizo con su martillo y el guerrero alado de la armadura dorada lanzando una magia detrás de otra. Parecía que apuntaba con sus manos, generando una runa y lanzando la energía que invocaba.

De repente el guerrero alado sacó una varita metálica y apuntó al hombre del martillo. Al instante siguiente aparecieron cuatro círculos rúnicos que se dispararon en sucesión; primero hielo, después agua, rayo y por último fuego. Sin embargo, a pesar de que aquel guerrero de cabello cobrizo era contextura rolliza, se movía con bastante ligereza y lo que no podía aplastar con su martillo, lo esquivaba. Tenía bastante experiencia en combate, porque a pesar de que el guerrero alado tenía un gran dominio de la magia y atacaba sin cesar, el guerrero del martillo se mantenía tranquilo, haciendo movimientos fluidos y en control. A veces solo daba pasos, evitando los ataques mágicos por el mínimo margen.

El guerrero del martillo parece que se enojó, porque golpeo una bola de fuego con su martillo, casi a quemarropa. La bola de fuego perdió su forma, el fuego se propago y estallo en llamas. Todo se cubrió de fuego en diez metros a la redonda, pero el guerrero del martillo, a pesar de ser rollizo, emergió de las llamas y saltó casi treinta metros en el aire. Desde esa altura, miró al guerrero alado y lanzó su martillo con todas sus fuerzas.

Viggo vio que el guerrero alado se desvaneció igual que la vez anterior y el martillo envuelto en electricidad, golpeo el suelo y destrozo todo en un rango de veinte metros a la redonda. El guerrero alado volvió a aparecer en el límite del cráter mientras apuntaba con su varita al hombre del martillo.

Viggo miró al guerrero del martillo caer al suelo y generar un pequeño estruendo. Levantó su mano y el martillo, clavado en la tierra y a más de cincuenta metros de distancia, volvió a su mano, al igual que lo hacía Kratos y Viggo con sus hachas.

Viggo tomo una profunda respiración, quería ver de más cerca, saber quiénes se enfrentaban en la tierra abandonada de Midgar. Para él era claro que uno de ellos debió ser el carnicero de los Aesir, hijo de Odín y dios del Trueno, Thor ¿Pero y el otro? ¿Quién estaba tan loco como para desafiar al hombre que diezmo a los poderosos gigantes Jotnar?

Viggo se agacho y avanzó por el bosque, ocultándose detrás de los arbustos, piedras y árboles. Una vez que llegó a los cien metros, pudo escuchar el crepitar del fuego que se extendía por delante y ver más claramente la forma de los dos guerreros.

El guerrero del martillo tenía el cabello cobrizo, desgreñado y largo hasta los hombros. Vestía una armadura de cuero, con un físico poderoso, pero con una barriga de bebedor.

Por otro lado, el guerrero alado llevaba un casco dorado con cuernos y plumas rojas con un brillo ígneo. Su armadura era más una vestimenta, hecha con cueros y adornos de oro. Gracias a eso quedaban a la vista sus delgados brazos y denotaban el ancho de las caderas. Sus alas eran de un blanco impoluto, pero recubierta por una armadura de oro que imitaba la forma de las alas.

El guerrero alado retomo la lucha, aumentando la cantidad de círculos rúnicos que invocaba a los lados de su cuerpo. Cada circulo rúnico fue disparado en sucesión. Al mismo tiempo, el guerrero del martillo golpeaba un ataque mágico detrás de otro y lanzaba su martillo para destrozar el ataque que venía en camino y tratar de golpear al guerrero alado.

El guerrero alado evitaba esos ataques, desapareciendo y apareciendo lejos del epicentro del impacto del martillo. Solo para después continuar lanzando magias rúnicas.

El guerrero del martillo lanzó una vez más su martillo envuelto en electricidad, partiendo árboles y destrozando las rocas. Golpeo una magia de fuego, dejando un estallido y un mar de llamas. Continuo su avance con la fuerza divina e iba a impactar al guerrero alado. Sin embargo, y por alguna razón, está vez no pudo apartarse y recibió el martillazo en el estómago. El cuerpo fue impulsado por el martillo, golpeando los árboles que estaban por detrás de él y estrellándose con una roca.

Al mismo tiempo, el guerrero del martillo alzo su mano y llamo a su martillo. El arma voló a su mano con la velocidad del trueno y todo quedó en calma durante unos segundos. El guerrero del martillo avanzó a paso lento, pasando por encima de los campos de fuego, las charcas de agua o el suelo cubierto de hielo, todo como resultado de los constantes ataques mágicos del guerrero alado.

Viggo desde la distancia se quedó mirando la escena, sintiendo que el mundo se había ralentizado y solo escuchaba su respiración y el palpitar de su corazón. Miró al guerrero portando el martillo avanzando a paso lento, con su cabello cobrizo y su figura rolliza. Casi podría jurar que lo veía sonreír. Después paso su visión al guerrero alado tendido sobre la roca que había destrozado con la fuerza del martillo y su propio cuerpo. Estaba inerte, con sus hermosas alas blancas y recubiertas por la armadura dorada, sin poder hacer nada. Solo un golpe basto para que un mago, hábil, veloz y poderoso quedara fuera de combate.

Viggo siguió escuchando su respiración y el palpitar de su corazón, miró su mano izquierda, con el escudo que le había dado su padre. Todavía tenía ese emblema que parecía ser el rostro de un demonio con cuernos. Apretó su mano izquierda, canalizo mana a su escudo y se desplegaron las aspas hasta formar un escudo espartano (aspis). Tomo una profunda respiración, después miró hacia adelante, al bosque envuelto en llamas y miró al guerrero del martillo. Solo estaba a diez metros de distancia del guerrero alado que todavía estaba tendido.

Viggo apretó su puño izquierdo con todas sus fuerzas y el derecho reforzando el agarre sobre su hacha. Después se levantó, miró hacia adelante y comenzó a correr. Poco a poco fue incrementando la velocidad hasta que recubrió todo su cuerpo de touki. Sin embargo, fuera de sus suposiciones, de repente el guerrero alado desapareció de los escombros de roca y apareció detrás del guerrero del martillo.

El guerrero del martillo se detuvo y el guerrero alado lo apunto con su varita a la mitad de la espalda.

Viggo aprovecho de detenerse a veinte metros de ellos y se ocultó detrás de un árbol. Ninguno le puso atención, al parecer, estaban hablando de algo.

El guerrero alado pincho la espalda del guerrero del martillo y le grito con voz joven, femenina y cristalina -¿Dónde está nuestra reina? ¿Dónde esconden a mi abuela? Dímelo dios asesino y te liberare de tu sufrimiento-

-¿Por qué piensas que estoy sufriendo?- preguntó el hombre del martillo mirando hacia adelante mientras sostenía su martillo en la mano izquierda. Su voz sonaba gruesa y cruel -me lo estoy pasando de maravilla. Me gusta beber, me gusta fornicar y sobre todo, matar pequeñas mierdas como tú-

El guerrero del martillo se dio una rápida vuelta y golpeo con el martillo en el casco dorado al guerrero alado. Este último salió volando, chocando con un árbol y partiéndolo por la mitad. Cayó al suelo, rodo un par de metros y volvió a chocar con un árbol, solo para quedar tendido en el suelo y sin su casco.

Viggo desde veinte metros de distancia, vio un cabello largo y de color plateado caer sobre una charca de barro. Esta vez, parece que el guerrero alado no se iba a levantar. Sin embargo, ahora más calmado, se preguntó si era lo correcto lo que iba a hacer. Si estaba anónimo, Odín jamás lo vería venir. Podía atacarlo desde las sombras y matarlo. Sin embargo, si salvaba a aquel guerrero alado y ganaba su confianza, tendría más manos para luchar. Ya había visto su fuerza, versatilidad y valor. No cualquier se enfrentaba al carnicero de los dioses Aesir.

Viggo tomo una profunda respiración, se giró para mirar por el otro lado de árbol y vio al guerrero del martillo avanzar a paso lento, como si lo estuviera disfrutando el momento hasta que llegue el gran clímax y cuando este a quemarropa, le reviente la cabeza con el martillo en su mano izquierda. Viggo apretó una vez más el hacha en su mano derecha, frunció el ceño y salió de la cobertura. Camino a paso lento, mentalizando en atacar al guerrero del martillo. Visualizando la lucha y el tipo de intercambio que tendría.

Viggo tomo el hacha con ambas manos y sin utilizar touki, la lanzó con todas sus fuerzas mientras soltaba un grito bestial que reverbero por todo el bosque. El hacha giro en el aire, el guerrero del martillo se volteó y la golpeo con el martillo, desviando el hacha. Sin embargo, el hacha no fue a parar al suelo y en su lugar voló a la mano de Viggo.

-Vaya, vaya, vaya- dijo el hombre del martillo -no sabía que Midgar estaba abierta a los extranjeros. Parece que estás un poco alejado de tu tierra ¿No?-

Viggo frunció el ceño y se puso en posición de combate. Apretó su puño izquierdo, canalizando mana al brazalete para que se abrieran las aspas y se formara el escudo. Después canalizo mana al hacha para que la cabeza se cubriera de hielo.

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