webnovel

Evolución de ser

¿Que está pasándome?

Eran tus palabras que te siguieron por un tiempo después del hecho que se guardaba en un rincón abierto de tus recuerdos.

Pasaron días, semanas hasta convertirse en meses largos y llegar a ser un año por completo.

Todo lo ocurrido fue una evolución para tu vida. Después de amenazar a Edward y sus muchachos con la punta rota del asador les contó lo ocurrido a la gente borrando en sus palabras roncas lo que no le convenía. La gente no podía creer lo que pudieron oír y empezaron aislarse de tu persona tratando de protegerse del próximo ataque de locura o ira (quizás ambos) que pudieras entregar a sus puertas.

Había algo positivo en lo ocurrido. Edward ya no te molestaba como antes, pero de todos modos seguía siendo un pesado y seguía dando aun a conocer la historia alterada de los hechos pasados. Era como un fuerte recordatorio del peligro que se alojaba entre tu sombra.

Te sentías más solo. Más despechado y olvidado. Mucho más que antes.

¿Y que? Que importaba ¿Solo tu y yo no era lo ideal?

La música, además, te comprendía como yo al prenderse en la radio ya casi descompuesta por tantas veces de uso, pero... no podías gozarla como antes.

Oías voces que te recordaban tu emoción al matar al animal.

Tu madre estaba preocupada por tu estado depresivo y agotado por cada día, por cada hora y por cada minuto.

-Dallas, mi amor

Las voces que se hallaban más fuertes (culpa de ese día que se marcaba como el aniversario del suceso) se callaron y tomaste tu atención a tu madre. Estabas tumbado en tu cama y lo únicos que podías hacer era ladear esa vista pérdida hasta fijarla en su persona con delantal y pelo rubio ondulado.

-¿Sí, mamá?

-Es un día hermoso. Creo que podrías descansar un poco y gozar del día.

-Tengo que trabajar en pocas horas.

-Lo sé- agachó su cabeza desilusionada-. pero... tal vez te puedas tomar el día, ¡No! tal vez los dos nos tomemos el día para hacer algo juntos.

Tu madre trabajaba para la familia Rillch (la familia de Edward) como su cocinera y sirvienta.

-Mamá no lo sé y además estamos hablando de la familia Rillch; ¿Crees que en serio te van a dar el día libre?

-Bueno ya sé, pero si les digo una inofensiva y pequeña excusa. Además Petunia es una muy vieja amiga mía y ella tal

Interrumpiste.

-Ah sí, se me había olvidado que Petunia era una cualquiera antes.

Tu interrupción y el comentario tuyo no le fueron de agrado a tu madre.

-¿Disculpa, Dallas?

-Sí, antes era una persona común y corriente como nosotros. Creo que más corriente.

-No hables así de ella.

-Hasta que un día decidió acostarse con un hombre poderoso. Uno más de su larga lista.

Reíste demasiado gozoso y empezaste a acercarte a tu madre furiosa.

-Dallas, en serio ¡Para!

-¡Y quedó en su interior con un bastardo como Edward!

-¡Te dije que pares!

-¿Por qué ofendo a Petunia? ¡Tu amiga Zorra!

-¡Basta!

Su mano calcó en tu mejilla. El ardor recién rozada en tu piel fue insoportable. No fue tanto físico sino ...

-Perdón... yo...

Tocaste tu mejilla adolorida y quemada.

No pudiste responder. No le ibas a responder. Sentías coraje, pero ella, ella era otro caso.

-Solo has lo que te he dicho, ¿De acuerdo? Ve a distraerte.

Sus ojos se humedecieron y se aproximó un silencio que lastimaba.

-¿Me tienes miedo?

Se quedó inmóvil con una expresión culpable y aturdida.

-Yo... solo ve Dallas. Yo... iré a trabajar.

La miraste salir del cuarto con un dolor atrás de ella.

Sabías la respuesta que nunca quiso decirla.

El pueblo ya no te gustaba mucho, pero tenías que salir y saliste.

Sentías las miradas vigilantes y tortuosas que perseguían tu sombra sin misericordia.

Trataste de tolerar esa sensación repugnante que te brindaban a chorros esas miradas de la gente pueblerina, pero era imposible resistir por mucho más tiempo esa desgarradora y reveladora visión de ti mismo que la gente tenía sobre ti.

Querías dejar de pasar por las estrechas calles por la cantidad (aunque no elevada de número, si era lo suficiente para llenar por completo el poco espacio) de la gente que aun te torturaba mientras mostrabas tu presencia. Mejor te dirigiste directo a la fuente del pueblo que con los años ya era un triste cadáver de lo que había sido antes. Estaba esa fuente tan negada como tú en ese entonces. Era lugar perfecto para esperar a que corrieran las horas con tu sombra y las voces que aun te chillaban en tu mente que se quebrajada. Lo único que te distraía de todo era tu reflejo que se miraba tan deprimente en el agua de la fuente agrietada. Quisiste cambiarlo por una sonrisa, pero esa sonrisa ya no tenía el mismo deleite al lucirse en tu rostro. Era algo más extraña.

Tu contemplación de tu reflejo se acabó cuando se sentó a tu lado una mujer. Tenía la cara cubierta con un velo negro (casi transparente) y encima llevaba puesto un vestido morado fuerte y con encajes y detalles del negro más profundo conocido, sus manos estaban cubiertas por unos guantes morados como el vestido elegante y en su cuello se hallaba alrededor un collar con un dije que en esos instantes era difícil distinguir de que era. Era bastante obvio que ella no venía del pueblo parecía que hasta ni venía de este continente.

Algo en ella te llamaba la atención y no podías dejar de sentir curiosidad con su presencia. Luego descubriste que fue lo que te llamo la atención de aquella joven.

Notaste en tu zapato una gota de sangre. Tu atención, tus pensamientos, tu concentración se llenaron de solo mirar la gota cereza viva. Esa simple gota.

Salió otra gota que cayó justo al lado de tu suela deslizándose en la acera y hasta desaparecer entre las grietas del suelo. Venían del rostro de la joven callada y melancólica (muy parecida a ti) Tu rostro estaba normal, pero sentías en el fondo un querer al tener enfrente ese líquido que señalaba una herida en su rostro liso y secreto.

Ella no lo había notado aún que ese rostro se hallaba una herida que quien sabe por cuanto tiempo estaría abierta.

-Lo siento, pero... señorita está

Querías sonreír al tratar de mencionar esa palabra con la "s".

¿Por qué quiero sonreír?

Te preguntabas a ti, Dallas.

Ella al fin te miró a través de ese velo oscuro y señaló al tocar su mejilla que manchó las puntas de los guantes donde se hallaban protegidos sus delicados dedos con sangre. Su sangre.

Se paralizó asustada (lo supiste, su respiración la delató). Dirigió una mirada hacia a ti confusa y a la vez aturdida (aunque no podías ver su rostro con claridad pudiste sentir esas emociones que emergían de ella). Soltó un suspiro muy ahogado y rápidamente trató de marcharse aunque trataste de impedirlo tomando su mano solo pudiste quitarle un guante (el que estaba manchado en las puntas de los dedos) y sin mirar atrás se marchó lejos de ti.

Podías dejarla ir y seguir con tu triste vida o hacer lo que realmente deseabas. Creo que sabemos cual fue la respuesta.

Empezaste a seguirla sin importar a la gente en montón que no te dejaba pasar no podías dejar de seguir su rastro. Ella notó que empezabas a seguirla y empezó a tratar de perderse.

¡Espere, Señorita! ¡No se vaya! ¡Solo espere un momento!

Le imploraste que no se desvaneciera, pero era imposible detenerla. Trato de todo para perderse y ya no ser un espacio en blanco entre manchas negras tomando todo lo que la rodeaba como un obstáculo para ti, pero a pesar de todos los esfuerzos que puso en sus manos no pudo contra tu obstinación y curiosidad que te rodeaban a ti de ella.

Casi la perdiste, pero lograste seguirla un local. Era nuevo, pues nunca lo habías visto antes. Su nombre era "el ruiseñor". A pesar de que en esos instantes tenias más dudas que respuestas olvidaste todo y volviste a seguir tus instintos curiosos y entraste ahí mismo.

Era una especie de cabaret y el medio había un diminuto escenario donde lo rodeaba unas luces blancas y no muy luminosas. Ya no podías encontrar a la joven de vestido elegante, pero de todos modos te quedaste. Nunca habías visto un escenario de frente y no podías perder la oportunidad que tal vez después no se daría de vuelta. En esos instantes sonó una voz ronca pidiendo toda la atención del público y entre los telones salió el dueño de esa voz tan áspera: un hombre (de unos cincuenta años aproximadamente), alto y delgado con un chaleco de color negro y un sombrero que le hacia juego.

¡Bienvenidos damas y caballeros al Ruiseñor! ¡Para darles una fuerte bienvenida les presentaré ahora a nuestra gran artista! ¡La más talentosa y de igual manera que armoniosa bastante bella! ¡Nuestro propio ruiseñor! ¡Miss Violette!

Se abrieron detrás del hombre los telones y ahí sentada con un vestido de color tinto liso se hallaba ella de igual manera con el velo negro. Ciertamente se miraba muy hermosa y no pudiste sentir una atracción más fuerte hacia ella. Ahí empezó a cantar.

La canción ni idea, la letra era linda, pero lo que en verdad importaba era su voz.

Las sinfonías que salían entre sus suaves labios era delicadas y maravillosas. Su voz, esa voz era tan hipnótica no pudiste zafarte de que aquella presentación musical tan única.

Ella era incomprensible y no podía describir se en palabras, pero logró conseguir en tu interior un sentimiento que no habías podido revivir hace mucho tiempo: eran emociones mezclándose en sí para provocar ese sentimiento que desató un latir fuerte y dolorosamente hermoso, un desgate para tus ojos que no podían parpadear para no perderse ni un solo segundo de sus movimientos coordinados y precisos, era todo y mucho más.

Te hundiste en su melodiosa voz sin tener nada de miedo a perderte en el fondo de ese abismo sublime y ahogarte en él.

Pudiste soñar que te acercabas a ella poco a poco pasando de la lado a la gente mientras tanto ella pedía que te acercarás y subieras al escenario al lado suyo, tomar sus manos cubiertas por esos guantes de seda oscura y llevar a cabo unos movimientos sincronizados para crear una danza excelente para todos los espectadores y creer solo un segundo que se fusionaban en algo más que dos extraños encontrándose a penas. Todo terminaría en un rosé de tus labios a los de ella mientras le quitabas el velo para sentir su piel y poder tocarla apasionadamente.

Y fin del sueño.

Termino la función y su presentación ya solo se había convertido en un recuerdo exótico comparado con los demás.

Ya solo recorría en el ambiente el fuerte sonido de las palmas chocando, agradeciendo el show y despidiendo a la joven. Ella termino todo con una leve reverencia a su público y se adentró al interior de los telones. No querías perder a esa joven. Aunque era arriesgado hiciste lo que pudiste y te escabulliste al interior del cabaret que te llevaron los pasillos a varias habitaciones aprovechando que el presentador daba los agradecimientos más largos posibles.

No importaron los pasillos y los rincones que tuviste que atravesar sigilosamente para verla a cara a cara; solo querías tenerla allí al lado tuyo. Ya no era solo curiosidad emanada por las gotas eso ya era más mucho más personal.

Llegaste hasta una puerta donde con un letrero pintado con flores silvestres decía su nombre de artista.

¨_¨Mis Violett¨-¨

Estaba entre abierta y aunque sabías que tendrías problemas al entrar como si nada y sin ningún permiso a su "camerino", pero tus intereses eran mayores.

Estabas ahí detrás de ella mientras se peinaba su sedoso pelo que terminaba cayendo sobre sus hombros y que no se había percatado para nada con tu inesperada presencia. No sabías que decir o que hacer solo querías verla con atención por un buen rato y ocurrió exactamente así. Todo el tiempo era lento al verla con sus movimientos exactos de sus manos hasta que se percató de ti al verte por su espejo. Volteó hacia ti asustada y se miraba con una expresión bastante helada (miedo).

-¿Qué?, pero ¿que hace en mi camerino?

Casi te perdiste en sus palabras.

-Lo siento señorita. Yo solo vine

-¡Ah nada! Solamente a irrumpir a un camerino mientras una joven se cambia tranquilamente.

Dicho esto se tapó más sus pechos con la bata que traía puesta de color perla.

-No. perdoné .- murmurando.- creo que no lo pensé bien. Iniciemos de nuevo.

-Estaba siguiéndome.- dijo en un tono muy bajo a penas comprensible.- A estado siguiéndome.

-Sí, no. yo

-¿Como se atreve?

Se perdió su mirada al mirarte bien como si no estuviera ahí contigo; completamente ausente.

Ya mas tranquila.

-¿Que quiere?

-Yo...

-Yo sé lo que quiere . su lujuria de los hombres es tan asquerosa y yo no soy nada ingenua.

-No para nada.

No dejo que dieras más explicaciones y te hizo retroceder mas y mas para salir de sus camerino con un paso tan amenazante.

-No permitiré que me haga... ¡Nada!

-Esperé

-No me confiaré de un simple desconocido.

-Sabe yo

-¡Usted!

-Yo le traje esto de vuelta.

Señalaste el guante que aun seguía en tus manos desde que lo tomaste al irse y todo se detuvo. Era tu salida.

-¿Qué?

-Yo le traje su guante.

Te miró confusa , pero no pudiste comprender que emociones brotaron en ese ahora. Solo seguía mirando el guante y luego a tu cara que le caían una por una: gotas de sudor.

-Yo no se que decir.

-Sí, además lo siento si la asuste solo que le preste atención a su herid...

Te callaste pues parecía delicado y al pensar de nuevo en lo que habías visto de diste cuenta de la herida que se le marcaba en su mejilla. Con la tensión no te habías dado cuenta de su rostro destapado y de la herida en su mejilla ahora visible. Se toco la mejilla con resignación y se dio cuenta de tu atención. Su mirada se le notó la vergüenza y trató de ignorar tu atención a lo que se hallaba en su cara.

-Vete.

- No quería.

-Si quería sino no la miraras.

-Lo lamento.

-Solo vete.

Estaba bastante enojada y la demostración era muy clara.Se acercó hacia ti y empezó a empujarte esa vez más bruscamente y cuando ya estaba apunto de cerrar la puerta de un golpe lo pudiste detener con tu zapato que cargo con el golpe.

-Puedo decirle que canta hermoso.

-Muchos me lo han dicho.

-Pero yo no, Dallas Betford.

-Disculpe, ¿Que dij?

Llegó el presentador y cuando te miró al lado de ella se miró bastante molesto. Te hecho a la calle sin decir más. Caíste al suelo empapándote por la lluvia que se desató.

-¡Largo de aquí, Vago!

Te dolió la caída, pero que interesaba si eso costaba verla una vez más valía la pena. Esa no iba ser la última vez que la verías.

Next chapter