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Mundo Shinobi - PGM - 184

<¿Quién es tu rey?> rondaba esa pregunta en la cabeza de Hiruzen.

En estos momentos estaba en medio de las montañas nubladas, avanzando por un camino de tierra con todo su clan y el resto de los shinobis de Konoha. Solo se veían enormes bosques a los lados del camino y detrás ellos, enormes montañas cubiertas de niebla.

Los pasos del ejercito resonaban en sus oídos mientras el bosque permanecía en silencio. Era las siete de la mañana y ya llevaban más de tres horas de avance.

En paralelo al ejército, Tobirama había desplegado a un centenar de anbus que avanzaban por los árboles saltando de rama en rama mientras revisaban la zona buscando trampas o emboscadas.

Gracias al movimiento del ejército, no se escuchaba el ruido de las aves ni el movimiento de los animales mientras la niebla se volvía más densa a medida que se adentraban en las montañas nubladas.

Hiruzen a simple vista no podía ver más allá de veinte metros por delante, lo que en una situación normal le provocaría terror. Sin embargo, los Uchihas y Hyugas iban revisando la zona con sus poderosos ojos. Hiruzen se preguntó como lo hacían otras villas para solo entrar a los lugares donde la visibilidad era escasa. No obstante, soltó un suspiro al saber que los usuarios de ojos mágicos estaban para darles soporte.

Hiruzen no podía ver a Tobirama. Al igual que en la reunión de clanes, Hiruzen se quedó al fondo de la formación, representado a su clan y prácticamente cuidado la retaguardia del ejército. No era algo malo, pero le molestaba después de haber liderado el ejército durante semanas. Los había conducido con cuidado y preocupación, dándose la tarea de resguardar a cada uno de ellos. Él sufrió cada una de sus pérdidas, incluso si los muertos no pertenecían a su clan.

Sin embargo, independiente de los sentimientos de Hiruzen, la marcha continúo atravesando densos bosques y adentrándose en un conjunto de montañas nubladas, cada una tan grande que la niebla solo dejaba ver hasta la mitad.

Al mismo tiempo, la humedad en el aire se volvió más densa y el suelo de tierra se convirtió en barro y charcos de aguas. El único ruido que había en la atmosfera era la brisa de las montañas meciendo los árboles.

-¡Ataque!- grito un Hyuga en las primeras filas y al instante siguiente otros gritaron pasando el mensaje al resto del ejército.

Cuando el grito llegó a Hiruzen, él miró a los miembros de su clan y grito -formación-

Todos se dieron vuelta mirando hacia afuera y vigilando a la distancia, tocándose hombro con hombro y sin nunca separarse.

Hiruzen era el único que iba por su cuenta, observando la niebla y los bosques de los alrededores mientras realizaba sellos con las manos. Una vez que termino la secuencia, dijo -Kuchiyose no jutsu-

Al instante siguiente una nube de humo blanco apareció del suelo y de ella emergió un mono de la misma altura de Hiruzen. Sin embargo, en vez de parecer un animal, sus ojos destellaban la inteligencia de un humano.

-¿Qué sucede, Hiruzen?- pregunto el mono

-Necesito tu ayuda, Enma. Lo siento, pero conviértete en bastón- respondió Hiruzen

-Últimamente siempre me llamas en un mal momento-

Entonces Enma fue cubierto por una cortina de humo y su cuerpo se convirtió en un gran tubo de color negro metálico. Hiruzen se acercó, lo manejo con presteza y se puso en posición de combate. Al instante siguiente se escucharon los gritos desde la parte frontal como si algo estuviera atropellando todo a su paso.

Hiruzen frunció el ceño y grito -cuidado con el frente, divídanse en dos y esperen la embestida-

Al instante siguiente, tal cual como lo anticipo Hiruzen, Jin, el shinobi de la montaña de Escarcha, apareció corriendo y colocando su hombro como si estuviera tacleando todo lo que estuviera en su camino. Los shinobis que tenían la mala suerte de ser chocados salían volando y golpeaban a sus compañeros en el proceso. No obstante, los del clan del clan Sarutobi tuvieron unos segundos de preparación y se apartaron del enorme shinobi envuelto en electricidad.

Jin paso de largó y avanzó sin poder detenerse hasta que desapareció en la niebla. No obstante, el daño estaba hecho y el ejército de Konoha había caído en el caos, con muchos heridos en el proceso. Por otro lado, el rastro del avance de Jin fue tan fuerte y rápido que la niebla se dispersó dejando ver a los shinobis de Konoha.

Una vez más, Hiruzen escucho el chirrido de un golpe eléctrico y esta vez se preparó para lo peor -perdóname, Enma- dijo y saltó en el aire. Apunto con el báculo al suelo y lo extendió hasta que golpeo el suelo y se hundió en el barro <¡maldito, Saru> grito Enma en su mente. Pero Hiruzen continúo extendiendo el bastón hasta que perforo diez metros en la tierra.

Al mismo tiempo, Jin volvió a toda velocidad y envuelto en electricidad, dispuesto a chocar a todos los shinobis de Konoha. No obstante, cuando siguió su dirección, vio el bastón y se lanzó de frente sin medir las consecuencias.

Hiruzen desde el extremo superior del bastón sintió el impacto de la embestida. El bastón se llegó a doblar con la fuerza del choque, pero resistió. Jin empuño el bastón tan duro como el diamante y después de unos segundos de hacer fuerza con su cuerpo, salió despedido por los aires. Sin embargo, para mala suerte de Hiruzen, cuando el bastón oscilo él también salió volando.

Hiruzen pudo ver desde la altura como los anbus se enfrentaban a los shinobis de Kumo en los bosques de los alrededores. También pudo ver a otros grupos de Kumo esperando su turno, así que aprovecho de hacer los sellos y cuando paso por encima de ellos, grito a todo pulmón -Katon, Karyu Endan-. Juntó el suficiente aire para que pareciera que sus pulmones iban a estallar y descargo una gran ráfaga de fuego que lo detuvo impulsándolo al cielo y al mismo tiempo quemando a sus enemigos.

Hiruzen se elevó en el aire al punto de que la niebla le impidió la vista, pero pudo escuchar los gritos de agonía. No obstante, ahora que Hiruzen había perdido el impulso del jutsu de fuego, tenía que ver como caer. Así que empezó a realizar sellos mientras iba cayendo y cuando ya pudo ver las copas de los árboles, grito -doton, doryuheki-

Desde el barro del bosque emergió un muro de roca mientras Hiruzen fue descendiendo y al momento de encontrarse, Hiruzen puso todo su chakra en soportar el impacto de la caída. Una vez que la cima del muro de roca sintió el impacto y como sus testículos casi se desprendían de su entrepierna.

El impacto con la roca no fue tanto, pero sentir ese tirón lo dejo en shock durante un instante y quedó tumbado en la cima de la muralla. Después de recuperarse, levantó la mirada y vio que seguía sobre la muralla de piedra, en el bosque rodeado de niebla. Meció su cabeza para quitarse el estado de confusión e hizo circular su chakra una vez más.

Hiruzen se levantó, camino a paso lento y saltó desde la parte superior del muro hacia las ramas de los árboles y a medida que se movía hacia la dirección desde la que vino, fue revisando si quedaban enemigos. Hiruzen sonrió porque parece que, a pesar del repentino ataque de Jin la mayoría de los cuerpos tendidos en el barro eran shinobis con chaquetas tácticas blancas de Kumo.

Hiruzen continúo avanzando, se encontró con otros shinobis de Kumo en mal estado bajo de los árboles. Hiruzen corrió hacia el encuentro y una vez que llego delante de ellos les dio unos puñetazos y los dejo fuera de combate. Después siguió avanzando, buscando enemigos, pero parece que los de su clan lo habían hecho lo suficientemente bien para no contarse entre las bajas. Eso era algo positivo, pensó.

Una vez que Hiruzen volvió al camino, corrió en la dirección en donde deberían estar las fuerzas y se encontró con los miembros de su clan. Ellos sonrieron al verlo y se alegraron de su retorno. Por otro lado, Hiruzen reviso el estado de sus hombres y aunque tenían heridas leves, moretones y barro por todo el cuerpo, estaban en buenas condiciones.

-¿Dónde está la batalla principal?- grito Hiruzen

-Adelante, así nos dijo Hyuga-dono- grito uno de los veteranos

Hiruzen asintió, paso corriendo y dijo -pónganse a cubierto y traten de ayudar a los heridos-

-Sí- gritaron los miembros del clan Sarutobi

Hiruzen sonrió y continúo avanzando, notando que su clan se había quedado aislado de la mayoría. Eso fue bueno hasta cierto punto, ya que no fueron arrastrados al combate. Por otro lado, Hiruzen pudo ver algunos Uchihas, Yamanaka, Hyuga y Akimichi muertos. No obstante, no se detuvo y siguió el ruido de los gritos de la lucha.

Hiruzen se mordió el labio inferior hasta que sangro de la pura impotencia de no poder cuidar mejor de estos shinobis. Ya no era el comandante, pero sentía como suya cada una de sus pérdidas. Sin embargo, la lucha continuaba y una vez que llegó al lugar donde los shinobis intercambiaban golpes, se unió a la lucha.

Hiruzen ataco a matar y golpeo los órganos vitales de los shinobis de Kumo. Tenía ira, se sentía furioso. Ellos no tenían la culpa, ellos eran solo shinobis encargados del ataque, pero las pérdidas de Konoha eran las pérdidas de Hiruzen. Cada muerte de sus hombres sería vengada. Cada perdida sería cobrada. Hiruzen avanzó lanzando ataques uno tras otro, matando a todos los shinobis de Kumo como si fuera un demonio sin corazón.

Hiruzen llegó hasta las líneas principales y cuando se vio solo con un solo shinobi de Kumo enfrente, con sus malditos chalecos tácticos blancos, le dio un puñetazo que le hundió la nariz hasta dejarle un cráter en el rostro. Miró a los shinobis de Konoha que iban por detrás de él y grito -¡Vamos!-

-¡Ooooh!- gritaron todos a vivo pulmón. Entonces Hiruzen se dispuso a seguir a delante, donde seguramente su sensei, Tadashi y los otros ancianos estaban luchando contra los enemigos más problemáticos. Hiruzen continúo corriendo con todas sus fuerzas, luchando con quien se le pusiera enfrente. Cuando vio a un grupo de shinobis de Kumo, realizo una secuencia de sellos de mano y grito a viva voz -Doton Doro hoshi-

Al instante siguiente, todos ellos se empezaron a hundir en un profundo lodazal y quisieron escapar. Sin embargo, Hiruzen realizo otra secuencia de sellos mientras iba corriendo, se detuvo y grito -Katon, Karyu Endan- Entonces lleno sus pulmones de aire y soplo una furiosa llamarada que incinero a todos los shinobis de Kumo que quedaron atrapados en el lodazal.

Todos ellos agonizaban envueltos en llamas, por una parte, era terrible, pensó Hiruzen, pero por otra parte se había insensibilizado ante toda esta violencia. Qué era un shinobi, si no un arma, le había dicho Danzo. Entonces Hiruzen pensó que estaba en lo correcto.

<¿Por qué te arriesgas en esta guerra? ¿Cuál es el motivo por el que te levantas para luchar?> escucho una vez más en su mente las preguntas del anciano Tadashi.

¿Acaso había algún ideal en su sensei? ¿Acaso había algún ideal en convertirse en un arma para la guerra?

Hiruzen se quedó de pie mirando el campo de batalla y no avanzó más. Solo se quedó ahí, esperando que vinieran enemigos, pero ya no encontró la motivación para seguir luchando.

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