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—Esa era la expresión que deseaba de ti. Diviérteme más con esa expresión y esas ganas de morir. Aún no es suficiente, no puedo cansarme de esto— me besó violentamente, pero ni siquiera eso ya me importaba.

No podía sentir nada. Ya me había resignado a morir aquí.

—¿Alguna vez has sentido esas malditas ganas de destruir a alguien, solo por sentir placer de esa expresión tan entretenida como la que tienes tu? Me sorprendes, no pensé que podrías aguantar tanto. Ni siquiera tengo ganas de detenerme.

Se escuchó una balacera y él se detuvo. Hubo varios toques en la puerta.

—Tenemos problemas, señor. Los hombres del Sr. Akira están afuera.

—¡Maldición! ¿Cómo dieron con este lugar?— me miró—. Tal parece que tenemos que terminar nuestra rica diversión hasta aquí. Me hubiera gustado poder disfrutar más contigo—  apuntó el arma hacia mi dirección, y cerré mis ojos esperando el fin.

El sonido de un disparo me hizo abrir los ojos.

—¡Lisa!—escuché la voz de Akira—. ¿Qué mierdas le has estado haciendo? ¡Eres un maldito enfermo hijo de puta!— su voz sonaba aterradoramente molesto.

—¿Cómo te atreves a matar a mis hombres? —Kanji me levantó del suelo, usándome de escudo. 

—Déjala ir. Si quieres matar a alguien, que sea a mi.

—¿Crees que te devolveré a tu perrita? ¿Qué con esa expresión? Recuerdo que me dijistes que ella era tuya. ¿Dónde estabas cuando me la cogí?

—¡Te mataré!

Fijé mi mirada a Akira, quien tenía el arma apuntándole a Kanji.

—Dispara... —le rogué en un tono débil a Akira.

—Hemos despejado todo, Sr. Akira—llegaron varios hombres de Akira a la habitación, y apuntaron hacia Kanji.

Podía sentir las manos de Kanji temblando.

—Diles que se vayan o la mataré—pidió, acercando el arma a mi cabeza.

—Dispara, Akira—dije en un tono más alto, pero él no respondía.

—Salgan del cuarto y vayan afuera—ordenó a sus hombres a salir.

—Te has vuelto muy obediente. Déjame adivinar, ¿Aún quieres salvarla?— preguntó Kanji.

—Lárgate, pero a ella no le hagas nada más— bajó el arma.

—Tu me acompañarás — susurró Kanji en mi oído.

Comencé a caminar casi sin fuerzas, sintiendo sangre que bajaba de mi parte baja. El dolor en mi vejiga y barriga era inaguantable, aunque no tanto como el de mi vagina.

Caminamos hasta salir del edificio, donde estaban varios hombres de Akira y, apuntaron a nuestra dirección.

—Bajen las armas—ordenó akira.

Todos bajaron las armas, permitiendo que Kanji se acercara a su auto. Akira estaba a una distancia módica. ¿Realmente planea dejarlo ir? Después de todo lo que me hizo, ¿cómo se atreve?

Quise moverme, pero era casi imposible. Mis brazos continuaban amarrados y, el estar parada me dolía mucho.

—Parece que nuestros mejores momentos llegaron a su fin, chiquita—fueron las últimas palabras que escuché de Kanji, cuando me empujó bruscamente al suelo y se subió al auto.

Al ver que sacó su arma por la ventana, cerré mis ojos. Sabía que eso planeaba cuando dijo esas palabras.  El sonido de un disparo me hizo temblar. Se escucharon muchos murmullos y disparos al unísono.

¿Cómo es que aún después del disparo estoy viva? Abrí lentamente mis ojos y vi a Akira de rodillas frente a mi.

—Akira, ¿Por qué?— le pregunté.

Su mano presionaba su hombro. Toda su ropa estaba llena de sangre. La expresión en su cara mostraba dolor.

—Señor...— el chófer se acercó a Akira.

Podía escuchar que estaba tratando de decir algo.

—Sigánlo — le ordenó.

—Sí, señor.

Su respiración sonaba agitada y, automáticamente me miró. Trató de acariciar mi mejilla y giré mi cara. No quería que él, ni nadie me tocara.

—Perdóname—dijo en un tono débil, levantándose lentamente del suelo.

Quitó la cinta de mis brazo y me levantó en los suyos. Su rostro mostraba que le dolía, pero aún así, no me bajó.

—Nosotros nos encargamos, señor—dijo uno de sus hombres, ofreciéndole su mano, pero Akira rechazó su ayuda.

Me llevó al asiento trasero del auto. Mi cabeza estaba dando vueltas, el dolor aumentaba y mi cuerpo no resistía más. Estaba muy débil y, sin darme cuenta, perdí el conocimiento.

                    Akira:

Horas después en el hospital:

—Akira, debe atenderse con el médico usted también.

—Cállate. Necesito saber qué ha pasado con ella. ¿Cuándo piensa salir el maldito doctor?

—Sr. Akira— el doctor salió, y me acerqué rápidamente a él.

—¿Qué pasó con Lisa?—pregunté preocupado.

—Lisa está en recuperación. Ha perdido mucha sangre. Tiene heridas bastantes profundas en su cuerpo, entre quemaduras y hematomas. Tiene un 55% de traumas en su cuerpo, incluyendo sus genitales. Lamento informarle que debido a las lesiones, sufrió un aborto.

—¿Qué dijistes?

—La víctima estaba embarazada. Debía tener aproximadamente de 4 a 5 semanas de gestación.

—¿Un bebé? ¿Mi bebé? — tapé mi rostro—. Todo esto es mi culpa, si la hubiera protegido nada de esto estaría pasando. ¡Maldita sea!

—Sr. Akira, sé que no debe ser fácil esta noticia, pero le pido que guarde la calma y me deje revisarlo. Se encuentra muy débil. Tenemos que saber cuan grave es su herida.

—¡Quiero verla! — le ordené.

—Sr. Akira, ella está bajo la sedación. No podrá hablar con ella.

—¡Llévame con ella ahora! ¡Es una maldita orden!

Entré a la habitación y me acerqué.

—Lisa, sé que no puedes oírme y, lo más probable tampoco quieras hacerlo. Todo lo que sucedió fue mi culpa. Si hubiera podido encontrarte antes, quizá podría haberte salvado a ti y a nuestro bebé. Debes estar odiándome más de lo que antes lo hacías. Soy lo peor que te pudo pasar en la vida. Soy un puto cobarde. No pude defender ni tan siquiera lo más sagrado que tengo. No pude defender a mi madre y tampoco pude defenderte a ti y, ahora a nuestro bebé, pero te juro que ese desgraciado va a llorar lágrimas de sangre. Me encargaré de que tenga la peor muerte de todas. Lo voy a torturar hasta morir, te lo juro— acaricié su mejilla—. Espero que algún día puedas perdonarme. ¿Por qué tuve que involucrarte en mis asquerosos negocios? ¿Por qué mierdas te dejé sola? Todo esto que tienes fue por mi. Aunque ahora no sirva de nada, te cuídare y te protegeré, así sea lo último que haga. Eres lo más sagrado que tengo y te fallé. Perdóname— le besé la frente, y una lágrima bajó por mi mejilla.

No recordaba lo que era sentir esto en el pecho.

Tocaron la puerta y Keita entró.

—Sr. Akira, disculpe la intromisión, pero por favor, tiene que permitir que el médico lo atienda. Ha perdido mucha sangre y debe velar también por su salud. La señorita estará bien, le juro que la cuídare con mi vida, mientras usted no esté.

—No me falles— salí de la habitación.

                    Keita:

Me acerqué a la camilla, y acaricié su rostro.

—Srta. Lisa, mira cómo la han dejado. Que monstruo ese maldito hombre, que es capaz de hacerle semejante cosa a una mujer. ¿Cuánto sufrió, señorita? Perdóneme por no haberla protegido y acompañado en todo momento. Regrese con nosotros. La casa se siente muy sola cuando usted no está. Le juro que la protegeré y le serviré fielmente.

                   Akira:

—Tuvo suerte que la bala entró y salió. Debe de tener mucho más cuidado. ¿Cómo pudo ser descuidado? Es la primera vez que se deja hacer esto, ¿Qué fue lo que le pasó?

—No es tu maldito problema, doctor. Solo cura la maldita herida y firme los documentos para el traslado de lisa.

—¿Se la va a llevar? Ella no está en condiciones de irse todavía.

—Me la llevaré y tu vendrás conmigo. No la puedo dejar ni un segundo más aquí o vendrán a rematarla. La sacaré de este lugar cuanto antes.

—Ella no solo necesitará tratamiento en un hospital por sus heridas, necesitará terapias para poder recuperarse de todo lo que vivió. Debido a todo lo que su cuerpo indica que pasó, las quemaduras, hematomas y traumas, en los casos como ella las probabilidades son muy bajas para su recuperación.

—¿Qué estás tratando de decir?

—Que debe ayudarla a superar todo lo que pasó y apoyarla. En este momento ella estará pasando por muchas situaciones mentales cuando despierte. Su cuerpo fue totalmente destruído, no puedo pensar en todo lo que vivió, pero mentalmente y emocional, estará mucho peor. Si realmente le interesa el bienestar de esa chica, debe estar dispuesto a dar su brazo a torcer y llevarla de inmediato a una clínica y mantenerla ahí. Sufrió muchas torturas, su salud emocional estará por el suelo. Piénselo, por favor.

—Lo único que estoy seguro es que, no la puedo dejar aquí. La llevaré a otra clínica lejos de este lugar. No voy a arriesgarme a que la persona que le hizo esto regrese por ella.

—Espero estés tomando la mejor decisión, Akira. Aquí están todos los papeles que necesitarás. Cambié toda la información de la paciente por esa misma razón, solo necesitaré que firmes.

—Te pagaré muy bien por todo lo que has hecho por ella y por mi. Nos encontraremos en la clínica.

                         

Luego de hacer todo el proceso necesario, llevé a lisa a la clínica.

—Es un lugar muy grande, señor—dijo Keita al llegar.

—La única manera de que esté completamente segura es de que compre la clínica y, que sólo el Dr. Lao pueda atenderla. Trae a la empleada de la casa, ella se quedará cuidando a Lisa mientras yo no esté. No la dejarán sola ni un instante.

—Como ordene, señor.

—Una última cosa; trae a todos los guardaespaldas para que mantengan la clínica custodiada en todo momento. Cualquiera que se acerque sin permiso a este lugar, lo eliminan. Esas son las órdenes que van a tener.

—Tengo dos noticia que darle.

—¿Ahora qué pasa?

—Los hombres perdieron el rastro de Kanji y encontramos el cuerpo del padre de lisa en la habitación donde se encontraba, lo que indica que lo más probable presenció la muerte de su padre. El cadáver del Sr. Xiao tenía un disparo en la cabeza.

—Ya tendré otra oportunidad de hacerle pagar, ahora quiero concentrarme en la recuperación de lisa primero.

—Así será, señor. Le juro que cuidaré de la Srta. Lisa.

—Eres el único en quién puedo confiar ahora mismo, así que no me falles.

Fui a la habitación y el doctor estaba ahí.

—¿Aún no despierta, doctor?

—No, Akira. No creo que lo haga por ahora. La he mantenido con unos calmantes y una leve sedación.

—No permitas que sienta nada de dolor en ningún momento. Haz lo que tengas que hacer para que pueda recuperarse, doctor.

—Haré lo que esté a mi alcance, Akira

—Cuento con eso.

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