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El Mundo del Río y otras historias (2)

El conejo se convirtió en zorro; el atacado, en atacante. Su embarcación giró tan rápidamente como Mix se atrevió, y empezó a avanzar contra el viento hacia las otras dos que habían colisionado. Aquello tomó un cierto tiempo, pero la embarcación de Kramer no estaba en situación de hacer una contramaniobra. Tanto él como el bote de pesca tenían el casco roto y estaban hundiéndose lentamente. El agua penetraba por las hendiduras en los cascos. El capitán del catamarán estaba gesticulando, la boca abierta, la voz ahogada por las de todos los demás en su barco y en los otros, además de los gritos procedentes de los muchos botes de pesca que había por los alrededores. Sus hombres debieron oírle, sin embargo, o interpretaron sus furiosos signos. Se pusieron en pie, tomaron sus armas, y se dirigieron hacia la embarcación contra la que habían chocado. Mix no comprendió por qué motivo iban a abordarla. Era cambiar una nave hundiéndose por otra, saltar de la sartén al fuego. Quizá fuera simplemente un reflejo, una reacción impensada. Estaban furiosos, y tenían que demostrárselo a los que hallaran más cerca.

Si esa era su intención, se vieron frustrados. Los dos hombres y dos mujeres del bote de pesca saltaron por la borda y empezaron a nadar. Otro bote se dirigió hacia ellos para recogerles. Arriaron la vela cuando llegaron cerca de los nadadores, y varios hombres se inclinaron por la borda para tender manos auxiliadoras. Dos de los hombres de Kramer, habiendo llegado a la embarcación más pequeña, corrieron al otro lado y arrojaron lanzas a la gente en el agua.

Deben estar locos murmuró Mix. Dentro de un momento tendrán a toda la zona sobre sus gargantas.

Aquello le resultó agradable. Podía dejar a los perseguidores a merced de los habitantes del lugar. Pero no tenía intención de hacerlo. Tenía una deuda que pagar. Al contrario que la mayoría de las deudas, iba a ser un placer pagar aquella.

Le dijo a Yeshua que se hiciera cargo de la barra, y se preparó para la lucha.

Cogió un pesado bumerán de un lado de la cubierta. Tenía unos sesenta centímetros de longitud y era de madera de roble blanco, de gran dureza, trabajada con pedernal. Uno de sus extremos se inclinaba en un ángulo de treinta grados. Un arma formidable en manos expertas, que podía romper un brazo a un enemigo a ciento cincuenta metros de distancia e incluso causar una herida mortal.

A sus pies había un hacha, cuatro bumeranes más, varias lanzas de roble con punta de pedernal y una honda de cuero y un saco de cuero con proyectiles. En cuanto la embarcación de Mix se aproximó lo bastante a la otra, este arrojó el bumerán. El arma voló hacia su objetivo, con el sol reflejándose sobre su girante superficie pálida, y golpeó a un hombre en el cuello. Pese al ruido de las voces, Mix oyó débilmente el crac del cuello al partirse. El hombre cayó de lado sobre cubierta; el bumerán resbaló hasta chocar contra la barandilla.

Los camaradas del hombre muerto gritaron y se volvieron hacia Mix. El capitán llamó a los cuatro hombres que habían abordado el pesquero que estaba hundiéndose. Estos lanzaron porras y lanzas, y Mix y su tripulación se dejaron caer de barriga sobre la cubierta. Algunos de los proyectiles golpearon contra la madera o se clavaron estremecidamente en ella. La más cercana, una lanza con una punta de madera endurecida al fuego, aterrizó a unos pocos centímetros de la oreja de Yeshua y resbaló hasta caer al agua.

Mix saltó en pie, se afirmó sobre la cubierta, y cuando el lado de estribor de la embarcación descendió, arrojó una lanza. Hizo corto en su blanco, el pecho de un hombre, pero le atravesó el pie. El hombre aulló y arrancó la punta de la cubierta, pero no tuvo el valor suficiente como para arrancársela también de su pie. Cojeó de un lado para otro de la cubierta, chillando su dolor, hasta que dos hombres lo derribaron al suelo y tiraron del asta de la lanza. La cabeza se soltó del asta y quedó medio hundida en la parte superior de su pie.

Mientras tanto, el segundo bote de pesca, el que Mix había estado a punto de golpear con su embarcación, se había acercado por el otro lado al pesquero que se estaba hundiendo. Tres hombres saltaron a él y empezaron a atar cabos para unir los dos botes. Varios botes de remos y tres canoas se acercaron también al pesquero, y sus ocupantes saltaron a bordo. Evidentemente, los del lugar estaban furiosos por el ataque y pretendían tomar medidas inmediatas. Mix pensó que hubiera sido más juicioso aguardar hasta que el gran catamarán se hundiera y entonces alancear a los miembros de la tripulación mientras nadaban. Por otra parte, atacando a los hombres de Kramer, se ponían en un compromiso. Aquello podía ser el inicio de una guerra. En cuyo caso, los refugiados iban a ser bien recibidos allí.

Sin embargo, un catamarán, debido a sus dos cascos, no se hunde tan fácilmente. Era posible que fuera capaz de escapar, si no de vuelta a su puerto de origen, sí al menos fuera de aquella zona. Los del lugar no deseaban que ocurriera eso.

El capitán enemigo, viendo lo que estaba ocurriendo, había ordenado a sus hombres que atacaran. Al frente de ellos, abordó el naufragante pesquero, lo cruzó, y se lanzó contra el hombre que tenía más cerca. Una mujer hizo girar una honda por encima de su cabeza, soltó un extremo, y la piedra golpeó contra el plexo solar del capitán. Cayó de espaldas, inconsciente o muerto.

Otro de los guerreros de Kramer cayó con una lanza atravesándole el brazo. Su camarada tropezó con él y recibió la punta de una lanza con todo el peso del que la esgrimía detrás.

La mujer que había lanzado la piedra con la honda vaciló hacia atrás, con una lanza clavada en su pecho, y cayó al agua.

Entonces ambos lados se unieron, y se produjo la melée.

Yeshua condujo el catamarán a lo largo del lado de babor del de Kramer, mientras Bithniah y Mix arriaban la vela y luego lanzaban garfios de abordaje por encima de la barandilla. Mientras Bithniah y Yeshua sudaban para unir ambas embarcaciones, Tom Mix utilizó su honda. Había practicado en tierra y agua durante centenares de horas con aquella arma, y ahora la manejó diestramente, con una gran velocidad y precisión. Tuvo que aguardar hasta que divisó a un enemigo separado de la multitud para evitar el herir accidentalmente a alguien del lugar. Acertó tres veces su blanco. Una piedra golpeó a un hombre en el lado del cuello. Otra golpeó la base de una espina dorsal. La tercera destrozó una rodilla, y el tambaleante hombre fue atrapado y derribado por algunos locales mientras un cuchillo de pedernal seccionaba su yugular.

Mix arrojó una lanza que se hundió profundamente en el muslo de un hombre. Luego, aferrando una pesada hacha, saltó al catamarán, y su hacha se alzó y cayó dos veces contra otros tantos cráneos.

Los dos enemigos supervivientes intentaron saltar por la borda. Sólo uno lo consiguió. Mix tomó el bumerán que había sobre la cubierta, lo alzó para arrojarlo a la bamboleante cabeza en el agua, luego lo volvió a bajar. Los bumeranes eran demasiado costosos como para malgastarlos en alguien que ya no constituía ningún peligro.

De pronto, excepto los quejidos de los heridos y el llanto de una mujer, hubo un silencio. Incluso los mirones, que ahora aparecían rápidamente en la escena de la batalla procedentes de todas partes, callaban. Los participantes en la batalla parecían pálidos y agotados. El ardor había desaparecido de ellos.

A Mix le gustaba ir vestido de acuerdo con cada ocasión, y aquello era una victoria. Regresó a su bote, les hizo un guiño a Yeshua y Bithniah, y se puso sus botas y capa.

Su sombrero de ala ancha había permanecido durante todo el tiempo sobre su cabeza. Regresó al pesquero, se quitó el sombrero con un floreo, sonrió y dijo:

Señoras y señores, Tom Mix, a vuestro servicio. Y muchas gracias por vuestra ayuda.

¿Pero qué demonios dices? contestó un hombre. Apenas si comprendo tu idioma. Aunque parece inglés.

Mix volvió a ponerse el sombrero y alzó los ojos como si pidiese ayuda del cielo.

¡Aún estamos en el siglo diecisiete! Bueno, por lo menos podré entender algo de tu jerga. ¿Cuál es tu gracia, amigo?

¿Mi gracia? ¿Amigo?

Sí, tu nombre. Y quién es tu jefe me gustaría ofrecerle mis servicios. Le necesito, y creo que él va a necesitarme.

El que manda por aquí es Stafford dijo una mujer. Le miraba con extrañeza. Lo mismo que los otros. Pero no sólo le miraban a él así. También Yeshua estaba

recibiendo mucha atención.

No dijo Mix sonriendo, no es mi hermano gemelo, ni siquiera es hermano mío, sólo nos une el parentesco que significa ser humanos. Él nació en la Tierra varios miles de años antes que yo y en un lugar bastante alejado de mi Pennsylvania natal. Es sólo una jugarreta del destino el que se parezca tanto a mí. Una suerte para él, porque de otro modo nunca podría haberse librado de Kramer.

Aparentemente, algunos de sus oyentes comprendieron algo de lo que había dicho. El problema no era tanto el vocabulario, aunque había algunas diferencias significativas, sino la entonación y la pronunciación. De alguna forma se parecían en el habla a algunos australianos a los que había conocido. Sólo Dios sabía lo que opinaban ellos de su propio acento.

¿Alguno de vosotros sabe esperanto? preguntó.

Hemos oído hablar de esta lengua dijo el capitán. Está siendo enseñada por algunos miembros de esa nueva secta, la Iglesia de la Segunda Oportunidad, según tengo entendido. Hasta ahora, sin embargo, ninguno de ellos ha llegado hasta esta zona.

Lástima. Tendremos que arreglárnoslas con lo que tenemos. Miró brevemente a su alrededor.

Mis amigos y yo continuó lo hemos pasado bastante mal los dos últimos días. Estamos cansados y hambrientos. Me gustaría que se nos permitiera quedar aquí unos días antes de seguir Río abajo. ¿Creéis que vuestro jefe vuestro señor pondrá objeciones?

Ni mucho menos, señor dijo la mujer. El recibe siempre bien a los buenos luchadores, con la esperanza de que se queden. Y les da grandes recompensas. Pero dime, estos hombres deben ser de Kramer, ¿por qué tenían tanto interés en mataros que intentaron hacerlo en un sitio en el que tienen prohibido entrar bajo pena de muerte?

Es una larga historia dijo Mix.

Sonrió. Su sonrisa era muy atractiva, y él lo sabía perfectamente. La mujer era hermosa, una rubia bajita de rolliza figura, y posiblemente estaba completamente libre de ataduras en aquel momento o pensando en deshacerse de todas las que tuviera. Evidentemente, lo era todo menos tímida.

Por supuesto, sabéis quién es Kramer el Martillo, o Kramer el Incendiario. Esos dos, Bithniah y Yeshua, eran prisioneros suyos, condenados a la hoguera por herejes, según sus leyes, y eso es todo lo que cuenta en sus tierras. Además, son judíos, lo cual hace aún peores las cosas. Yo los liberé, junto con un puñado de otros. Nosotros tres fuimos los únicos que conseguimos llegar a la embarcación. El resto ya lo sabéis.

El capitán decidió que era el momento de presentarse a sí mismo.

Me llamo Robert Nickard. Esta mujer es Angela Doverton. No te sientas

engañado por sus poco modestas maneras, Maestro Mix. Habla francamente y sin tener en cuenta su sexo, despreciando el lugar que le corresponde. Es mi esposa, aunque aquí no se da ni se toma en matrimonio de la forma en que estábamos acostumbrados.

Angela sonrió y le hizo un guiño a Mix. Afortunadamente, Nickard no pudo ver su gesto.

En cuanto a este asunto de la herejía, a Nueva Albión no le importa, oficialmente al menos, a qué religión pertenezca un hombre o una mujer. O el hecho de que sea completamente ateo, aunque el cómo alguien puede seguir siéndolo después de haber sido resucitado de entre los muertos es algo que no puedo comprender. Damos la bienvenida a todos los ciudadanos, siempre que sepan trabajar y sean conscientes, limpios, y relativamente sobrios. Incluso aceptamos judíos.

Esto debe haber representado un buen cambio con respecto al tiempo en que vivíais dijo Mix.

Rápidamente, antes de que Nickard pudiera hacer ningún comentario al respecto, añadió:

¿A quién debemos presentarnos?

Nickard le dio las indicaciones necesarias. Mix dijo a su tripulación que regresara a su embarcación. Soltaron las cuerdas, recuperaron los garfios de abordaje, izaron la vela, y partieron Río abajo. No, sin embargo, antes de que Mix viera a Angela Doverton dirigirle otro guiño. Había decidido ya permanecer apartado de ella, por deseable que fuera. No creía en el hacer el amor a la compañera de otro hombre. Claro que, si ella iba a abandonar a Nickard, lo cual parecía probable, entonces No, aquello no causaría más que problemas. Aunque

Tras él, los trabajos de llevar los dos botes dañados a la orilla antes de que se hundieran habían empezado. El único superviviente de la fuerza de Kramer había sido sacado del agua y estaba siendo llevado, atado, a la orilla. Mix se preguntó cuál sería su destino, aunque no le importaba demasiado.

La mujer, Bithniah, gobernó el catamarán mientras Yeshua se hacía cargo de las cuerdas. Tom Mix permanecía de pie en la proa, una mano sobre el aparejo para sujetarse, su larga capa blanca ondeando tras él. Debía parecer una figura extraña y dramática a los del lugar. Al menos, eso era lo que esperaba. Allá donde iba, si echaba en falta un poco de dramatismo, no dudaba en ponerlo de su propia cosecha.

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