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El Gringo 1 a 10 - por Thanatos ( Inédita )

Introducción

¿Es el humano el que necesita de Dios? o ¿son los humanos la razón de su existir? Este libro está basado en sueños reales, que tuve, ahora aque escribo esto tengo 18 años y en cortos periodos de tiempo, aquellos sueños me llevaron  a entender el mensaje que leerán en este libro; estas letras son el primer paso de una promesa que nació por esos sueños y hasta el día de mi muerte la debo cumplir.

Dos mundos necesitan ayuda y a través de un método muy común se conectan, desde el Olimpo de la realidad, se envía un regalo a la tierra, para que los humanos ayudemos a combatir a los demonios que siempre presentes en ambos mundos, buscan extinguir la humanidad y casi toda clase de vida. Sueños, aventuras, terror, sacrificios, locura, misterios, donde el amor es fundamental para descubrir y desencadenar la respuesta a los más peligrosos males que amenazan la existencia.

1

Me carcomían lágrimas de inocencia, tristeza por alejarme, e infinita felicidad en la cara de mi madre despidiéndose desde la entrada del colegio.

Con 7 años empecé mis estudios, los mismos que tal vez nunca quise realmente (probablemente como la mayoría de los humanos en algún momento) pero que sirven para que seamos alguien en la vida, para que hagamos del mundo algo mejor o para "ser alguien" en los puestos de una empresa; eso entendía mamá, por mi parte sólo esperaba volver a estar a su lado y contaba con la valentía que en un futuro me faltó, para demostrarle sin detenimiento alguno su valía, como persona que me dio la vida.

Pasaban las horas bastante rápido. Puedo decir que mi única preocupación de entonces fue la lúdica y el entretenimiento, jugaba con botellas al fútbol, dibujaba garabatos, los lapiceros se convertían en héroes y villanos que se disputaban el pupitre, el papel era el lienzo donde el esfero y la imaginación desencadenaron un universo propio, relativo, único donde la vida era multidimensional, donde vivía realmente y sonreía haciendo de mí mismo el mejor cómplice.   

No existía vanidad, ni envidia, no había tristeza que durará, mis compañeros eran mis secuaces, jugábamos una y otra vez, recibiendo regaños y volviendo a obrar sin detenimiento, como si la diversión fuera la regla y el pensar en las consecuencias fuese ajeno al mundo del correcto infante.

La distracción nos permitía encontrar nuevas ventanas para la imaginación, no había nada que pudiese suspender en mí, el juguetón y noble personaje (cuya mentalidad hoy en día envidio en algunos casos), hasta que el timbre del final de clases me hacía correr a las puertas del colegio para poder abrazar a mi madre y mi hermano, después de una emocionante charla o un apacible silencio, llegar a casa para jugar y agotar energías hasta caer dormido en cualquier parte.

2

Con el tiempo me empezaba a dar cuenta que en la escuela al igual que en el mundo, a diario se suele aludir o exaltar la inteligencia y el conocimiento; yo siempre creí lo contrario, he creído desde entonces que la verdadera clave de la felicidad estaba muchas veces en la ignorancia. Los niños de mi barrio salían a jugar fútbol o baloncesto en alguna cancha de cemento algo vieja y con las paredes llenas de grafitis; sin tener que preocuparnos por pagar los servicios, el arriendo, o la comida; simplemente nos encargamos de vivir nuestra realidad, como si estuviéramos atrapados en una dimensión alejada y escondida.

Desde niño tenía muy claro que la clasificación de los humanos nunca ha sido buen método. Cualquier dote o poder adquisitivo es utilizado para clasificarnos en jerarquias , debería mejor ser utilizado en beneficio de la misma humanidad para alcanzar la felicidad.

Viendo desde otra perspectiva, para mí habían cosas muy importantes que no enseñaban en la escuela como hacer un mercado, el respeto al animal y los hábitats; el uso de las matemáticas, la ciencia y la física en beneficio ajeno. (Pues a menudo mis compañeros decían "eso no sirve para nada" sin entender el majestuoso papel de estas ciencias en sus admiraciones como naves, coches, deportes, entre otras).

Que la educación ayude a encontrar una vocación y no una profesión debería ser imprescindible, de hecho Facundo Cabral mencionaba "El que hace lo que ama, está benditamente condenado al éxito", algo que podría ser considerado una irrefutable ley de causa y efecto donde la causa es la pasión por lo que hacemos y el efecto será siempre positivo.

Empieza todo con una decisión y este primer paso a veces es el más difícil (la mayoría no lo supera), esa decisión se convierte en una inversión de tiempo la cual debe crear un hábito, el hábito generará resultados, los resultados serán motivación (la cual es hambre generada por una mezcla heterogénea de errores, aciertos y constante lucha con la desmotivación) y utilizaremos esa motivación para  responder a la pregunta de todos los días ¿Vamos a continuar?. La cual con el paso del tiempo podremos responder positivamente con más facilidad.

Porque entre más hagamos algo, mejor nos saldrá, ahí está la perfección y sin habernos percatado ya construimos felicidad, un pasa tiempo que disfrutamos, eso nos hace vivir lo que consideramos ya un éxito, sin contar lo lejos que podemos llevar ese hábito hasta el punto de llamar la atención de la gente y hacer de ello un ingreso. Pero eso, por lo menos donde estudiaba no me lo enseñaban.

La decisión siempre es lo primero a tomar y debemos hacerlo con bastante coraje, así como la chica que a pesar de su inexperiencia y sus fallos sigue entrenando para ser la mejor futbolista o como el chico que quiso escribir un libro sin tener orientación o como la mamá que a sus 30 años quiere acabar bachillerato, aunque el tiempo sea poco y su cuerpo insista en descansar.

Estos personajes pueden entender que la vida no es más que un periodo de tiempo, el cual podemos disfrutar o desechar pero nunca comprar.

La chica puede ceder a la pena y rendirse a ser futbolista o seguir cayéndose y levantándose en el único camino al éxito y la felicidad.

El muchacho puede entender que deberá estudiar, retirarse de malas amistades, utilizar menos las comodidades del presente, televisión, el móvil, el sueño. Porque sus deseos no serán fáciles de hacer realidad y hay que trabajarlos.

La mamá agotada sabe que sus hijos van creciendo constantemente y eso no se va a detener. Debe asegurarles un futuro a toda costa, no puede quedarse esperando; necesitarán ropa nueva y material de escuela, debe estudiar en carrera contra el tiempo.

Por lo tanto la pregunta que frecuentemente nos debemos hacer es, ¿usamos bien nuestro tiempo?. Solo es cuestión de tomar la decisión y crear el hábito de hacer lo que amamos, el resto como lo dijo Facundo será positivo.

Yo desde pequeño ya me lo cuestionaba y más tarde note que todos estos pensamientos me convirtieron en un chico muy diferente.

3

A medida que fuí creciendo cada vez sentí más la realidad que vivían las personas a mi alrededor: las peleas, los desamores, la envidia, el tedio, entre otros.

Me viene a la mente entonces, cuando mamá nos llevaba junto a mi hermano a su salón de clases en la noche y nos regalaba galletas en el recreo si le ayudabamos con sus trabajos; Era aproximadamente de 8 de la noche hasta muy tarde, pero no nos fijamos en la hora de salida, añoramos compartir tiempo con mamá.

Recuerdo su rostro cuando a veces yo dejaba de dibujar y la observaba, se nos encontraban las miradas, ella tenía sus ojos decaídos, una sonrisa cansada, su piel descuidada y por más que ha sido una persona muy alegre, a veces le costaba reír . Para mí siempre fue un ejemplo y de pequeño solo la veía alimentándonos, aconsejandonos e insistiéndonos sobre la importancia del estudio y la distancia con lo malo.

Así como cambiaba mi forma de ver las cosas empecé a llenar muchos vacíos en mi mente. No sabía que mamá apenas hacia bachillerato a los 30 (nunca quiso validar), en las mañanas debía limpiar la casa, nos dejaba desde muy chiquitos todas las mañanas listos para ir a la escuela, se iba a trabajar en una ruta como monitora, luego como aseadora, pagaba a una señora para que nos diera almuerzo y se vuelva a marchar; llegaba en la noche y comíamos lo que quedaba del almuerzo, luego la acompañábamos a su estudio (ocasionalmente).

Me iba dando cuenta mientras crecía, que no podía tener los juguetes que quería, que mi mamá no ganaba millones, tenía jefes que la gritaban, veía que su forma de vestir no era la mejor, su forma de leer y su ortografía tampoco. Sus emociones florecían, pero no con el mismo aura anímico y positivo de antes; cada año eran menos sus fuerzas y luchaba por mantener el hábito de recibir órdenes, de vender su tiempo para alimentar y vestir a una familia.

A pesar de todo mamá nunca cambió su significado heroico para mí. Pero dolía cada vez más ver peor el mundo, aunque siempre ha sido así de crudo, los pocos cambios que el tiempo hacía no jugaban mucho a mi favor.

4

La situación fue progresando, mamá se graduó, tenía más tiempo, y yo seguía creciendo.

Suelo recordar cuando conversaba con mi madre los fines de semana que tenía libres, la mayoría de las veces le contaba historias que inventaba en el momento; a decir verdad nunca he sido malo para mentir, pero esto era diferente, incluso en ocasiones me creía todas aquellas divertidas historias que con destreza le narraba; aún así, no sólo mentía por mi, mentía por ver una sonrisa crecer en su entre sus pómulos que poseían la pulidez de la greda, el rubor de la cereza. De cierta manera, a medida que iba saliendo de aquella mágica dimensión de estulticia, la mentira se iba convirtiendo en una brecha transitoria hacia esa nueva realidad fantasmagórica, en la que todos mis amigos y familiares vivían, teniendo una falsa percepción de felicidad.

Por esos días, mi madre empezó a salir al centro conmigo, recorríamos los sectores aledaños a las Universidades de las que nunca haría parte, ascendiamos al chorro de Quevedo o simplemente caminábamos a la deriva mientras yo contaba mis inventos y ella, en cierta forma, entraba en aquella brecha conmigo. Por aquellos espacios de Bogotá conocí tal vez una de las personalidades más bondadosas de mi progenitora.

Sin embargo, tal y como en el centro, que no siempre es sutil o sugerente, mi madre también tenía una parte más brusca, fuerte o tal vez inconsciente; muchas veces no media la fuerza con la que me pegaba o que tanto podían herirme sus palabras, sus malos gestos, o la maldita y habitual ley del hielo que practicaba a su antojo. Todo eso lo conocí a medida que me hacía mayor. Así como en el centro la carrera 19 o la 22, donde se muestra la cara  grotesca de las zonas de tolerancia de la ciudad, donde a diario abogados, pintores, profesores, entre otros, bajo la noche se personificaban de forma inversa, al punto de terminar pidiendo dinero en una tienda, solo para poder comprar un porro de bazuco.

Días más tarde comencé a pensar que todos los seres humanos se componían de una dualidad, o incluso, de una gran cantidad de identidades que habitan dentro del cuerpo mismo.

Me estaba dando cuenta que el tiempo surcaba los cielos inescrupulosamente y así como se cambia de capítulo, me empezaba a preparar para retirar los obstáculos  de mis ventanas y examinar, a través de los marcos y el cuerpo de cristal; el nuevo panorama de la vida, con los mismos ojos de ambivalencia.

5

Ya Llevaba una docena de años en vida, a causa de los cuales me conjecture como un chico de físico poco llamativo, escaso estilo, poco sociable, al que nunca le gustó la calle y tenía un coeficiente intelectual promedio o incluso inferior.

Eso poblaba mi mente, a veces me cuestionaba a mi mismo, si mi imaginación estaba tan mal y necesitaba empezar a "madurar"; pues el maestro checaba mis cuadernos y tenían dibujos en anverso y reverso, algo muy idéntico a lo indefinible, lo abstracto, una simbología que en mi imaginación se proyectaba como una historia, pero aquellas historias guiadas por el libertinaje de mi mente siempre trajeron consigo la consecuencia de notas de clase bajas o promedio.

Carecía de halagos o de miradas y reincidia en el enamoramiento no correspondido, me llamaba la atención no un físico atractivo, sino la ausencia de mal en una chica: pendiente del colegio, que no se fijase en cualquiera, atenta, con energía positiva y progresiva; de esas que teniendo al lado son un aditivo a los proyectos y las actividades, puras y que complementaran mi inocencia infante.

Para entonces una chica llamaba mi atención, era de cabello mono, la observaba y sentía las ganas de hablarle.

Mientras me acercaba miraba la curva de sus labios, como una balsa roja, en el mar perla suave que compone sus mejillas. Luego me pregunté: <Si le hablo ¿Será que simplemente me mandara al demonio?>.

—Hola —exclamé sonrojandome, sintiendo una ligera disminución de oxígeno— ¿Cómo estás?.

—Bien ¿y tú?.

Me quedé en silencio.

Dijo con mirada compasiva al escuchar mi tartamudez— Eres bastante callado, cuéntame un poco de ti — sonrió mientras palmeaba la baldosa de cerámica.

Me senté a su lado con una alegría evidente, y charlamos hasta que el timbre anunció el descanso. Ella fue con sus amigos y mi grupo de amigos me llamó, pasaba por mi mente la tristeza de dejar esa charla por un corto momento de juego, que nunca antes me importó tan poco. Ahora solo ansiaba volver a encontrar el momento en que ella esté sola, para que todo se pueda dar de nuevo.

A ratos imaginaba situaciones con aquella chica, en los libros que desvestía, éramos los 2 protagonistas, la recreaba con poesía e incluso en el silencio.

¿Cómo no estar atrapado en sus cabellos de color a marigold y girasoles?

El último día del año escolar, se hizo una excursión donde iban todos los grados del colegio a un lugar de abundante naturaleza. El sitio pertenecía a una asociación religiosa y el fin de la excursión era promover la vida social y la colaboración colectiva. Se hicieron 2 actividades:

—!Tomen una hoja¡ —dijo fuertemente uno de los encargados— Vamos a escribir en aquella hoja lo que haríamos para cambiar el mundo, tienen 5 minutos y por último seleccionamos 3 personas para que lean, El tiempo empieza. ¡Ya!.

Saqué el lápiz y tome la hoja de papel, escribí y escribí cosas que al día de hoy me hubiesen sorprendido, hablaba de ayudar a los hambrientos, de darles un hogar, tener miles de animales conmigo recogidos de la calle y darle todo lo que necesitan; por fin universalizar la paz, crear conciencia en las personas sobre la importancia del afecto entre nosotros, hasta cité el "all we need is love" de mi artista favorito. No es que fuese inspirado en mi, solo estaba esperando el momento ,que depronto me eligiesen y deba frente a todos pronunciar mis utopías; solo quería lucirme con ella, esperando que pensara que era el más indicado y el de mejor corazón.

Todas aquellas ideas las escribí desbordandome de emociones, como si fuesen mis plegarias al mundo y a la humanidad, a cambio de poder besarla o tenerla más cerca; al menos, antes de  vernos distanciados.

No sucedió, no me llamaron para recitar, pero todavía quedaba tiempo. La otra actividad fue vendarnos los ojos y caminar en el salón, después de respectivo tiempo se mencionaba un "stop" allí nos deteníamos y palpamos nuestros alrededores, sin identificar elegíamos una pareja, nos retirábamos la venda y le decíamos algo positivo que siempre le quisimos decir.

—¡Listos muchachos!, empiecen a caminar —dijo el encargado mientras esperábamos la orden con los ojos vendados— ¡Muy despacio y con cuidado!

Empezamos a explorar en el salón, totalmente ciegos, con precaución de no dañar a alguien y con paso de sonámbulo; a veces pisando otros pies o accidentalmente tocando otros cuerpos en sus coberturas de tela. Se escuchó el primer:

— ¡Stop¡ —Todos se detuvieron y buscaron su pareja, luego, invadió el silencio—. ¡Retirense los vendajes!

Procedí y observe unos tenis un poco sucios, todos tenían la sudadera del colegio así que no pude discernir exactamente quien era hasta que vi su rostro. Cristian era quien estaba frente a mi, un amigo invaluable de esos que con actos se ganan el aprecio.

—Juan —sonrió y me abrazó— Quiero decirte que eres una gran amigo y te deseo lo mejor, que te ríes de mis chistes malos y confias en mi, como yo en ti, muchas gracias. — me volvió a abrazar.

—Cristian, yo quiero decirte que las acciones no se las lleva el viento y así como no se olvida lo malo, solo hay pocos personajes que no se olvidan por lo bueno. Tú eres uno de ellos, deseo lo mejor para tu vida, felíz trayecto — chocamos manos y volvimos a vendarnos los ojos.

Nuevamente:

—¡Listos muchachos!, empiecen a caminar— después de un minuto—. ¡STOP¡

Esta vez fue un olor femenino, delicado, me hizo sentir paz y quietud; una mano toco mi torso, las yemas de sus dedos suaves como uvas, me hicieron imaginar  que podía surcar lo cielos y desacelero mi captación de realidad, con la armonía de una hoja seca que se deja caer sobre lo desconocido.

Me retiré la venda.

—Hola — sonrió ella emocionada y después soltó una ligera risa que demostraba algo de nervios— Pues, no sé qué decirte —río nuevamente con los mismos nervios, mirando al suelo y con timidez , añadió— comienza tú.

Sentí bastante presión ,¿Le digo o no le digo?,  el silencio agregaba tensión en el ambiente.

—Mmm... pues me encanto conocerte — tartamudeé mientras su dulce mirada implacable me robaba las palabras.

—Mmm.. Yo igual, pues me pareces lindo y muy noble —sonrió con una seguridad envidiable— Que estes bien, te deseo lo mejor.

De fondo se escucha: ¡Fin del tiempo!.

Se colocó la venda en los ojos, y contrajo sus labios, como rehidratándolos, se quedó quieta frente a mí, entre en un trance, donde miles de cosas arraigaron mi cabeza.

«¿Qué pasa si le digo y no correspondemos?»

Luego de ese cuestionamiento recordé que todo empieza con una decisión y que ese primer paso es el más difícil.

«¿Es superior el miedo de perderla o son mayores mis ganas de tenerla?» al final yo la quería demasiado y siempre note que ella sentía también algo especial.

Tome una decisión y en esa prolongada milésima de segundo me acerque a su oreja, me embriague en el aroma de su cuello, corrí con el dedo índice su cabello detrás de aquella oreja, pasando por la blanda llanura de su rostro. Susurré:

—Me gustas y lo sabes, contigo encuentro sentido a muchas cosas. Solo espero que te sirva esto de justificación por mis actos — mi rostro lo pegue al suyo y repose mis labios en sus labios; los cuales en perfecta osadía y sumisión se entregaron, mientras nuestras bocas practicaban, el idioma de silencios, del que hablaba a veces Benedetti.

6

Recuerdo aquel sol y aquella melancolía que me generaba estar en vacaciones, ya hacía más de un mes que no veía a nadie, que no fuese de mi familia.

Aún recordaba el atrevimiento en aquella convivencia y lo fantástico que terminó aquel día tomados de la mano, hasta que me contó que debían irse del país y probablemente no haya retroceso, dolió bastante; pero ya tenía yo 16 años y no iba a entristecerme por algo que me paso a los 12; ya habrían más personas en mi vida y más experiencias.

—¡Juan camilo, alístate rápido y baja que te necesito¡ —insistió mi madre mientras golpeaba la puerta.

Me aliste y esperé a mi hermano, junto con él bajabamos las escaleras. Observe un señor en la sala, tenía una camisa de cuello azul cielo bastante sucia, un jean y unos zapatos negros; tenía barba, guantes rotos en las manos, cabello largo y enmarañado; un olor poco agradable, transmitía una energía afable, aunque su rostro era símbolo de pesadumbre y aflicción; por último observe una maleta un poco abierta en el piso de color negro.

Me quede observando y en cuestión de segundos sus ojos fueron invadidos por lágrimas, mamá empezó a llorar de igual manera. Mi cabeza estaba dando vueltas, mi hermano tampoco entendía hasta que una palabra de aquel señor, dio una explicación a la descabellada situación:

—¡Hijos!

Ni mi hermano, ni yo pudimos responder; el desconocimiento para comunicar todo lo que pasaba en nuestras mentes después de esa palabra. Estábamos en shock. Por un largo minuto se nos olvidó el idioma a todos, y miramos en todas direcciones como si estuviésemos en  otro mundo. La primera en romper el silencio fue mamá.

—Si, Juan Camilo y William él es su padre, se llama Diógenes.

—Hola muchachos —dijo Papá con ojos bajos y emotivos—. Soy Diógenes y espero algún día me Disculpen la ausencia, he sido malo, he obrado mal y ahora recaen en mí las consecuencias, y así no me crean, me arrepentimiento, yo qu…

—¿¡Por qué no estuvo cuando más lo necesitamos!? —interrumpió en gritó enfadado mi hermano y después de un breve silencio reanudó en gritos—. ¡Tres bocas por alimentar y una madre que en contra de su voluntad se ve obligada a trabajar hasta el agotamiento, dos hijos que no tienen lujos, que les toca esperar meses para vestir algo nuevo y lo poco que consiguen es por que lo trabajan! — respira profundo y se calma, después de una breve pausa empieza a cuestionar— ¿Le da orgullo?, ¿le enorgullece, que sus hijos vean cada rato padres responsables que si le dan a sus hijos lo que se merecen?. Quisiera saber que es un viaje, salir de la ciudad o del país, quisiera tener estudios y oportunidades sin tener que entregar mi tiempo. Pero no, crecimos sin su ayuda y sin ella podemos seguir perfectamente.

—Chicos —interrumpió mamá—. Ya ustedes conocían la situación de Diógenes hace tiempo. Nada ganamos con debatir sobre eso.

Mamá nos había contado desde pequeños que papá entró en las drogas y tenía trastornos emocionales; nos mostraba un par de fotos de ellos juntos con todos los 4 abuelos, nunca pensé que después de que se separan y ella se mudara lejos, él fuese a volver, y menos en estado de indigencia como se veía, sus dientes sucios y sin forma, su voz carece de matiz y fuerza; es irrefutable decir que ha estado dañando su cuerpo, pero las experiencias pudieron haberlo transformado y ahora; sin conocerlo, puedo ver en sus ojos rojos, lágrimas y una galaxia entera de arrepentimientos; Vi en el muerte, como si estuviese marchitándose, como un río secándose, como lo indefinible que en el lienzo infinito de la noche se cansa de pintar estrellas.

Yo siempre fui de pocas palabras, no supe qué decir, tenía una avalancha de sentimientos los cuales prefería expresar de una forma correcta y no con actitudes toscas. Con decepción en el rostro solo me di la vuelta y empecé a subir las escaleras.

—¡Juan! —dijo mi padre con urgencia—. Entiendo que no me quieras hablar y estés enfadado, por favor aceptame este regalo antes de irte.

Con un pie ya en el primer escalón me di la vuelta y lo observe allí sentado, en un sillón de la sala se inclinó a su izquierda y tomó la maleta del piso con suavidad, la puso sobre sus rodillas abrió al máximo las cremalleras y con sus manos tomó lo que parecía un saco verde oscuro y lo saco lentamente. Dejando la maleta otra vez en el piso.

—Juan, acércate por favor, es lo único que te pido y no te molesto mas

Me acerqué y me puse frente a él y el saco verde que reposaba en sus rodillas, vi que había algo blanco y algodonoso entre saco. El empezó a descubrirlo del saco y poco a poco fue mostrando lo que había allí adentro: un gato.

—No tiene nombre, lo recibí hace menos de una semana, por una familia que no quería tenerlo —puso en mis manos aquella afelpada criatura.

Observe bien y determiné que era una gata, de color blanco, calculé que tenía 2 meses o un poquito menos, ladrona del fulgor solar, como la luna; solo que su cuerpo diminuto poseía la suavidad de algodones y de plumas; su piel y sus huesos, tenían la magia de hacerme tocarla con la delicadeza que nunca tocaría algo que no pudiese respirar; sus ojos de azul totalmente, un color digno de un océano; ojos que podría observar todo el día, sentirme en excursión y buscar en ellos, tal vez un arrecife de coral o algún naufragio; también extasiarme de su salvaje color como de Grandidierite (muchisimo mas hermosos por el factor vida) que nace entre la equidistancia de la pupila y el inicio de la esclerótica, en forma de estalagmitas ó estalactitas; dependiendo de la filosofía de quien los admira. Miles cosas más indescriptibles bajo un montón de suciedad, la misma que compartieron con mi padre por casi una semana.

Tenía una mirada quieta y fija, actuaba como si estuviese bajo un efecto alucinógeno o en un profundo sueño, pero con los ojos abiertos.

—Ella es ciega y parece ser que la audición no se le ha desarrollado, por eso no la querían y pensaron en sacrificarla. Requiere bastante atención y cuidado, es un regalo chicos para que cuiden y hagan lo correcto .

Surgió un silencio de pesar y todas las miradas se centraron sobre el desafortunado animal que perdió su visión y audición; pero en este caso será afortunado, por que dio conmigo y yo cuidaré de él lo necesario.

Mamá se ponía la mano en la frente como con frustración, pero la conozco y a un animal ella no es capaz de darle la espalda, menos si requiere atención especial; ella hacía una cara de preocupación al pensar en cómo íbamos a alimentarla y asearla.

—Muchas gracias —dije con felicidad aferrando a mi torso aquella leona en miniatura.

Mi hermano aún tenía en su rostro la ira, también tenía desinterés en la nueva mascota, cosas que de él no me parecieron extrañas.

—Tratala con cariño —dijo Diógenes acariciando el lomo de la gata—. Ha sido mi valiente compañera en una pesada semana.

Subí con aquella gata en manos a mi habitación, mis papás y mi hermano, se quedaron discutiendo, yo la deje en mi cama y tome ahorros que tenía en el closet, salí y traje comida para ella. Volvi y aún seguían discutiendo los tres. Subí a mi habitación la alimenté con mucho cuidado y paciencia, hasta que me dormí con ella después de acariciarla y apreciar su apenas movible figura por unas horas.

7

"Me levanté de la cama, me rasque un poco los párpados y note que tenía prendas ajustadas a mi piel, eran de color negro, retiré las sábanas y el pantalón era igual.

Me sorprendió también la habitación, las cortinas estaban abiertas, entraba el sol y me sentía como si me estuviese saludando tanta luminosidad; observé a través del cristal, las hojas de los árboles y los colibrís, las aves de colores e incluso los insectos; que con el sol  se mostraban luminiscentes, tatuando en mi piel y las paredes de mi habitación una combinación de colores en movimiento: verde, naranja, amarillo, rojo bailando sobre las pinturas y las cosas; tan hermoso que hacían sonreír a los cuadros, que señalan y conversaban contentos con serenidad; en mi mesa un periódico con gente celebrando y saltando mientras se abrazaban, junto a la prensa un café caliente, que aromatizó la habitación.

Salí del cuarto, estaba a todo volumen el equipo de sonido del pasillo y en la emisora recitaba Tyrone José poemas de Julio Cortázar, cruze el pasillo y abrí la puerta de la sala; un anciano estaba en la sala (que ahora era inmensa) sentado, tocando en el piano una melodía que sí debiera describir con una palabra, sería: "libertad" , que casualmente hacía dúo armonioso con el poema.

Crucé la sala mientras observaba con precaución aquel talentoso anciano vestido de negro, que hacía bailar a las porcelanas y las flores.

Bajando las escaleras, me dirigí al cuarto de mamá donde observe una anciana acostada en la cama; tenía la nuca y la cabeza recostadas sobre el cristal; estaba escribiendo en un libreto y tenía un gato entre las piernas, me acerque al marco de la puerta para divisar mejor a aquella mujer.

Sentí extraña familiaridad con ella y su silueta se me hacía conocida; las rosas detrás de su nuca, inmediatas al otro lado de la ventana, parecía que le susurraban secretos a su vez que temblaban con concordia.

Después de un minuto de contemplarla, la anciana dejó de escribir y levantó la mirada me observo, lentamente sonrió y comenzó a rejuvenecer.

Era hermosa como ninguna. La reconocí inmediatamente. Era mi madre que por cierto, no tenía ojeras y su piel estaba tersa, y ni hablar de su sonrisa; su vestimenta era ajustada a su piel y cuerpo (de curvas perfectas), también totalmente negra, me sonrió y siguió sentada, sin intercambiar una palabra, volvió a escribir;  como consecuencia volvió lentamente al estado de vejez.

Me devolví rápidamente a la sala subiendo las escaleras, esperando que mis intuiciones fuesen acertadas, llegué a la sala y aplaudiendo interrumpí al pianista, que al detenerse rejuveneció y me sonrió, era el mismo rostro y los mismos ojos que solo vi arrepentidos una vez: los de mi padre (pero esta vez en un estado muy saludable). Nuevamente Descubrí un gato en sus piernas. con una sonrisa baje a la puerta de entrada y salí a la calle muy contento.

Observe a mis abuelos en el jardín con copas vacías en mano, me acerqué considerablemente aunque guardé algo de distancia y busqué el contenido de sus copas; a pesar de mi perfecta vista no pude ver nada.

Mis cuatro abuelos, maternos y paternos chocaron copas y dijeron "salud" bebían aquello  y reían, poseían un aura luminosa y muy vívida. Me detuve y no podía dejar de observar ¿Qué era aquella sustancia imaginaria?. Hasta que minutos después, uno de los cuatro me vio y se apartó de los demás, dio par de pasos y se detuvo en frente mio sonriéndome con ternura.

—Hola Juancho, ¿Cómo estás? ... ¿No te acuerdas de mi?. Soy tu abuelo materno: Mario. El de los llanos  —dijo.

Me detuve y observé el suelo mientras me esforzaba por recordar, después de una breve pausa levante el rostro para corresponder su mirada, pregunté dudoso:

—Mmmm no, ¿Cuantos años tienes abuelo?.

—Tengo 73, hijo y tu abuela 70, espero que de ella si te acuerdes —.Rió brevemente, agraciado por sus propias palabras. Observándome un segundo en silencio y con ternura dijo  —te ha preguntado mucho, saludala muchacho —se dio la vuelta focalizando al grupo de abuelos y en voz alta exclama —. ¡María!, ¡Mira a Juancho, vino a saludar!.

Todos los 3 abuelos de allá se dirigieron con mucha emoción y brazos abiertos a la cercanía en la que me encontraba y sin palabras uno a uno me abrazaron con  pausa, pero incalculable calidez, primero María Francisca esposa de Mario, luego mis abuelos paternos, Teresa y seguido Edgar. En esos momentos intentaba dilucidar lo que me estaba sucediendo, mientras la felicidad abundaba.

Edgar después del abrazo, tomó con su mano derecha a Teresa y  me preguntó:

—¿Cómo han ido tus proyectos de vida Juancho?.

—Más o menos —respondí—. Aún soy menor y no he acabado el bachillerato.

—Pero eso no quiere decir que no puedas empezar a hacer lo que quieres de tu vida hijo —dijo Teresa.

Todos afirmaron con la cabeza.

Mi abuelo Mario se me quedo observando y me dio una copa de aquellas vacías y comento:

—Mejor, voy con juancho a caminar un poco por el lugar y a hablar un poco ¿Te parece? —me preguntó.

— Sí abuelo.

Podía jurar que esa fue mi realidad, la sentía, me olvide del pasado.

Abrace a todos mis abuelos y me despedí, a excepción de Mario el cual me cogió de gancho, con mucho cariño y confianza, llevándome a una vuelta por el barrio.

Fui por la acera que nos llevaba al parque, era solo una cuadra y observaba graffitis artísticos, mensajes positivos en los carteles, todos saludaban a todos y las casas eran las mismas, pero perfectamente arregladas, algunas tenían perros, pero todas tenían un gato en la ventana.

Me extrañé un poco por eso, pero continúe como si nada.

Llegamos al parque y los animales se acercaban con mucha confianza, contentos de ver personas, la gárgola que había en su centro no poseía animadversión a la humanidad por primera vez , no había impunidad en los suelos ni en los rostros, todo era muy verde y yo me alegraba; las flores temblaban y hacían orquesta las hojas de tantos árboles, llegué a despertar en mí un animal y sentí por un momento el desespero por tirarme en el césped o subirme a un árbol, quería cerrar los ojos y sentir toda esa brisa limpia, el sol apaciguante y la armonía que poseía este paraíso. Sin notarlo ya habían pasado cerca de 10 min desde que dejamos la casa.

—Juancho, ¿Sabes qué quieres hacer con tu vida?—cuestionó mi abuelo Mario contagiado por la calma.

—Mmm yo quiero estudiar y trabajar. sacar adelante la familia.

—Es muy bonito que tengas esos planes pero, te quiero decir algo —se detuvo y me observo a la cara—. ¿Qué te apasiona?.

No supe responder.

—Entiendo —dijo—. ¿Ves lo que hay en la copa?.

Me quedé observando la copa y estaba vacía, a lo que respondí: —No veo nada abuelo.

—Pero hay demasiado, ese "nada" que ves, es más importante para la vida que el agua misma, la comida ó el dinero —tomó la copa de mis manos y la puso a la altura de su rostro—. Yo le llamaría a esa sustancia "pasión" o "ideas", ¿Tú cómo la llamarías?.

—Lo llamaremos pasión —exclame con frialdad y concentración.

Dio la vuelta a la copa totalmente, dejándola con la boca hacia abajo.

—A esta copa le llamaremos "tiempo" ya ves que está vacía, pero tu decides si quieres llenar ese "tiempo" con "pasión" —volvió la copa a su posición correcta—. Si la llenas de "pasión" su contenido será poderoso, puedes beneficiarte tú y los demás; lo importante es que siempre dediques al "tiempo" un poco de "pasión".

Ya iba entendiendo la situación y pregunté: —Pero ¿Qué es la pasión?.

A lo que Mario me devolvió la copa, me tomo de gancho por segunda vez y me puso de nuevo en marcha para que diésemos una vuelta al parque, a paso de tortuga.

—La pasión en este caso es el amor y las ansias que sientes por hacer algo, tus sueños de la infancia o la actualidad.

—¿Y cómo encuentro mi pasión abuelo?.

—Con tiempo, dedica tiempo a hacer muchas cosas hasta que encuentres aquella actividad  positiva que te motiva a realizarla una y otra vez.

—¿Las ideas dónde quedan entonces? — cuestioné.

—Las ideas son las que harán de tu pasión algo diferente, también serán las que moldearán tu pasión para que la uses en beneficio ajeno.

Me quedé sin palabras. reflexioné sobre lo que estaba pasando. Mi abuelo me decía que le dedicará al tiempo, pasión y a través de las ideas, hacer de mi pasión algo diferente que pueda beneficiar al resto.

—Nuestro mundo es casi perfecto porque nosotros somos saludables. el mundo necesita gente saludable, con pasión, que no pierda el tiempo y que busque siempre ayudar.

—¿Entonces estaban simulando que bebían "pasión" con mis otros abuelos? —me reí con terquedad.

—No. ¡Ya te había dicho, eso es el alimento de todo! —dijo con impaciencia, se detuvo y me soltó del gancho—. ¡Nunca quieren entender!.

—¿Quieren? Si estas hablando solo conmigo abuelo…

—No eres el primero que viene aquí —dijo mi abuelo mario. Hice silencio mientras intentaba salir de la confusión—. Así no veas nada, bebe de esa copa.

Estaba con actitud amenazante de un momento a otro, bipolar; noté inmediatamente que mi futuro era un tema que lo ponía bastante sensible, me resigne a discutir.

Tome la copa y la lleve a mi boca sin esperar ninguna reacción, la incliné y empecé a sentir que si había contenido, cerré los ojos y bebí hasta acabar la última gota.

Abrí nuevamente los ojos y empecé a ver el cielo de rojo y la brisa se puso brusca, deje caer la copa y se rompió, la vestimenta negra de mi abuelo se volvió como el espacio: con estrellas en diversas partes y en su pecho una galaxia tranquila de color azul. Empezó mi respiración a acelerarse y me dolía la cabeza, quede arrodillado de la presión que sentía en el pecho, lo observe y en él había un agujero negro, que empezó a generar un remolino de viento que me atravesaba y me hacía ver a mi alrededor caos y desorden.

Se acercaron muchas personas y me rodearon, me observaron con  lástima todos tenían una galaxia en su pecho de distinto color y miles de estrellas. Me caí acostado en el pasto, muy desesperado, por lo que observé solo a mi me afectaba. Se me acercó un anciano que no había visto jamás, tenía una galaxia de aguamarina, se arrodillo junto a mi cuerpo inmóvil, me acerco su rostro lleno de enfado y me dijo:

—Están arruinandonos a todos, a las malas van a entender.

Todo, se volvió negro totalmente."

8

Lo primero que observé fue el bombillo en el techo (veía doble), estaba viendo distorsionado, no podía enfocar bien, parpadeaba rápidamente esperando mejorar mi percepción visual, luego de un par de minutos, pude ver correctamente y sentía un dolor terrible en la cabeza. Miraba alrededor, a las cosas y todo estaba en su normalidad, no había nada extraordinario, observe nuevamente al cielo agrietado de mi habitación y suspire, como intentando recordar si fue ayer que viví aquello tan exótico y tan implacable o si fue realmente un sueño. Tenía la mente en blanco.

Deje caer los brazos a ambos lados de mi cuerpo, sentí mojada mi mano izquierda, era algo caliente y mientras palpaba hacia los lados intentando reconocer lo que era, sentí una oreja muy suave y una planicie horizontal peluda.

—¡Gata marica! -- exclamé furioso.

Me senté sobre la cama y abrí los ojos lo más que pude mientras pensaba mil groserías; levante la mano mojada y la deje inmóvil. Miré con enfado a aquella gata, la cual no se movía, a duras penas estaba de pies, milagrosamente no se mojó de sus propias aguas.

La tomé con mi mano derecha y patee la cobija llena de meados. Cayó al piso la cobija y me levanté al baño, deje a un lado del lavamanos la gata y me limpie bien. Ella empezó a moverse, La observe y recordé sus discapacidades, me daba mucha pena, pero sabía que la iba a cuidar y a estar muy pendiente de ella. Además me confirmó que efectivamente fue un sueño aquella experiencia.

Mi hermano se paró a la entrada del baño y se recostó en el marco

—Lindo gato, ¿no?. Y ni hablar de el día, ¿no lo has visto?. Está como rojizo y se ve espectacular.

—Ya lo miro, y es una gata —respondí soltando una pequeña sonrisa.

—Cuidarás tú de ella, y mamá; porque yo no quiero problemas —cruzó brazos y bostezó.

—Los pipis no vuelan —dije mientras tenía abierta la boca. Nos reímos y pregunté—. ¿Por qué esa cara ? ¿Acaso tomaste ayer?.

—No, no pude dormir y estoy muy cansado. Pero ya va a ser la 1 de la tarde, no pienso intentar dormir más.

—¿Por lo de papá, cierto?

—No, de hecho con el todo acabó muy bien, se disculpó y piensa cambiar, dijo también que quiere que nos vayamos a vivir con mi abuelo Edgar, para que mamá no le toque tan pesado.

—Si todo terminó bien, entonces ¿qué causó tanto insomnio? —pregunte y tome a la gata entre mis brazos.

—Una pesadilla horrible, soñé que me seguían, que estaba en la casa y todo era un desorden, la gente me quería matar. En fin, me levanté como a las 2 de la mañana, encendí la luz y no pude dormir hasta que todo se aclaró. Fue de lo peor que he soñado en mi vida.

También tuve un sueño muy importante anoche, pero no quería decirle; lo misterioso fue haber visto a todos mis familiares en aquel sueño, menos a mi hermano.

Una hora después Tomé un cojín y lo deje de cama para la gata, siempre a donde iba la dejaba sobre el cojín; entonces tomé mi toalla y la lleve al baño, me metí a la ducha y mientras me bañaba dejaba a la gata sobre el cojín al otro lado de la persiana.

Abrí la ducha y el agua estaba demasiado fría, tanto, que pensé dos veces en dejar así y mejor bañarme al día siguiente. Me metí a la ducha y el helor impregnó mi cabeza, mi respiración se acelero y como si hubiera revivido por un instante aquel sueño, vi nuevamente a todos esos personajes alrededor mío mientras escuchaba: "tienen que entender" luego un maullido desgarrador, como si viniese de la gatita; me retiré rápido de la ducha y corrí desesperadamente la persiana, estaba la gata como la había dejado. <¿acaso no era muda?¿Habrá sido solo una extraña visión?> , asimile que nada estaba sucediendo realmente y termine de asearme.

ya vestido era hora de arreglar el cuarto, no quería escuchar musica, ni hablar por redes sociales, abrí las cortinas y el día estaba naraja, demasiado exótico, observe el cielo y se veía rojo, tal vez como aquel sueño y el sol era naranja, pintando las nubes del mismo color.

De repente quería observar ese cielo sin detenerme, me estorbaba pensar en como tantos edificios afectan el panorama. Quería escribir, cantar, bailar y observar el firmamento en silencio con la gata; sin luz prendida, sin claxon, sin ruidos de la urbanización, aunque de solución a eso podía colocar también un poco de piano o guitarra en el reproductor. Me sentía hiperactivo me sentía extasiado  como nunca antes. no quería salir a la calle, no era mi "yo" común.

Mamá llego a casa a las 6 de la tarde y sirvió algo de comer.

—¿Quieres comer hijo?

—Sí mamá, por favor. ¿Cómo estuvo tu dia?

—Bien, tuve nuevamente un accidente.

—¿cómo fue eso? —pregunte con resentimiento al nuevo trabajo de mamá en mensajeria, que ponía su vida en riesgo.

—Un separador de una avenida, pero no quiero profundizar, lo importante es que estoy bien. ¿Has visto el dia?, estuvo de magnífico.

—Sí lo vi, fascinante. ¿Mamá, cuándo vamos a ir a visitar al abuelo Mario? —una pausa prolongada

—¿Mi padre? —preguntó mientras su rostro representaba tristeza—. El murió hace mucho, tú tenías ocho años para esa entonces, ¿Por?

—Mmm ¿y mi abuela?.

—Ella ha vivido en el campo con mi hermano.

—¿Qué le pasó a mi abuelo mamá?

Se quedó en profundo silencio

—No quiero hablar de eso ahorita, mejor come.

Terminé la cena y encendí la radio con el gato y su cojín sobre mis piernas, debía ponerle nombre y mañana ese sería el objetivo. En la radio el locutor decía:

"Hoy bogotá ha presenciado el día más hermoso,  cielo rojo y sol naranja, temperatura cálida y no hubo explicación de este fenómeno  que tanto satisface a los ojos, ¡Ayy! la hermosa naturaleza"

--

—¡¡Otra vez tarde!! —gritaba mama enojada desde la cocina, mientras nos dejaba el desayuno en la mesa.

«Como odio madrugar» pensé yo al mismo tiempo que fruncía el ceño y me arreglaba la corbata del uniforme. Baje las escaleras y me dirigí al comedor.

Huevos revueltos, pan y un poco de carne; ese era el desayuno para aquel primer día de clases, nada motivador.

—¿Y esa cara de trasero? —preguntó mi hermano riéndose, sentado en la silla izquierda junto a mi—. ¡Si sabemos que llegan chicas nuevas, hermano!

Me burlé a medias —No sé, no tengo ganas de nada— respondí.

—Eso lo esperaba escuchar de cualquier persona en el planeta antes que de tu boca Juan Camilo, pero bueno —dijo mamá y suspiro, agregó — No toda la vida se vive con ganas, tristemente. Adiós muchachos, me voy a arreglar para el trabajo, dejen por favor la puerta bien cerrada.

Nos dio un beso en la frente a cada uno y fue a su habitación; cada uno lavo su loza, luego cada uno se bañó la boca y salimos juntos a esperar el bus en el paradero.

Las cinco y algo de la mañana. Frío que estimula el cuerpo, la piel se pone de gallina, los hombros se encogen como apretando el pecho y todo lo que no ves es feo hasta que la bóveda celeste cómo camaleón desmiente el magnífico color.

—William —dije, mi hermano me observó inmediatamente—. ¿Qué nombre deberíamos ponerle a la gata?

—No sé. Yo le pondría Sindi —afirmó

—¿Sindi? —pregunté dudoso aunque me simpatizó el nombre.

—Sí —confirmo y empezó a reírse—. Sindi- entes, Sindi-nero como usted o sindi-versión, también como usted.

Me reí bastante, fue una buena broma de mi hermano, pero luego de una pausa pregunté:

—Pero en serio, ayudame con el nombre de la gata, Pipiliam— vocifere burlándome de su nombre.

—Pues no, es tu gata Juan camilo o debería decir ¿Juancagado? — dijo y se ahogó en las carcajadas—. No, pero enserio no puedo ayudarte. No sé.

Continuamos hablando y molestando hasta que llegamos al paradero del bus, me quedé nuevamente observando al cielo, me fascinaba; observaba alrededor y nada me gustaba tanto como aquel azul frío que pintó las calles y convirtió mi querida ciudad en una atlantis.

Me vino la gata a la mente, le habíamos comprado una caja de arena grande y la deje allí en la mitad de la misma. Ella no suele moverse mucho así que me pareció lo más indicado, mi cuarto es cálido así que no representaría un problema.

—Oiga, ¿Qué le está pasando últimamente?—preguntó mi hermano, extrañado—. ¿En qué anda pensando?, cuando mejor estamos, le hablo y me ignora.

Sentí vergüenza por no responderle, me estaba distrayendo fácilmente. Pero pensando que no lo había tomado tan mal. Le dije:

—Que pena, florecita, no vaya a llorar.

Me miro muy mal, dio la señal de pare al bus que se aproximaba, subió inmediatamente. Se sentó junto a la ventana derecha y yo me senté a su lado, a causa del enfadado anuló cualquier tipo de interacción conmigo.

Bajamos a una cuadra del colegio y después de bajar le dije a mi hermano:

—Oye, William de verdad no sé por qué te pones así, disculpa si te ignoro a ratos pero me distraigo fácil, no se que me pasa.

—Casi siempre que quiero hablar contigo, me dejas hablando solo. Pero bueno, después se me pasara, buen dia. —puso su mano sobre mi hombro y apretó.

Entramos al colegio, el patio estaba lleno de gente, conocidos que chocaban palmas, abrazos de amigos y besos de novios. A mi hermano lo saludaron inmediatamente muchas personas, pues siempre fue de muchas amistades, además era muy simpático.

Todos los estudiantes antiguos y nuevos estaban en el patio esperando que les asignaran salón; primaria luego secundaria, hasta que llegaron a noveno, allí iba a entrar yo.

Llamaron lista, a la vez que hacíamos fila vi unas chicas nuevas muy lindas; los nuevos chicos, unos algo presumidos y otros cabizbajos. Décimo y once fueron designados y todos los estudiantes fueron a sus aulas respectivas.

Llegué al salón, todos estaban llenos de emoción, por primera vez no entendía eso, me sentí aburrido. Los pupitres con rayones me parecían desagradables, las ventana con rejas, estar encerrandome con tantas personas que botan basura, gritan, pelean, se ríen descontroladamente. Esa monotonía no podía disfrutarla.

Sentí que me tomaron de los hombros y me agitaron fuertemente. Estaba en la silla detrás de mí, mi muy querido amigo Cristian con 2 chicas también de muy buena amistad.

—¡llevamos horas llamándote y pinchandote con el dedo! —dijo en tono de burla

Otra vez estaba pensando en cosas e ignoraba lo que pasaba a mi alrededor. .

Respondí sarcásticamente:

—¿Otra vez ustedes? Que mamera

dimos inicio a las risas y acto seguida a la recocha ,hablamos de todo un poco  durante aquel día de colegio que fue únicamente introductor entre estudiantes y maestros.

Todo salió muy bien, llegó la hora de salida me sentía estresado, solo quería volver a casa.

9

Era mitad de año escolar, con muchos amigos, siempre fui bueno para socializar, llevaba el año casi pasado por mis buenas notas y promedios, llegaba a casa y me tiraba en cama junto a una amiga que ya había crecido mucho y a la que le confiaba demasiado. En secreto cerraba la puerta y junto a esa gata escribía poemas, leía libros, estudiaba, hacía tareas e incluso aprendía a cantar y a bailar.

La gata de cierto modo me motivaba y me Transmitía energía, para actuar, moverme, hacer algo. Ya había pasado, seis meses o de pronto más desde que había llegado, la puse sobre mi cama y me acerque a ella, la acaricié bajo la mandíbula y le dije:

—De hoy no pasa, te voy a poner un nombre.

Busqué en mi celular miles de nombres:

Kidy, gris, perla. Entre otros.

Hubo unos que me gustaron bastante como:

Luna, estrella o eternity. Por su significado

Pero al final observaba a mi gata y no le deseaba poner ninguno de aquellos, todos muy normales para la gata más diferente. Después de buscar y caminar en círculos pensando y mirando en celular en busca de opciones, me cansé, puse música y me deje caer acostado al lado izquierdo de la gata. Mis ojos se cerraron poco a poco hasta ceder al sueño.

Pasaron incalculables minutos u horas, abrí poco a poco los ojos y escuche un piano de fondo y una voz grave, producto de la música que había dejado reproduciendo en el celular. con los ojos entrecerrados observe el techo y mientras escuche la canción (una de mis favoritas) "LA VIDA COMO PELICULA Y SU TRAGEDIA, COMEDIA Y FICCIÓN" y esta decía:

"sin embargo te esperaba aunque sin ansias

porque se que en las nostalgias llegas y no dices nada. "

Cómo si hubiese sido premeditado, empecé a sentir suaves pisadas en mi pierna y que subían lentamente por mi cadera.

"Te metes en mi cama, mi cerebro indagas

hasta que no puedo ya ignorarte haga lo que haga"

Esos pasos llegaron hasta mi pecho. levante un poco la cabeza y baje la mirada, la gata se sentó en mi pecho, su cola rodeaba elegantemente sus patas, sus ojos quedaron frente a los míos. Estaba anonadado, aquella pieza de arte musical comentó:

"ha pasado mucho tiempo,

señora inspiración musa y dueña de mis buenos sentimientos."

En respuesta pensé:

<Claro que ha pasado mucho tiempo, pero para que está perezosa se moviera> me dije graciosamente mientras la miraba a los ojos, sonreí.

Ya sabia como llamar a la que me acompaña en cada tiempo libre, la que fue mi mejor compañera en la soledad.

—Señora inspiración, ese milagro que te mueves —dije contento mientras pase mi mano por su cabeza, no hubo ninguna respuesta.  Me relaje y deje caer la cabeza observando el techo, segundos antes de dormir agradecí a Tyrone José Canserbero, por sus aportes a mis ideas.

10

—Chao hijos, que estén muy bien. !Juiciosos¡— dijo mamá como respuesta a nuestra despedida. Cerramos la puerta.

Observe la cara de mi hermano ya iba a cumplir 18 en un par de meses y yo los 17.

—Últimamente te he visto fatal William. — Comenté.

—No he podido dormir, eso es todo. — Respondió seco y con algo de frialdad.

Me detuve y me quedé mirándolo fijamente:

—¿qué has estado haciendo?, ¿Por qué no duermes y vas perdiendo el año escolar? —pregunté

—Juan —dijo con calma mirando al suelo— siento que estoy enloqueciendo.

—¿De qué hablas? No es momento de ideas raras, debemos sacar la familia adelante.

—No, Juan, hay alguien que me está siguiendo —Dijo con voz temblorosa y abriendo los ojos en su totalidad—. Hay alguien y me quiere hacer daño, tal vez un espíritu o una persona, no me siento cómodo ni casa.

Sin ni una palabra abrí los brazos hacia los lados y los deje caer pesadamente contra mi  cuerpo, en señal de incredulidad, torcí la mirada: —ajá

Se llevó ambas manos a la cabeza y siguió caminando hacia la parada del bus, notoriamente parecía loco por su actitud y forma de observar las cosas, pero por terquedad preferí investigar por mi cuenta.

Esa semana iba con una compañera al descanso, a ubicar a mi hermano y observarlo, casi todos los recreos estuvo con su nueva novia, con la cual se sentaban en un pasillo oscuro, donde nadie se solía posicionar para un tiempo libre.

El se sentaba abrazando sus piernas y ella se quedaba junto a él, le preparaba comida y la sacaba de la maleta en recipiente, nunca dejó solo a mi hermano, eran juntos de lado a lado.

Hablé con mamá para que fuera al colegio y dialogará con los maestros, apartó una cita para el viernes.

El miércoles salí con algunos compañeros del colegio al parque, para hacer ejercicio antes de ir a casa y después de un entrenamiento de casi 2 horas, desde el lugar donde estaban las barras divisé a mi hermano con un grupo de muchachos a una cuadra de distancia, sentí una mano en el hombro derecho.

—Hola Juan Camilo, soy Angie.

Una chica pelinegra de cabello largo, cejas gruesas y bien formadas; de boca pequeña y muy rosada, de mirada noble, senos voluptuosos pero con la medida perfecta, caderas anchas, intimidaba observarla más de 2 segundos al rostro, no usaba esmalte, tenía una maleta negra y el uniforme del colegio. Sin pensarlo 2 veces supe que era la mujer más bonita del colegio, la chica nueva de hermosa figura, aquella con la que todos fracasaban en romance, la que no se mete con cualquiera; la "sana" y la  "imposible".

—Supongo que sabes que llevamos 3 meses de relación con William y él me ha contado mucho de ti. Pero últimamente él ha tenido problemas y quería comentartelo para que lo ayudemos.

—Cuéntame entonces —respondí mientras la observaba respetuosamente pero con bastante fascinación. Mis amigos murmuraban entre ellos unos metros distanciados.

—Resulta que yo adoro mucho a tu hermano y él me pidió que no le contara a nadie, pero esto es por su bien, él ...— se le aguaron los ojos y le empezó a temblar la voz, se llevó el puño a la boca e inhalo profundo—. Él me dice que alguien lo persigue, en sueños o tal vez en la vida real. Tiene constantes pesadillas y en la noche me llama por que no puede dormir y no se quiere sentir solo; hemos hablado con el psicologo y me agradeció mucho por apoyarlo, pero eso no ha evitado las depresiones, últimamente se ha metido con malas amistades y ha adoptado vicios que lo terminarán de hundir; no me quiere escuchar y se va con sus amigos, me siento culpable si no lo ayudó y no puedo seguir así. Por favor hagamos algo Juan, necesito hablar contigo más a profundidad y con tu mamá.

Admirable la forma en que mi hermano se hacía querer, la mirada de Angie era de preocupación y su actitud demostraba que sabía el significado de amar.

—Bueno, ¿Sabes dónde queda la casa?—le dije

—No, Juan

—Vale, máma llega en 2 horas, busquemos un restaurante almorzamos y hablamos, luego tomamos el bus y te presento la casa, para cuando estemos allá mamá habrá llegado y puedes hablar con ella ¿Te parece?

—!Sí¡, gracias Juan —dijo y se llevó las manos casi en su totalidad cubiertas con la manga del saco, a los pómulos. Un gesto bastante emotivo.

Me despedí de mis amigos los cuales estaban emocionados de verla. Buscamos con Angie un restaurante.

Ella pidió algo sencillo:

—¿Con eso te basta Angie?

—Sí — dijo con seguridad, la sencillez que es considerada invisible, en ella la podía observar a kilómetros y es una de las más altas formas de belleza porque de ella nace la empatía, el amor a las cosas y las personas.

Tal belleza como la de aquella enfermera que hace semanas vi que sin interés, se acercó para darle de comer, acariciarle el rostro y decirle cumplidos a  una niña desplazada que pedía monedas en la calle.

Sencillez como la de ese hombre que recogió animal de la calle e invertío en él su dinero y su tiempo libre.

—No, Angie, pide con confianza, por favor. — sonreí no con ánimos de quedar como sobrado, pero si con ganas de gastar hasta el último peso en un ser humano. tratándose no del que más pida, si no del que más te motive a dar.

—No, no graci…

—Por favor —le dije y la observé con calidez — Estás agotada y estresada.

—Bueno, muchas gracias.—pidió una bandeja paisa, al igual que yo quería disfrutar un poco de las deliciosas recetas de la patria.

Me comentó que William al principio no era así,  ella vio el descenso de él, lo presenció y lo acompaño, me comentó que de verdad el me decia las cosas pero que evitó contarle a la familia por que lo íbamos a tratar de ridículo (y así lo hice sin querer en la mañana antes de la escuela).

Ya sabiendo la verdad, me pidió que lo escucháramos y hablásemos con él. Había entrado a vicios y descuidado la escuela porque la soledad lo frustra y lo preocupa; era realmente un cambio psicológico del que ella me pidió estar muy pendiente.

Nos llevamos super bien, me levanté pagué la cuenta, como siempre di las gracias antes de partir hacia al paradero a tomar el bus. Llegamos a la casa a las 6:15 y mamá estaba, a tiempo para que habláramos.

Después de una larga conversación, mamá agradeció a Angie, llamo un taxi para que la llevara a la casa. Después mamá quedó con los codos recostados en la mesa y las manos rodeando la cabeza, pensando preocupada sobre la situación.

Tomamos la decisión de que William debía ser un foco en estos tiempos, había mucho por hablar y por hacer.

Entré a mi cuarto triste. Allí estaba la señora inspiración esperándome sobre su cojín. Debía limpiar, consentirla un poco y aprovecharla para escribír y pasar así todo estrés.

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