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No te necesito

—Eres un maldito bastardo—escupió Adam aun cuando el sonido de la bala seguía en el aire, llamando al resto del grupo. Aun cuando todo mi cuerpo seguía pasmado, inmóvil.

Pero cuando vi que Adam elevaba el arma, dispuesto a disparar por segunda vez y en la cabeza de Rojo, me lancé a tropezones para colocarme frente a él.

— ¡No! — chillé, extendiendo mi mano frente a su rostro—. ¡No lo hagas! ¡No te atrevas a disparar! —El corazón estaba a punto de ser expulsado a través de mi boca cuando grité.

Al ver que parecía inmóvil y con un gesto contraído, giré en torno a Rojo. Asustada, llevé mis dedos temblorosos a su brazo herido a pesar de que sabía que su herida sanaría. Y tan solo intenté tocarlo, él se apartó de mí.

—No me toques—gruñó bajo, sus orbes carmín se anublaron, rayas negras se estiraron desde su rasgado iris sobre toda su pupila.

En ese instante en que quedé anonadada, vi su nariz contraerse, todo el puente se arrugó con fuerza enrojeciendo su piel pálida, sus colmillos se apretaron y un gruñido de rabia— un greñudo bestial—, se escupió a través de ellos.

Estiró tanto sus carnosos labios que la piel de ellos se le abrió y la sangre comenzó a correrle por el mentón.

Toda mi sangre se heló.

— Rojo...

Su nombre terminó en un tono débil cuando vi, con mucha sorpresa, como la bala— esa misma que atravesó la piel de su hombro— era impulsada fuera de la herida y golpeaba el suelo dejando un sonido metálico haciendo eco.

Estaba impresionada de que el cuerpo de rojo expulsara la bala. ¿Podían hacer eso todos los experimentos?

—Pym, apártate.

Oh no. No iba a hacerlo.

— ¡No me lo pidas porque no lo haré! —grité exasperada, volviendo la mirada a Adam—. ¿Cómo te atreviste? ¿Por qué le disparaste? ¡Él no hizo nada malo!

Con sus labios retorcidos, Adam pestañó sin dejar de pasar su mirada de mí a Rojo. Apretó los dientes y negó.

—Solo míralo—señaló con el arma a Rojo, ya incorporado, ya con la herida de su brazo cerrada y limpia—, consumió carne. Si la medicina no le sirvió, nada lo hará. Ya no nos sirve.

¡¿Ya no nos sirve?! Esa palabra fue la única que apresó mis pensamientos. ¿Qué le sucedía? No estábamos hablando de un objeto, menos de un animal, estábamos hablado de Rojo.

La respiración comenzó a costarme, estaba alterada, sin armas para amenazarle porque aunque le dijera que no disparara, solo ver esa mirada me hacía saber que no me haría caso. Y si yo me apartaba un poco de Rojo, él lo aprovecharía para disparar.

—Adam, ¿sabes lo que acabas de hacer? Esos monstruoso pueden escuchar el disparo —gritó Michelle desde atrás, fue la primera que terminó trotando de la montaña de carne humana, hasta Adam, con su arma entre las manos. Sus ojos buscaban una respuesta, una explicación en nosotros tres, una que, tuvo enseguida por Adam. Y cuando él bajó la mirada y ella se la clavó con molestia, vi algo más... Algo muy familiar

— ¿Qué están haciendo todos aquí? — exclamó él, ignorando a Michelle y aseverando su mirada en los demás—. Vayan y cuiden las entradas, ¡ya!

Un aplauso muy ruidoso, los hizo saltar, todos excepto Michelle y Rossi se fueron, volviendo a sus antiguos lugares.

—Adam—la voz de Rossi nos hizo volver a voltear—. Ahora tenemos que irnos antes de que un experimento nos intercepte.

— No hasta matar a este cabrón— espetó él

— ¿Hizo algo malo? ¿Atacó a Pym, te atacó a ti? —cuestionó Michelle, pero su tono de voz, podía decir que no había sido para nada seria, todo lo contrario, lo soltó como si estuviera hablando de un chiste. Pero tan solo envió la mirada a él, y toda esa sonrisa divertida se transformó en una gruesa línea—. Yo no veo nada de eso, aun cuando le disparaste él sigue conteniéndose, Adam.

—Comió carne—pronunció las palabras con repugnancia.

—Carne podrida—solté rápidamente haciendo que ambos me vieran.

—Adam, el sedante calma la ansiedad en los experimentos, disminuye el hambre por al menos diez horas, pero no cambia la alteración en sus papilas gustativas— Me pregunté, a qué se refería con esas palabras—. Toma en cuenta que si mordió un brazo en putrefacción, fue decisión suya calmar su apetito con algo muerto que con algo vivo. Mientras no intente atacarnos, seguirá con nosotros—replicó Rossi sin dar otro paso para acortar nuestra distancia.

Cuánta razón tenía ella, no lo había pensado hasta este momento. Rojo estaba rodeado de carne fresca, nosotros, tal vez era por eso que él se apartó del grupo, porque se sintió tentado, y para calmar su hambre, comió de ese brazo masculino.

— Además, lo necesitamos mucho, Adam. Baja el arma y...

— ¿Es qué estas sorda? —Adam interrumpió sus palabras, torciendo sus labios, y volviéndose hacía mí dejando en claro en que aquella pregunta no había sido para nadie más que para mí. Michelle torció su rostro y miro, desconcertada e indignada el suelo—. Muévete—Un tic desesperado se añadió a su pierna derecha, vi su brazo tembloroso, notado como deseaba extenderlo para tomarme de la muñeca y apartarme. Bajó el arma, sin dejar de mirarme, y respiró: —. No le voy a disparar, pero no permitiré que pases otro minuto a su lado.

Tragué con fuerza al notar la preocupación en sus orbes marrones. Al notar como extendía su mano, esperando a que yo la tomara. Al instante negué, no me alejaría de Rojo, y mi respuesta en movimiento, le endureció la quijada.

Su mirada clavada en mí, oscureció, esa fuerza con la que me observaba profundamente me estremeció los huesos.

—Bien... Mich, si tienes otra inyección, será mejor que se la pongas ya—ordenó él al final, sin dirigirle una mirada a la rubia que, parecía molesta.

—Iré por la inyección— aviso, su tono bajo, severo, mostrando en su mirada el recelo dirigido hacia él.

Michelle se marchó luego de sus palabras, exclamando algo contra Adam que no alcancé a entender porque había sido soltado en otro idioma. Rossi, por otro lado, se quedó observándolos, atenta a cualquier cosa que sucediera mientras la rubia se le acercaba para pasarla por alto.

Fue extraño, cuando inesperadamente mis ojos dieron una veloz mirada a la montaña de cuerpos desmembrados, atisbando esa cabeza femenina resalando desde lo más alto y quedando atrapada entre brazos y piernas, pero no pude contemplar más fijamente en esa escena, ni siquiera inquietarme por la cabeza siendo succionada por algo en el interior de la montaña, cuando sentí las garras de Rojo tomando mi brazo con una fuerza bruta que me hizo quejar.

—Apártate, Pym.

Mis ojos se abrieron en grande al escuchar la arrastrada voz bestial de Rojo explorando mis entrañas y volviendo mis rodillas gelatina, ni siquiera me permitió reaccionar o moverme para verlo cuando él me apartó de su lado, colocándome detrás de él. Por ese momento, pensé que sucedería lo peor, que Adam dispararía y que Rojo se lanzaría sobre él, pero cuando vi hacía donde Rojo dirigía su rostro con sus enrojecidos parpados cerrados, toda el alma se me estremeció.

Su mano apretó mi brazo, ni siquiera había visto la forma escalofriante en la que el brazo que acorralaba el mío estaba torcido, pero no podía poner atención a esa posición ni a nada más que no fueran todos esos miembros removerse poco a poco desde la cima de la montaña.

Mis ojos se rasgaron de horror.

—Les dije... — pausó Rojo, espesamente entre dientes, retrocedió un paso más pegando casi por completo su espalda a mi cuerpo, su mano apretó mi brazo—...que no era seguro.

— ¿A qué te refieres? —quiso saber, rápidamente tomando su arma entre sus manos, tratando de descifrar la mirada que Rojo le daba tanto a él como a la montaña que Adam no tardó en girar para ver—. ¿Qué es lo que estás viendo?

Adam hundió con sorpresa su entrecejo, y cuando ladeó un poco su cabeza y miró a sus ojos tratando de descifrarlo, me di cuenta que nadie más que nosotros nos habíamos percatado de ese aterrador movimiento que por el momento, había quedado quieto. Pero que estaba más que claro que... algo se ocultaba en todos esos restos de humanos.

Un experimento.

Un monstruo.

Y de repente ese pedazo de pie, cuyo hueso era lo que más se veía a causa de la poca y delgada piel, cayó al suelo y se deslizó hasta golpear el calzado de Rossi, quien no tardó en bajar la mirada y tensarse al verlo. Su rostro, fue subiendo, en esa dirección, contraído desde su mirada mientras analizaba los miembros humanos en putrefacción

—Contesta, ¿hay otro experimento cerca? —exclamó con más fuerza Adam, esta vez, tomando el arma rápidamente en sus manos y señalando a Rojo, amenazándola con él.

— ¡Caímos en una trampa! —escupió en un gritó, Rojo clavando sus enrojecidos ojos en Adam—. Esto era una trampa, imbécil...

Rojo todavía no terminaba de repetir sus palabras con una gravedad que me hizo aferrarme a su agarre cuando la escena delante de nuestros ojos empeoró.

El resto de pedazos de carne se sacudieron y resbalaron a montones junto a Rossi, casi como una lluvia, pero sin cubrirla. Ella retrocedió a brincos con el arma señalando la montaña temblorosa y sobresaltada. El sonido y las exclamaciones del resto del grupo que se hallaban del otro lado, al igual que la voz de Rossi llamando a Adam, hicieron que al fin él se diera cuenta. Supiera la razón del terror llenando el comedor a montones.

Llenando, incluso, nuestros cuerpos de horror.

El aliento se me escapó del cuerpo cuando, de entre todos esos restos humano, un exagerado cuello largo se estiró de lo más alto de la montaña. Un cuello arrugado y con partes de piel negras y agujeradas. Lo aterrador y horripilante, no era ver los metros del cuello que alguna vez fue de un tamaño normal, si no ver su rostro.

Ese demoníaco rostro deformado con una larga boca de comisuras rasgadas cuyos labios puparas se entreabrieron, mostrando ese interior repleto de largos colmillos amarillentos. Colmillos que me llevaron al pasado, justo a esa ventanilla donde aquel hombre rogó que abriéramos la puerta, y al final no lo hicimos. Su rostro terminó mordisqueando por esos mismos colmillos. Arrancado su rostro y tragándolo por ese escalofriante cuello.

Sí, esa cosa era uno de los monstruos que Rojo y yo vimos en el área roja.

Petrificada, busque algo más de donde sostenerme de Rojo al sentí que toda mi alma se escapaba cuando esos labios estirando una sonrisa rotundamente macabra...

Oh maldición, esa cosa nos estaba sonriendo.

Nos estaba sonriendo. Y aunque sus ojos no se habían puesto sobre ninguno de nosotros, sabía que disfruta de nuestros terror, disfrutando seguramente de como su presencia nos había dejado pasmados, en shock y probablemente, por poco inconscientes. Torció la cabeza, ese movimiento me recordó a las veces en que Rojo había torcido la suya para mirar a otro sitio.

Ver la parte de atrás de su cabeza me mareó, que si no fuera por la mano de Rojo apretándome, ya estaría en el suelo.

Tenía un brazo... un brazo saliéndose de la parte superior del cuello, bajo la nuca. Un brazo con cinco dedos engarrotados. Era tan largo y delgado que apenas podía hallarle la forma. Lo peor fue encontrar que entre sus garras, sostenía la cabeza femenina, aquella que había visto resbalar al principio, aquella a la que le faltaban los ojos y la nariz.

Apreté mis labios y me obligué a ver la espalda de Rojo. Estaba segura de que él recordaba al experimento, ¿y cómo no hacerlo? Nadie nunca olvidaría esos ojos, esos colmillos y ese cuello.

Sin embargo, había algo grotesco que no encajaba, y era él, todo él. ¿Cómo obtuvo ese tamaño? ¿Cómo en tan pocos días había crecido tanto? Recordaba que apenas cabía en el pasillo del área roja, pero había cambiado mucho.

A mi mente volvieron las palabras de Rojo golpeando cada pequeña área de mi cabeza, mencionando que era una trampa, que nos tendieron una trampa. ¿Él había acumulado los cuerpos? ¿Era una trampa?

Y el horror hundió el comedor de gritos chillones y disparos que se añadieron a la desesperación. Uno tras otro disparo atravesando parte de su cuello. Ninguna bala lograba a travesar la cabeza por la forma en que esa cosa se movía, como una sutil serpiente. Y mientras se movía ágilmente, pareció observar al resto del grupo en vez de a nosotros. Entonces, con los espasmos estrujándome los huesos, vi como ese cuello se estiró tanto que lo arrugado de su piel se reventó como una herida, sangrando. Se estiró tanto hacía el otro extremo del comedor— extremo que no podíamos ver—que más de la mitad de los cuerpos trozados resbalaron a nuestros pies.

Sentí los dedos de las manos de Rojo explotar, incluidos aquellos que se mantenían rodeando mi brazo. La sangré se salpicó en mi piel, estremeciéndome por lo helada que era. Miré que de sus nudillos reventados, esos tentáculos salieron, delgados y en un gran número volviendo a retomar su agarre sobre mí, pero no en mí brazo, sino alrededor de mi cintura. Era un toque que apenas sentía, pero era firme sobre mi cuerpo.

Cuando levanté el rostro para darme cuenta de que estaba volteando hacía mí, elevó un tentáculo más pequeño que otros y lo colocó frente a sus carnosos labios manchados de su propia sangre. El pequeño apretón de su boca me hizo entender una cosa:

Él no quería que hiciéramos ruido.

Adam también pareció entenderlo cuando soltó la exhalación y apartó su dedo del gatillo. Por otro lado, Rossi también estaba inmovilizada, y mucho más cerca de la montaña de cuerpos, con el arma apretando su estómago y el rostro pálido como el de los muertos.

Pero era confuso. Entendí que esa monstruosidad se guiaba por el ruido, pero tenía ojos, al final de cuenta nos había visto y miraría nuestros movimientos en cualquier momento. Entonces... ¿por qué no debíamos hacer ruido?

Empecé a exasperarme, mis dedos enloquecieron con la necesidad de apretar algo, pero fue demasiado tarde al darme cuenta que parte de los tentáculos de Rojo, estaban rodeando hasta mis brazos, lentamente.

Dejé de pensar, mi cuerpo respingó y mi corazón saltó de horror cuando un grito de dolor se alzó entre todo el terreno y entonces, aquel cuello se volvió al lugar que tuvo en un principio pero... con una enorme y atroz diferencia.

Ahogué un chillido al ver como ese delgado cuerpo se sacudía con una rotunda turbación en el viento, sus brazos moviéndose, sus puños golpeando el rostro del monstruo para que liberara su cabeza. Un crujido que a todos nos paralizo, fue suficiente para hacer que aquel cuerpo que colgaba desde su boca, dejara de pelear para sobrevivir.

Fue entonces que después de que las voces del grupo gritando que se retirarían, que el monstro soltó a su presa sin vida y se escabulló el cuello en dirección a ellos, otra vez.

Inesperadamente, entre el terror y el shock, mi cuerpo fue levantado en el viento. Clavé la mirada no en los tentáculos sino en Rojo que no estaba mirándome, él seguía vigilando a la monstruosidad y como atacaba del otro lado. Quise aferrarme a sus tentáculos, preguntándome por qué me levantaba, cuando tan solo vi el lugar al que me acercaba, y lo entendí.

Habían cuatro puertas en este comedor, una que fue por la que entramos; otra del otro lado de la montaña cerca de varias mesas acumuladas una sobre otra; la tercera estaba junto al elevador, esa sin duda era la más cercana si no fuera porque estaba derrumbada y muchos escombros dejaba un pequeño espació para salir al otro lado de la puerta; y la última y cuarta, era la que estaba junto a una pequeña recepción destruida.

Esa perta era la que estaba libre y cerca de nosotros. Sus puertas quebradas dejaban ver un poco el pasillo del otro lado.

Esa... Esa era a la que Rojo me llevaba. Me estaba queriendo salvar.

La montaña se desboronó delante de Rojo y los demás. Miembros, huesos, órganos y huesos, todo se extendió alrededor de los tres, dejándonos ver que del otro lado, el grupo había desaparecido por el pasillo de aquellas puertas que aún se ondeaban de un lado a otro.

Escaparon. Aunque no todos, pero al menos escaparon...

Solo faltábamos nosotros.

Me estremecí cuando me dejé recorrer ese indescriptible cuerpo del monstruo. Su tamaño se había triplicado, sus piernas eran algo que ya no lograbas ver, mucho menos imaginar que aquello alguna vez tuvo la forma de un experimento joven y humano. Pestañeé cuando lo vi arrastrarse cerca de la entrada por la que los otros escaparon. Esa cosa iba a perseguirlos, o eso parecía querer hacer.

¿Nos estaba ignorando o se había olvidado de nosotros? De otra forma estaría dejando de arrastrarse y nos atacaría, pero durante esos segundos no hizo más escabullirse con lentitud... ¿No podía vernos?

Los tentáculos de Rojo se deslizaron fuera de mi cuerpo, hasta ese instante me di cuenta de que mis pies ya habían tocado el suelo, pero estaba tan perdida en el panorama que no lo sentí.

Rojo me miró sobre su hombro. Lentamente y sin quitarme la mirada de encima, fue volteando su cuerpo hacía mí dirección. Y mientras esa cosa trataba de llegar a esas puertas, él comenzó a caminar, dando sigilosas pisadas en los pedazos del suelo libres de partes humanas. Adam pronto lo imitó haciéndole una señal a Rossi de que hiciera lo mismo.

Era tanta la tensión, que mis pulmones estaban tan atascados, me costaba respirar. Vigilé sus pasos y cada movimiento de la monstruosidad detrás de ellos, atemorizada de que en cualquier instante se girara y levantara el cuello.

Una exhalación resbaló entrecortadamente de mi boca cuando vi a Adam señalar a la puerta. Asentí, viendo de reojo a Rojo para saber los metros que le faltaban por llegar a mí.

Giré, lista para obedecer a Adam. Sacudí mis manos sudorosas y llevé mis brazos al primer trozo de puerta, sin esperar que con mi leve empujón, ésta...

Terminará chillando.

Y no fue todo lo que hizo, después de ese chillido la puerta terminó cayendo al suelo, levantando una leve pared de polvo frente a mí.

Dejándome congelada.

Bajo una sacudida de mis huesos, todo el cuerpo se me hizo gelatina cuando el sonido hueco se alargó por detrás de nosotros.

Maldije, maldije miles de veces por no darme cuenta que todo ese tiempo la puerta había estado desatornillada del marco, haciendo que el esfuerzo de Rojo no fuera nada.

Escuché esa espeluznante risa extendiéndose por el techo, y sentí sacudir mis huesos. No hacía falta voltear para saber que ya estábamos acabados, pero lo hice, para encontrarme con aquel cuello estirándose como una liga, y esos esféricos ojos negros resplandeciendo en mi dirección. A pesar de que estaba a muchos metros de mí, podía sentir su aliento cerca.

— ¡Pym!

Repentinamente fui golpeada por algo más que no había sido su cabeza o esa boca bestial con cientos de colmillos lista para morderme, lo único de lo que fui capaz de darme cuenta por la forma rotunda en que salí volando fuera del umbral del comedor, fue sentir a mi cuerpo deslizándose por un suelo de porcelana y mi espalda golpearse contra un cumulo de rocas.

Mis sentidos se sumieron en un atroz silencio que me dejó quieta en el suelo, sin poder respirar por el impacto del dolor en el centro de mi espalda.

Con la mirada paralizada en el umbral, vi como la imagen se me nublada en segundos. Con cada borrosa imagen mis parpados se cerraban y volvían abrirse con lentitud, viendo hacía alguna parte del corredizo, solo hasta que un quinto parpadeo me hizo capaz de ver esas dos personas corriendo hacia mí.

Después de eso... Después de ver como Rossy y Adam se inclinaban, y como su entorno oscurecía conforme tomaban mi cuerpo, no recordé nada más.

(...)

Estaba oscuro.

Sombrío.

Apenas era capaz de diferenciar las sombras alrededor de lo que parecía ser una nueva habitación a causa de esas linternas repartidas en cada parte de la misma. Me encontraba recostada en el suelo cerca de una pared, esa sensación tan familiar me hizo estremecer en tanto me sentaba, justo como lo hice en aquella oficina en la que desperté atrapada. El miedo llenó mi cuerpo cuando al sentarme, recordé el comedor, la puerta y los tentáculos de Rojo golpeando mi cuerpo para salvarme, y yo deslizándome por el suelo.

Había perdido la conciencia, pero eso ya no importaba, ¿en dónde me encontraba? ¿Dónde estaban los demás? ¿Dónde estaba Rojo? Recordé que solo vi salir a Adam y Rossi del comedor, pero no a él...

Estaba a punto de levantarme, de abrir la boca y llamarlo, cuando esos brazos me detuvieron desde los hombros.

Sentir ese calor enviando descargas eléctricas por todo mi cuerpo, me recordó a él, llenó mi cuerpo de una nostalgia que me hizo suspirar entrecortadamente.

—Ro...

— ¿Estas bien? ¿Te duele algo?

Quedé inmóvil ante la interrupción, sabiendo, reconociendo que esa voz de tonos graves que no le pertenecía a Rojo, definitivamente él no era Rojo. No tuve que alzar la cabeza y mirar su rostro sombría para saber que él era Adam.

— N-no—respondí corta de aliento—. ¿En dónde estamos?

—Estamos a salvo, logramos llegar a uno de los bunkers, así que no tienes de que preocuparte—respondió con delicadeza—. Encontramos baterías, muchas y de todos los tamaños que podrían servirle a las radios de la base. Ya podremos comunicarnos con el exterior, Pym.

Sus palabras llenaron de extrañas sensaciones mi cuerpo, una de todas esas sensaciones era la emoción que me hizo buscar su rostro entre todas las sombras.

— ¿Baterías? — no pude creerle. Sin embargo, esa emoción disminuyó cuando una pregunta golpeó mi cabeza—. ¿Dónde está Rojo?

Me aparté de su agarré, enviando miradas a los lados, sobre todo a esa nueva luz que se abrió paso desde el fondo de la habitación, alumbrando el suelo, las patas de una cama personal toda desordenada, y unos pies en movimiento. Reconocí ese calzado de tenis, le pertenecían a Rossi.

—Tranquila Pym, todos estamos a salvo—habló Rossi, dejando que la luz alumbrada el pedazo del suelo en donde mis manos se recargaban—. Él también.

Mi cuerpo quiso soltar la exhalación que había estado reteniendo, una exhalación que no consiguió salir por lo endurecido que estaba mi cuerpo y lo temblorosa que me encontraba. Seguí viendo alrededor, en busca de él, hasta que Rossi se inclinó y me estiró una botella de agua. Dudé en tomarla, pero al final lo hice sin dejar de revolotear la mirada entre las sombras de la recamara, esas sombras apenas coloridas que me consternaron.

Todos parecían ser muebles... y ni uno ser Rojo.

— ¿Esa cosa murió? —pregunté, sintiendo mi voz débil, pero entre tanto silencio a pensar de la debilidad, mi pregunta fue escuchada por ellos.

—No, pero Rojo 09 lo detuvo —contestó Rossi, escuché su largo suspiro de cansancio—. No tuviste ni una herida pero si recibiste un buen golpe así que deberías dormir un rato. No te preocupes, este lugar nos mantendrá a salvo, nada puede entrar y nada puede vernos ni escucharnos.

Algo estaba mal. ¿Por qué Rojo no se me acercaba? ¿Si quiera estaba en esta habitación? Y sí no lo estaba, ¿a dónde había ido? Volví a tratar de levantarme, esta vez, en vez de que las mano de Adam me detuvieran, me ayudaron a pararme, rodeando uno de sus brazos en mi cintura, y apretando su agarre hasta incorporarme.

— ¿Esta aquí? —quise saber, dando un par de pasos para que ese inquietante brazo, dejara mi cintura, lo cual sucedió segundos después. No tarde mucho en seguir caminando, aclarar mi visión y ser consciente de que... definitivamente Rojo no estaba aquí.

—Está en la habitación de al lado...—la respuesta de Rossi me desconcertó tanto giré nuevamente a ellos, a sus sombras y a esos rostros apenas visibles.

— ¿Por qué en otra habitación? —la pregunta retumbó en mi interior.

Hubo un silencio perturbador que hizo que toda clase de ideas se construyeran en mi cabeza de inmediato. Una habitación diferente, ¿por qué se alejaría de nosotros? ¿Era el hambre? ¿O la tensión? ¿O era otra cosa? Mis manos temblorosas formaron puños apretados, decididos.

—Voy con él—La voz salió firme y fuerte, al igual que mis pasos con pisadas macizas sobre ese suelo de porcelana. Nuevamente, cuando empecé a rodear lo que parecía ser un sofá, esa enorme mano me detuvo del codo y me atrajo cerca de su cuerpo masculino.

—No puedes, Pym—Su voz, tan cerca de mi rostro como su cálido aliento acariciando mis mejillas, trataron de nublar mis pensamientos, pero reaccioné, empujándolo.

—No te estoy pidiendo permiso, sé que algo le pasó—No se lo grité, pero si lo aclaré. Nadie me detendría para ir con Rojo.

Porque quería ir con él, porque seguramente... me necesitaba. Di la vuelta sin esperar a que Adam dijera algo contra mi decisión, pero tan solo lo hice el cuerpo de Rossi apareció frente a mí.

—No puedes, Pym —repitió las palabras de Adam, con más fuerza de la que él lo hizo—, y él no quiere que lo molestemos, mucho menos que tú vayas a verlo.

Pestañeé confundida. ¿Rojo en verdad dijo eso? Miré el suelo y luego volví a ver sus ojos, tratando de saber si no estaba mintiéndome, si no trataban de alejarme de él después de lo que sucedió.

—No quiere verte, eso dijo Rojo 09—sostuvo la firmeza de su voz femenina. Sorprendiéndome dejándome más confundida.

— ¿Por qué? —deseé saber.

—Le di el sedante para tranquilizarlo—comenzó, haciendo una pausa que desespero mi interior—, pero hay algo en él que cambió Pym, mejor no vayas a verlo hasta que él salga por su propia voluntad y vuelva aquí.

¿Algo de él que cambió? Con mayor razón debía de verlo.

—No me detengas—solté al instante tomando otro camino lejos de ella y él, dirigiéndome hacía la linterna más cercana, si la utilizaba me ayudaría a encontrar fácilmente la puerta—. Voy a ir con él.

Mis palabras se atascaron en alguna parte de la habitación. Estiré mi mano y tomé la linterna del pequeño mueble que parecía una mesita de café, y señalé al frente. La luz iluminó un televisor sobre un mueble de muchos cajones, moví mis manos con las que sostenía la linterna, y fui iluminando el resto de una cocina pequeña hasta llegar al fin, sobre una puerta. Una salida que llevaba al pasillo.

Suspiré, moví mis piernas y recorrí el corto pasillo que daba a la salida, estuve a punto de abrir la puerta al colocar mis dedos sobre la perilla, cuando la voz áspera de Adam me dejó en shock:

—Se deformó —Mis dedos resbalaron de ese metal frio y dorado—. Ese experimento se deformó.

—Lo que Adam quiere decir, es que parece que su cuerpo ya no es capaz de restaurar su forma natural... No sabemos si lo hará más adelante, pero por ahora él tiene esa forma.

Mi pecho se oprimió y esa sensación cubrió todos mis músculos, inclusive a mi corazón que paso de estar acelerado a estar lento y congestionado. Lo entendí, entendí por qué Rojo no quería que lo viéramos, que yo lo viera. Pero debían estar equivocados, sí, debían estarlo, después de todo Rojo era fuerte, siempre que sacaba sus tentáculos, después volvían sus brazos.

Abrí la puerta, negándome a creerles, dejándome apreciar las blancas paredes del pasillo, y ese techo repleto de tubos y farolas que iluminaban cada milímetro del bloque de habitaciones desoladas y ocultas en un escalofriante silencio. Bastó con mirar a mi derecha para saber que nuestra habitación era la primera del pasillo, y solo así supe que Rojo se encontraba en la habitación de la izquierda.

Salí, cerrando la puerta tras de mí Tragué el nudo en mi garganta, ese que a causa de Rossi y Adam se había construido, y empecé a caminar hacia la siguiente puerta de perilla dorada, sin dejar de ver los lados del pasillo con temor de que un monstruo apareciera.

Extendí mi mano, notando como mis delgados dedos temblaban, aumentando su nerviosismo conforme me acercaba. Y cuando toqué la perilla, cuando mis dedos la rodearon con una enorme necesidad, abrí la puerta.

Odié el chirrido que la puerta soltó cuando la empujé hasta hacerla chocar contra la pared detrás de ella. Observe toda esa oscurecida vista en el interior de la habitación, y miré alrededor aun cuando sabía que no encontraría nada, al menos hasta usar la linterna.

Lo cual hice enseguida. Y tan solo la luz tocó el suelo de la recamara y yo me adentré a ella, un gruñido alargado y muy bajo me paralizó.

— ¿Qué estás haciendo aquí? —Abrí mucho los ojos, iba a retroceder sino fuera porque sabía que esa voz engrosada y bestial le pertenecía a Rojo.

Me atreví a que, antes de responderle, mi mano libre tomara la puerta y la cerrada, porque en ese momento, estaba segura de que no me iría de la habitación donde él estaba.

—Vine a verte— Rogué a mi voz no debilitarse, y a mis rodillas en los siguientes pasos no traicionarme y desfallecer.

—Yo no quiero verte—espetó, su tono bajo siguió haciéndome incapaz de reconocer de qué lado de la habitación se escuchaba—. Para Pym, sal de aquí.

Negué, segura de que él había visto mi cabeza moverse a los lados, al igual que la forma en que mis piernas caminaban cada vez más en el interior del cuarto. Se me ocurrió levantar la linterna para buscarlo, pero lo primero que terminé alumbrando fue ese sofá removido de su lugar frente al televisor, estaba a centímetros de mi cuerpo, impidiéndome el paso. Subí más la linterna, y cuando estuve a punto de alumbrar el resto de una cama, mi muñeca recibió un grotesco golpe que hizo que mis dedos soltaran la linterna.

Un golpe entre las tinieblas y otro detrás de mí, cerraron mis pulmones, endurecieron mis músculos e hicieron que ese escalofrío resbalara por toda mi columna. Y me contraje, mi cuerpo se volvió tan pequeño cuando ese aliento caliente abrazó mi cabeza, por detrás...

Lo supe.

Él estaba detrás de mí.

—Te dije que te fueras.

Aún en esa posición en la que me había sobresaltado su aparición y su monstruosa voz, negué. Negué cuantas veces pude con la cabeza, haciendo que todos mis cabellos se restregaran en mi rostro.

—N-n-n...—volví a tragar, buscando mi voz—. No me voy.

— Después de lo mucho que deseaba devorarte mientras intimábamos— Su voz baja y engrosada exploró mi cabeza —. Después de que todavía estaba a punto de matarte. Ni siquiera tengo brazos, y mis ojos..., Pym, ¿aún quieres quedarte?

¿Sus ojos? ¿Qué tenían sus ojos? Quise saber, pero me rehusé a preguntarle. Solo haría que se enfadara si le daba a entender lo mucho que me importaba su aspecto, mejor que supiera que no me importaba. Yo quería quedarme a su lado, quería estar con él. No tuvo la culpa de golpearme con sus tentáculos con esa fuerza, todo había sido para impedir que ese monstruo me tomara.

—Sí.

Obligué a mi cuerpo a reaccionar, a mis piernas a moverse para girarme y subir mi rostro. Cuando hubo un pesado silencio, un suspenso sin final, volví a atreverme, esta vez, a subir mi mano hasta la altura en la que creí que estaría el suyo, observándome.

—Porque quiero estar contigo— sinceré, llevando mi mano a buscar su rostro, aquel rostro al que no tardé en encontrar una de sus mejillas, caliente y húmeda. Fiebre. Rojo tenía fiebre —. Estamos juntos, ¿no era eso lo que querías? Sé que hay una salida, sé que puedes mejorarte.

Una fuerte exhalación abrazando por completo mi rostro, me estremeció, me hizo temblar, pero no lo suficiente como para desbaratar mi cuerpo. Tampoco fue suficiente para hacerme temblar cuando uno de sus tentáculos rodeando mi muñeca apartó mis dedos de su mejilla.

—Rojo...— lo llamé, bajo, anhelando que me dejara acercarme—. No eres un monstruo. Hallaremos la forma de sanarte.

Respingué enseguida al sentir un par de sus tentáculos deslizándose en cada uno de mis tobillos, y subir por el resto de mi pierna, lentamente. Mi corazón se aceleró del susto por cada centímetro que subían en mis muslos, apretando cada vez más mi cuerpo y exprimirlo cuando rozaron mi entrepierna.

Un gemido de sorpresa se resguardo en mi garganta, mis manos se endurecieron en cuanto sus tentáculos se deslizaron por mi entrepierna, tocando mi vientre y deslizándose un poco más dentro de la sudadera que llevaba puesta.

Jadeé.

—No estás viendo las cosas como son, solo como quieres verlas —La presión en mi vientre me tambaleó, quise apartar sus tentáculos de esa zona pero él apretó su agarre, haciéndome gemir del susto—. Pensé que serías más inteligente, pero después resultaste ser predecible Pym— Pestañeé al sentir la presión dolorosa escocer mis ojos ante sus palabras rondas e hirientes —. Yo... al final no te necesito más que para tener sexo.

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