—Señor... este asunto... Vale, todo es culpa de la dinastía Qinshen. Espero... —el Emperador Qin se dio cuenta del error en sus formas. Ese hombre era demasiado fuerte. Pensar que incluso el Anciano Huang y la Anciana Yin no serían su rival.
—Espera unos cojones... —Lin Fan rugió furiosamente. Balanceó su hacha, la cara del Emperador Qin cambió mientras trataba de bloquear con todo lo que tenía. A pesar de eso, fue expelido hacia atrás por el tremendo impacto, chocando contra el ring de combate de piedra caliza como una cometa que había sido cortada.
Lin Fan era como un dios a medida que descendía lentamente sobre el ring. Debajo de él, todos los discípulos de ambas sectas no se atrevieron a soltar un solo sonido. Sus Ancianos habían sido derrotados ante sus propios ojos, e incluso ahora mismo, nadie sabía si estaban vivos o muertos. Todos estaban atemorizados.
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