La brisa era suave y fresca. De pie en el patio y bañando la brillante luz de la luna, Lucien se sintió revitalizado.
Sin embargo, en ese momento, Lucien se dio cuenta de que estaba siendo grosero al quedarse mirando a dos hermosas mujeres que también estaban en el patio, acurrucándose y besándose. La emocionante escena de las dos bellezas mostrando su amor mutuo a la luz de la luna era como una fabulosa pintura.
La cara de Lucien se contrajo un poco y luego se sonrojó. Cuando estaba a punto de salir del patio, una de ellas lo detuvo y le preguntó.
—Lucien, ¿qué te pasa? —Era Natasha.
Con un ligero enrojecimiento en sus mejillas, Silvia se escondía detrás de Natasha, jadeando por el intenso beso.
—Estoy bien... bien —Lucien sonrió avergonzado.
—¿En qué estás pensando? —Natasha levantó levemente las cejas e interrogó a Lucien de cerca.
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