Lin Che quería cavar en las costuras.
Ella estaba indefensa. Esta vez, él estaba justo en frente de ella, sosteniendo sus hombros, y sin soltarse. Ni siquiera podía encontrar algo que le cubriera la cara.
Gu Jingze miró el cuerpo de Lin Che y sintió que era demasiado frágil.
Ya no era tan salvaje, pero aún le dejaba manchas enormes en el cuerpo.
Se culpó a sí mismo aún más. Sin embargo, en ese caótico estado mental, ¿cómo podría controlarse a sí mismo?
Lin Che lo miró fijamente y sintió que ella era simplemente demasiado vergonzosa.
¿En qué estaba pensando ella entonces? ¿Cómo podía ser tan descuidado?
Pero en esa situación, ella no podía controlarse. No importa cómo reaccionó ella, simplemente actuó de acuerdo con sus instintos. Ella no quería hacerlo.
—Está bien, está bien. Gu Jingze... tú... me estás haciendo daño. Salte.
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