En su vida anterior, habían estado casados durante cinco años. Él lo era todo para ella; ella, había sido desechada como un zapato viejo. Tras renacer, ella le entregó un contrato de divorcio preventivo: "Divorcio tras un año. Las condiciones son las siguientes: marido y mujer no compartirán habitación o cama”. —¿Intimidad prohibida? —había dicho él, levantando una ceja. Quién iba a pensar que, en un día de borrachera, inclinado sobre el cabecero, él reposara sus intensos ojos sobre ella: —Has roto el contrato, señora Li.
A las tres de la mañana, Su Qianci corrió a la casa de Li y exclamó:
—Quiero verle.
—Lo siento, el joven Maestro indicó que los perros y Su Qianci tienen prohibida la entrada.
Sintiendo un temblor en su corazón, Su Qianci pensó que algo se moría dentro de ella. Lloró con todas sus fuerzas:
—¡Li Sicheng, ven aquí, tenemos que hablar! ¡La muerte del abuelo no tiene nada que ver conmigo! ¡Me desmayé y cuando desperté el abuelo ya estaba muerto!
Los guardas observaron fríamente su rostro con cicatrices, sin mediar palabra.
—Olvídalo —se oyó una voz suave. Una mujer de unos veintisiete años apareció dentro de las rejas de hierro. Era alta y esbelta—. No vas a verle. El abuelo acaba de morir, necesita descansar.
Era ella, la conocida amante de Li Sicheng, aquella que Su Qianci había considerado su mejor amiga. Tang Mengying.
Durante cinco años, Tang Mengying había acompañado a Li Sicheng allá donde fuera. Para los medios y para los extraños, Tang Mengying se había convertido en la verdadera Señora Li. Sin embargo, Su Qianci no era más que un objeto decorativo.
Tang Mengying bajó las escaleras lentamente, escalón a escalón. Los guardias abrieron la reja diligentemente mientras se acercaba. El hecho de que las trataran de forma tan diferente, hizo que Su Qianci odiara a Tang Mengying aún más.
—Ustedes dos, vayan a ocuparse de otros asuntos. Quiero hablar con ella a solas.
Los guardas se miraron, asintieron y se fueron.
—Yo no maté al abuelo —dijo Su Qianci.
—Lo sé. Claro que no lo hiciste.
Tang Mengying sonrió y salió de la reja. Se dirigió al estanque situado enfrente de la casa de Li.
Había una calle enfrente de la casa. Al otro lado de la calle, se encontraba el estanque. Sin apenas iluminación, era difícil saber dónde se encontraba exactamente Tang Mengying.
Escuchando sus palabras, Su Qianci sintió que algo no estaba bien. Siguió rápidamente a Tang Mengying y preguntó:
—¿Qué quieres decir?
—Por supuesto que no mataste al abuelo. Te dejé inconsciente, así que, ¿cómo ibas a hacerlo?
Su Qianci miró fijamente a Tang Mengying:
—¡Así que fuiste tú!
—Calla —dijo Tang Mengying, y se puso un dedo sobre los labios, sonriendo con satisfacción.
—¡Lo hiciste tú! Eres una zorra. El abuelo era muy bueno contigo, ¿por qué...?
—¿Bueno? —interrumpió Tang Mengying riendo entre dientes—. De no haber sido por ese viejo, la mujer del hermano Sicheng habría sido yo y no tú. El viejo me conocía desde que era una niña. Nunca le gusté. ¡Debería haber muerto hace mucho tiempo!
—¡Eres una traidora! ¡Voy a contárselo a todos!
Tang Mengying no se inmutó mientras Su Qianci estaba a punto de darse la vuelta. Sonrió fríamente y dijo:
—¿Piensas que van a creerte?
Su Qianci paró y se quedó dónde estaba.
—Será igual que cuando intentaste explicar que tú no drogaste al hermano Sicheng. Nadie te creyó.
Su Qianci se giró rápidamente, mirando a Tang Mengying incrédula.
A Tang Mengying le encantó la expresión de su cara y dijo:
—Y ocurrió lo mismo cuando dijiste que tú no habías provocado el incendio. Nadie te creyó.
—¿Qué quieres decir, Tang Mengying? —Su Qianci cayó en la cuenta de repente—. ¡Fuiste tú!
—Así es, fui yo —resopló Tang Mengying—. ¿Y qué? ¿Recuerdas cuando dejaste mi casa? Casi muero por culpa de las fugas de la cocina. Dijiste que no habías hecho nada pero, ¿quién te creyó? Y después, cuando Sicheng fue secuestrado por una secta y casi ardió en un almacén abandonado. Todos vieron cómo yo le salvaba, pero tú eras la que estabas allí inconsciente. Dijiste que no habías provocado el fuego pero, ¿quién se lo creyó?
Recordando aquellos hechos, Su Qianci se tocó inconscientemente la cara.
Había intentado sacar a Li Sicheng del fuego con todo lo que tenía, pero a ella no le dio tiempo a huir. El fuego desfiguró la mitad de su cara y destrozó su vida.
Era la hija ilegítima de la casa de Su.
Cuando volvió con su familia a los dieciocho años, sabía que el hombre con el que se casaría se llamaba Li Sicheng. Sin embargo, ella no sabía que él tenía un amor de la infancia llamada Tang Mengying.
Después de casarse con él a los veinte años, era constantemente comparada con Tang Mengying.
Tang Mengying era una mujer generosa y digna. Su Qianci era antipática.
Tang Mengying era amable y hermosa. Su Qianci era desagradecida.
Tang Mengying estudió en el extranjero y volvió a China. Su Qianci ni siquiera se había graduado en la universidad antes de casarse con Li Sicheng.
Además, inocentemente, trató Tang Mengying como si fuera su amiga, desde los dieciocho hasta los veinte años. Sin embargo, en ese momento no tenía ni idea de que todo lo que tenía era destruido por Tang Mengying.
Todo el mundo sabía que Su Qianci drogó a su marido en su noche de bodas, para provocar a Tang Mengying. También comenzó el fuego que casi mata a Tang Mengying. También cayó deliberadamente por las escaleras y perdió a su bebé para tender una trampa a Tang Mengying.
Su imagen estereotipada no dejaba a nadie ver todo lo que había hecho para ser la pareja de Li Sicheng.
Cuando se mantuvo despierta hasta tarde, revisando la propuesta de Li Sicheng, dijeron que era una hipócrita.
Cuando intentó curar el dolor de estómago de Li Sicheng y aprendió a cocinar, dijeron que era calculadora.
Cuando intentó cumplir el deseo del abuelo de tener un nieto y se quedó reposando en casa, dijeron que era perezosa.
Cuando la familia Su se enfrentó a la bancarrota, dijeron que era una aprovechada y una buscona.
Cuando sufrió un aborto, dijeron que había sido tan malvada, que no merecía quedarse embarazada. Incluso a su bebé le negaron el cielo.
Gradualmente, se dio cuenta de que Tang Mengying siempre tenía razón. Pero ella siempre estaba equivocada.
Así era hasta ayer, cuando encontró al abuelo muerto en las escaleras de la primera planta. Cuando ella estaba en la segunda planta, mirando hacia abajo, la policía irrumpió en la casa y, naturalmente, ella fue considerada la asesina.
—¡Eres una auténtica zorra! ¿Por qué me has implicado en algo así?—gritó Su Qianci, y se lanzó violentamente hacia Tang Mengying.
Tang Mengying había aprendido artes marciales. La esquivó y sujetó a Su Qianci, empujándola hacia el estanque.
Ahogándose, Su Qianci peleaba desesperadamente.
—Salva...
Las burbujas se elevaban.
Tang Mengying miró fríamente hacia abajo.
—Descansa en paz. Te reemplazaré y me convertiré en la Señora Li.