Rhode saltó y, en un abrir y cerrar de ojos, llegó al frente del enemigo.
Los soldados de guardia no esperaron que alguien saliera tan rápido de la niebla. Rhode miró el miedo en sus ojos y actuó.
Dos brillantes dagas fueron desenfundadas en si cintura.
Madaras y Gracier atravesaron el pecho de dos soldados sin resistencia antes de moverse en forma de cruz. Una decena de cuchillas de energía explotaron y destruyeron todo en su camino.
Rhode vio con el rabillo del ojo una brigada de soldados con escudos y espadas avanzando hacia él. Con base en sus apariencias, eran los desafortunados de la Legión León que habían tenido el primer «encuentro íntimo» con Rhode.
«No esperé verlos de nuevo».
¡Rhode sonrió y saltó hacia ellos!
Los refuerzos estaban asustados porque nunca habían visto a nadie corriendo solo hacia una brigada de soldados. «¿Hay al menos 300 soldados y cree que los puede derrotar a todos solo?»
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