Leonard se dirigió hacia donde su madre que estaba sentada y se inclinópara besarla en la frente.
—¿Cómo se encuentra Maximillian? —preguntó la Señora Carmichael.
—Está bien. El director del Concejo le autorizó a irse antes que yo. Probablemente se quede en el mismo pueblo, al menos eso es lo que él espera. —Mirando a Vivian, que estaba sentada en el suelo, Leonard caminó hacia el sofá y se sentó a un lado de su madre. —No es necesario que tejas, madre, sabes que puedes conseguir ropa decente en Isle Valley.
—Lo sé, pero quiero hacer estas pequeñas cosas por mi hijo. —dijo la Señora Carmichael con una sonrisa. —Vivian dijo que habías ido a cazar. ¿Cómo te ha ido? Deberíamos cazar y planear un picnic familiar.
—Sí, deberíamos. Hay bastantes ciervos en el bosque, especialmente ciervos grandes. –La mirada de Leonard fijó sobre la chica, que estaba totalmente concentrada en el tejido. —¿Dónde está mi padre? –preguntó, viendo que su padre no se encontraba en la habitación.
—Está en la habitación revisando unos papeles que envió Malcom. Escuché que el Lord está intentando anticipar el cambio de tu título. —la Señora Carmichael levantó la mirada de sus manos y la fijó en su hijo.
—Hace tiempo que lo intenta. El Concejo necesita que el documento esté firmado por mi padre antes de que me lo envíen .—Leonard cruzó su piernasy tomó el periódico de la mesa que estaba a su lado
—Lord Nicholas hace tiempo tiene trabajo pendiente. Está stá en espera de que cambie mi título.
—¿Por qué esperar si es urgente? Puedes encargarle ese trabajo a tu padre.
—dijo su madre, confundida.
—No es realmente un asunto urgente. Este trabajo es un poco más largo que los demás. No te molestes, es lo que el trabajo requiere. —la Señora Carmichael asintió con su mirada comprensiva y contestó:
—Bueno, si ese es el caso.
Leonard se puso a leer el periódico, ojeó los títulos hasta la última página. Lo dobló como estaba antes y lo colocó sobre la mesa. Luego, miró a Vivian.
Vivian apenas podía tejer ya que Leonard ponía su mirada ante en ella, sus manos temblaban. Normalmente no tenía problemas en tejer, esta era la primera vez que encontraba difícil hacer que sus manos funcionaran. Dejó de tejer por un momento y levantó la mirada para encontrar los ojos de Leonard. El muchacho la miró, le ofreció una sonrisa y preguntó:
—¿Cuándo aprendiste a tejer?
—Hace dos años. —respondió la chica, bajando los ojos cuando sintió que la mirada del muchacho era demasiado penetrante para soportar.
—Debe ser para Jerome. —las palabras de la Señora Carmichael tomaron a Vivian por sorpresa.
—¿Para el Señor Jerome? —preguntó Leonard levantando una ceja. —¿ Por qué? Seguro que él puede comprarse ropa.
—Claro, pero el Señor Jerome tiene cierto afecto por nuestra joven Vivian, ¿no es así, cariño? –preguntó la Señora Carmichael de manera burlona. La chica giró la cabeza para esconder sus ojos de quienes lo miraban, especialmente de la mirada de Leonard, que la analizaba. –Él quería que ella le tejiera, ¿no es dulce? –preguntó la vampiresa.
—En efecto, muy dulce. –comentó Leonard.
—Señora, ¿puedo retirarme por hoy? —preguntó Vivian, y recibió un asentimiento, ante el cual sonrió e hizo una reverencia. Le dedicó una reverencia a Leonard con su mirada fija, levantó sus cosas, y salió de la habitación.
—Todavía es tímida. —dijo la Señora Carmichael entre risas. —No sé cómo hará Jerome para conquistarla. A veces viene a visitar a tu padre, pero yo creo que sólo lo hace esperando encontrar a la chica. Es bueno que tenga costumbres de antaño.
—Dudo que lo sea. —comentó Leonard, y recibió una mirada confundida de su madre.
—¿Por qué dices eso?
—Los rumores sobre el pueblo no han sido muy agradables.
La Señora Carmichael sonrió al darse cuenta de cuánto extrañaba a su hijo.
—A veces me olvido de que trabajas para el Lord. Eras tan pequeño cuando dejaste la mansión.
—No dejé la mansión, me echaron. —corrigió Leonard.
—¿Todavía guardas rencor?
Leonard se levantó, sostuvo la mano de su madre y dijo:
—No. Eso fue hace mucho tiempo.
—Ven aquí, mi niño. —Renae lo abrazó. —Estoy feliz de que ahora estés aquí a.
— también. —contestó Leonard mientras se deshacía el abrazo. —Me iré a la cama ahora. Buenas noches, madre.
—Buenas noches, Leo.
Leonard tomó la campera que había dejado sobre la mesa y se dirigió a su habitación.
Vivian, que había salido de la sala de estar, se sentó en su propia habitación pequeña. En lugar de continuar lo que había comenzado cuando estaba sentada con la Señora Carmichael, tomó la nueva lana que había comprado en la tienda. Apartó la aburrida lana color verde y la reemplazó por la lana color granate. Había una vela encendida en su escritorio que proporcionaba la luz suficiente como para que continuara tejiendo. No estaba segura de mostrar que la lana que había comprado era de la misma calidad que la de la Señora, después de todo, ella era solo una criada.
Otra razón era que no quería que nadie supiera quién había tejido el suéter cuando se lo hubiera dado a la persona. Mordió su labio con una sonrisa misteriosa y se aseguró de que cada hilo estuviera armoniosamente colocado junto a los demás.
Esperaba terminar a tiempo el suéter para regalárselo a Leonard por su cumpleaños, que sería en dos semanas. Al ser solo una criada, Vivian no ganaba lo suficiente como para regalar algo costoso, pero intentaba hacer lo mejor con lo que tenía.
Pasaron dos días, y la tierra de Bonelake estaba nuevamente recibiendo la lluvia que caía del cielo sin cesar.
Leonard, terminaba muytarde de tomar el desayuno, como a las once de la mañana, se limpió la boca con una servilleta y se paró para que la criada limpiara la mesa. Cuando salió del comedor, vio a su padre que hablaba con un joven hombre de pelo corto al final de pasillo. Era el Señor Jerome. La mirada curiosa del hombre no pasó desapercibida, y, después de lo que su madre había dicho, Leonard no tardó en darse cuenta de lo que Jerome estaba buscando.
Al otro lado del pasillo, vio a Vivian caminando con un pequeño balde en sus manos. Levantó la mano, e impidió que la chica caminara más allá. Sus ojos confundidos lo miraron. Leonard se paró justo frente de ella escondiendo su figura con la suya, y preguntó, con una sonrisa dulce en sus labios:
—Tengo una pluma azul en uno de los estantes de mi habitación, pero creo que anoche la perdí. ¿Puedes buscarla por mí y colocarla en el estudio, Bambi?
—¿Ahora? —Paul le había pedido a Vivian que cambiara el agua de todos los floreros.
—Ahora mismo. —confirmó el muchacho, con una mirada suave clavada en ella.
—Está bien. —Vivian asintió y se dirigió a su habitación. Al ver que la chica se iba, Leonard caminó hacia donde estaba su padre y el Señor Jerome.
—Jerome. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos encontramos. —Leonard con una sonrisa ofreció su mano para estrecharla con el vampiro con el cual no tenía intención de ligar ninguna amistad.