La Ciudad Sagrada de Nievedeseda era un lugar extremadamente hermoso. Dos Señores Dao volaban uno al lado del otro, mirando la ciudad desde las alturas: estaba llena de palacios y propiedades que estaban conectadas entre sí y cada una había sido construida sobre una nube. Además, la ciudad estaba cubierta por innumerables copos de nieve que caían en todo momento, lo que le daba una aspecto prístino.
—Hermano mayor Muestrahierro, ¿no dijiste que la Ciudad Nievedeseda es una de las ocho ciudades sagradas y está gobernada por el infernal Palacio del Demonio Nievedeseda? Los discípulos de ese palacio son increíblemente malvados por naturaleza, son tremendos pecadores. ¿Cómo puede ser posible que estén a cargo de una ciudad tan hermosa como esta? —transmitió mentalmente el joven Señor Dao con túnica violeta.
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