Al pensar en la tarea que la iglesia le había encomendado, Rafiniya reprimió sus emociones y forzó una sonrisa. —¡Esto es bastante bueno! El capitán lo mencionó antes en el norte...
No está mal. Parece que has madurado un poco después de haber entrado a la iglesia, aunque es una pena que no sea de mucha utilidad. Sintiendo sus emociones, Leylin se rio por dentro. Desafortunadamente, ella es demasiado ingenua.
—Es cierto, todavía no sé lo qué te pasó... —Leylin ahora sostenía una taza de té caliente, como un niño que quiere escuchar una historia.
—Una vez que nos separamos, volví a Luna Plateada y conocí a Su Alteza. Luego, participé en la defensa final de la ciudad... —Rafiniya se rio con ironía, con los ojos vidriosos, mientras se sumergía en sus recuerdos—. Bueno, eso es lo que sucedió. Ese paladín me salvó y, después de recuperarme, me uní a la Iglesia del Dios de la Justicia y estuve trabajando arduamente para proteger a los refugiados del norte...
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