Un objeto dorado dibujó un arco en el aire, brilló al reflejar la luz, y luego cayó en las manos del comerciante calvo.
—Toma esto, es la comisión que mereces —dijo Leylin.
—Muchas gracias por esta gratificación, mi respetado Joven Maestro —dijo el pelado con una rápida reverencia.
—Lo próximo es conseguir un ama de llaves y dos personas que puedan llevar correctamente un control financiero. Si puedes encontrar los que sean apropiados para mí, esta moneda de oro será tuya —dijo Leylin mientras lanzaba hacia arriba una moneda de oro.
—Déjame pensar, déjame pensar.
Había otra moneda de oro en la mano de Leylin y, al verla, el pelado se puso muy alegre. Comenzó a murmurar palabras incomprensibles, mientras se agarraba la cabeza y se carcomía los sesos.
—¡Así es! ¡El viejo Welker! El viejo Welker era el amo de llaves de un barón anteriormente. Hace poco lo oí decir que quiere volver a trabajar de eso —dijo el comerciante calvo.
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