—¡Fuera! Traigan de vuelta a mi marioneta de madera con la nariz que crece cuando miente —dijo la reina de las harpías lánguidamente.
—¡Sí, mi reina! —dijeron dos guardias élite arrodillándose.
Zhang Yang se acercó osadamente gritando: —No es necesario que pierdan su tiempo. Les sugiero que limpien sus cuellos un poco así no mancho mi espada cuando remueva sus cabezas.
—¡Insolente! —gritaron las 20 guardias élite levantando sus lanzas hacia Zhang Yang. Esperaron la orden de la reina para atacar.
—¿Eh? —dijo la reina abriendo grandes los ojos mientras salía de su nido. Ella abrió sus alas glorificadas rondando a un par de pies del suelo sin necesidad de moverlas. Juzgando por su torso desnudo, los hombres deben babear por ella, pero se les arruinaría el apetito al bajar la mirada a la parte de abajo, que parecían garras de águila en patas de pollo.
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