—Estos son los últimos rieles de acero en los que debes trabajar hoy —dijo Hoja mientras su cabeza se asomaba desde las copas de los árboles. —Gracias.
—¡No hay problema! —respondió Molly alegremente. Palmeó su pecho plano y silbó: —¡Ven, sirvienta Momota!
Una bola azul apareció instantáneamente en el aire y creció gradualmente hasta alcanzar la altura de las copas de los árboles. Estiró los brazos, recogió los rieles en el suelo y los tragó. Sin embargo, los rieles eran demasiado largos, por lo que los dos extremos de los rieles sobresalían de la bola. Parecía como si la bola azul fuera perforada por los rieles.
—¿Momo... ta? Pero recuerdo que la última vez lo llamaste Momoka.
—¿De verdad? — Molly dijo con la cabeza ladeada. —Eso no importa. Lo que importa es que pronuncie su nombre en voz alta. ¿No es así como demuestras tu poder?
—Um... —Hoja reflexionó durante un rato y preguntó: —¿Luna Misteriosa te dijo que hicieras eso?
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