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Capítulo 1 — Convirtiéndose en Príncipe

บรรณาธิการ: Nyoi-Bo Studio

Cheng Yan sintió que alguien lo llamaba.

—Su Alteza, despierte…

Giró la cabeza, pero los sonidos que había escuchado no desaparecieron, sino que sonaron más fuertes. Entonces, sintió que alguien tiró suavemente de su manga.

—¡Su Alteza, mi Príncipe Real!

Cheng Yan abrió los ojos inmediatamente. No vio ninguna de las cosas que le resultaban familiares, la pantalla no estaba, el escritorio no estaba y, tampoco estaba la pared que había llenado de post-its. Habían sido reemplazados por una extraña escena: hileras de casas de ladrillos pequeños, una plaza pública circular que estaba repleta de gente, y una horca con forma de puerta que se erigía en medio de la plaza.

Él estaba sentado en una plataforma elevada al otro lado de la plaza. La silla en la que estaba sentado no era su usual y suave silla giratoria, sino que, en cambio, era una fría y dura silla de hierro. Sentado a su lado había un grupo de personas cuyas miradas estaban fijas en él. Entre ellos, había algunas mujeres jóvenes que iban vestidas como damas medievales, parecidas a lo que había visto en películas occidentales, y estaban entretenidas, riendo entre ellas.

¿Qué lugar es este? ¿No estaba acaso trabajando con urgencia en mis modelos?

La mente de Cheng Yan estaba vacía, quizá debido a los tres días consecutivos de trabajo fuera de horario, que lo llevaron al límite mental y físicamente. Todo lo que podía recordar era que, cuando finalmente se quebró, sus latidos comenzaron a palpitar de manera inestable, y no quería otra cosa que acostarse en la mesa de la oficina y tomarse un breve descanso…

—Su Alteza, por favor anuncie su veredicto pronto.

La persona que le habló era la misma que le había estirado suavemente la manga. Su rostro era viejo, aparentemente en sus 50 o 60, y vestía una túnica blanca. A primera vista, tenía un pequeño parecido con Gandalf, de 'El Señor de los Anillos'.

¿Estoy soñando?

Cheng Yan pensó mientras se relamía los labios secos.

¿Veredicto? ¿Qué veredicto?

Pronto lo averiguó. La gente en la plaza pública estaba mirando en dirección a la horca, levantando los puños y gritando tan fuerte como podían. Algunos incluso lanzaban piedras hacia ella.

Cheng Yan solo había visto un instrumento de muerte tan antiguo en películas. La horca tenía dos pilares que se extendían hacia arriba unos 4 metros desde una base elevada. Las puntas de ambos pilares estaban conectadas por un travesaño, que a su vez estaba inserto en aros de metal oxidado por donde pasaba una gruesa y amarilla cuerda de cáñamo. Una punta de la cuerda estaba atada por el marco de la horca, mientras la otra estaba atada alrededor del cuello de la delincuente.

En este extraño sueño, él descubrió que su vista era extraordinariamente buena. Usualmente necesitaba de anteojos para leer las palabras en una pantalla de computadora, pero ahora podía ver claramente los detalles de la horca, que estaba a 50 metros de distancia, sin sus anteojos.

La delincuente estaba encapuchada y sus manos atadas detrás de su espalda. Su miserable ropa gris parecía un trapo. Su cuerpo estaba tan demacrado que sus tobillos, la única parte de su cuerpo que estaba expuesta, parecían poder romperse con solo pellizcarlos. Su pecho era ligeramente abultado, lo que la delataba como mujer. Temblaba terriblemente con el viento frío, pero se le observaba tratar con fuerza de mantener su postura firme. 

Muy bien. ¿Qué crimen cometió exactamente esta mujer para que tantas personas estén esperando con indignación su ejecución? Cheng Yan pensó.

Mientras reflexionaba, recuerdos empezaron a fluir, y la respuesta a su pregunta apareció abruptamente frente a él. La memoria de Cheng Yan apareció, como si alguien la encendiera de pronto, y se dio cuenta de la causa de esa situación y la respuesta a su pregunta, casi al mismo tiempo.

Ella era una bruja.

Las brujas se degeneraron al caer en la tentación del Diablo y eran ahora encarnaciones de lo impuro.

—¿Su Alteza? —le instó Gandalf, con cuidado.

Cheng Yan miró al anciano.

Ohhh, de hecho, su nombre es Barov y no Gandalf. Es Ministro Asistente de Finanzas, y fue enviado para asistirme con asuntos de gobierno.

En cuanto a mí, soy el Cuarto Príncipe del Reino de Castillogris, llamado Roland, y estoy a cargo de este lugar llamado Ciudad Fronteriza. Fueron sus residentes los que atraparon y arrestaron a la bruja, y la trajeron inmediatamente a la estación de policía. No, fue a la corte de justicia. La orden para ejecutarla sería dada normalmente por el lord u obispo local, que, en este caso, era yo.

Su memoria respondía a cada una de sus preguntas indistintamente. Era como si este brote de recuerdos se derivaba de sus experiencias personales, más que del conocimiento que había ganado de sus extensas lecturas. Esto le confundía. Un sueño nunca sería tan detallado como esto, por lo tanto, ¿esto no era un sueño?

¿Podría ser que viajé atrás en el tiempo a las oscuras épocas de la Europa medieval y me volví Roland? ¿Me transformé de un innoble ilustrador a un dignificado príncipe? Aunque este territorio parece estéril y retrasado, y nunca vi el nombre de 'Reino de Castillogris' en ningún libro de historia.

Bueno, ¿qué debería hacer ahora?

Dejaré de lado la pregunta de cómo algo científicamente imposible como el viaje en el tiempo sucedió. Ahora mismo, necesito terminar este circo.

Antes de la civilización, era común echar la culpa a las lamentables brujas por desastres e infortunios, pero Cheng Yan no podía aceptar que también tengan que ser ejecutadas para satisfacer los oscuros deseos de la audiencia.

Arrebató las órdenes escritas de las manos de Barov, las lanzó al piso, estiró los brazos y dijo cansinamente: —Estoy cansado. El juzgamiento se pospondrá para otro día. ¡La Corte puede retirarse!

Cheng Yan no actuó caprichosamente o sin pensarlo. Por el contrario, fue en concordancia con su memoria, que le brindó recuerdos detallados de la manera en la que el príncipe se comportaba, y todo lo que hizo fue recrearlo deliberadamente. El Cuarto Príncipe, Roland, era de hecho así de desastroso y abominable, y hacía lo que quería. Ciertamente, era imposible para un príncipe de veintitantos ser refinado.

Los miembros de la nobleza que se sentaban a su lado parecieron no sorprenderse, pero un hombre alto que usaba un traje de armadura se puso de pie y le increpó.

—¡Su Alteza, esto no es una broma! Todas las brujas deberían ser ejecutadas inmediatamente al ser identificadas, o de lo contrario, ¿qué podríamos hacer si otras brujas la intentan salvar? La Iglesia se involucrará si sabe de esto. 

Carter Lannis. Este apuesto hombre es mi Jefe Caballero.

—¿Por qué? ¿Estás asustado? —Cheng Yan le contestó, frunciendo el ceño.

 Su voz, que estaba llena de evidente burla, sonó natural.

—¿Cómo puede un hombre, cuyos brazos son más gruesos que el cuerpo de una persona normal, preocuparse por brujas escapándose de nuestra prisión? ¿Realmente piensa que las brujas son portavoces del Diablo? ¿No sería mejor atrapar a algunas brujas más?

Mientras Carter se mantenía en silencio, Cheng Yan hizo una seña a sus guardias personales, y se fue. Carter sopesó por un momento antes de decidir alcanzar a los guardias y caminar al lado del príncipe Roland. Los otros nobles se pusieron de pie y le ofrecieron sus respetos al príncipe, pero Cheng Yan pudo ver el desprecio y el desdén en sus ojos.

De vuelta en la torre, que era considerada como el castillo en el sur de Ciudad Fronteriza, ordenó a sus guardias que le nieguen el acceso al ansioso Ministro Asistente, para que él mismo pueda finalmente darse un respiro.

Como alguien que pasaba normalmente el 90% de su tiempo sentado frente a una computadora, logró superarse a sí mismo hablando en frente de semejante audiencia. Usando sus nuevas memorias, Cheng Yan ubicó su dormitorio, y se sentó en la cama para un largo descanso que permitió a sus latidos volver a la normalidad. Por el momento, el asunto más importante era esclarecer su situación.

¿Por qué no está el príncipe residiendo cómodamente en Ciudad del Rey, y sin embargo es enviado a esta tierra desolada?

La respuesta le saltó espontáneamente, y le dejó algo atónito.

Roland Wimbledon fue enviado aquí para competir por el trono.

Todo empezó cuando el rey de Castillogris, Wimbledon III, extrañamente proclamó: "La herencia de este reino no se basará en la edad, sino en la capacidad para gobernar." Entonces, envió a sus hijos e hijas de edad madura a gobernar distintos territorios, y luego de 5 años, él decidiría su sucesor en base a sus niveles de gobierno.

Aunque las ideas de meritocracia e igualdad de género sonaban progresivas y futuristas, eran difíciles de implementar en la realidad. ¿Quién garantizaba que los cinco hijos poseían las mismas condiciones iniciales? Después de todo, esto no era un juego de estrategia en tiempo real. De acuerdo a su nuevo conocimiento, al Segundo Príncipe le fue dado un territorio mucho mayor que Ciudad Fronteriza. De hecho, entre los cinco, ninguno tenía un lugar tan malo como Ciudad Fronteriza, por lo tanto, él tenía una enorme desventaja.

Además, se preguntaba cómo se evaluaría el nivel de gobernabilidad. ¿Por población? ¿Poder militar? ¿Situación económica? Wimbledon III no mencionó esto, ni puso restricción alguna en los métodos de competencia. En el caso de que alguien asesinara secretamente a los otros candidatos, ¿qué haría él? ¿La reina se mantendría quieta y en silencio, mirando a sus hijos asesinándose entre ellos?

Espera…

Cuidadosamente recuperó otro recuerdo.

Así es, otra mala noticia es que la reina murió hace 5 años.

Cheng Yan suspiró. Esta era obviamente una época barbárica y oscura en la era feudal. La manera en la que la gente quería asesinar brujas era suficiente para darle esa idea. Y, aún si no conseguía ser el heredero, sería siempre un príncipe de sangre de Castillogris, y sería el Señor de un Reino durante toda su vida.

Además…¿Y qué si me convierto en rey? No hay internet u otras comodidades de la civilización moderna. Al igual que los locales, la única cosa divertida que puedo hacer es quemar brujas. Y viviendo en una ciudad donde la mierda es excretada y lanzada a cualquier lugar y en todas partes, ¿no moriría eventualmente por la Plaga?

Cheng Yan suprimió sus pensamientos caóticos y caminó hasta el espejo de su habitación. El hombre que le devolvía la mirada tenía cabello gris claro, que era la característica más distintiva de los miembros de la familia real. A pesar de que sus rasgos faciales eran regulares, le faltaba una buena rasurada y parecía desprovisto de disposición real. Su rostro pálido revelaba la falta de ejercicio físico. Revió en sus memorias ganadas que no era muy aficionado al vino o las mujeres.

Sí, tuvo varias experiencias sexuales en Ciudad del Rey, y todas consensuadas. Nunca obligó a nadie a tener un amorío con él.

También descubrió un motivo probable de su viaje en el tiempo. Debido a la urgencia de su compañía en avanzar con un proyecto, su jefe había organizado noches consecutivas de trabajo extra, lo que le terminó causando la muerte por cansancio. Las víctimas de ese caso solían ser codificadores, ingenieros mecánicos y programadores.

Olvídalo, no importa qué, al menos tengo el equivalente a una vida extra, y por lo tanto no debería quejarme demasiado.

Comenzó a entender el hecho de que probablemente se vaya adecuando a su nueva vida con el correr de los días, pero que, por ahora, su misión más importante era actuar bien como el príncipe Roland y no dejar que nadie lo descubra. De lo contrario, podrían creer que el Diablo había poseído al príncipe Roland, y lo quemarían inmediatamente en la hoguera.

Así que, lo más importante: vivir bien.

Cheng Yan respiró profundamente y susurró al espejo: —Desde ahora, soy Roland.

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