El sol penetraba suavemente a través de las cortinas, proyectando una luz dorada y suave por toda la habitación. Anne y Damien estaban sentados uno al lado del otro en la cama, recostados cómodamente contra las almohadas. Entre ellos, Anne sostenía su teléfono, desplazándose por fotos y vídeos de Ryan a lo largo de los años.
Los ojos de Damien estaban pegados a la pantalla, observando maravillado. Un Ryan recién nacido, pequeño y envuelto en suaves mantas, su carita arrugada en sueño. Luego, una serie de imágenes mostraban sus primeras sonrisas, sus manitas regordetas extendiéndose y cómo sus ojos azules brillaban con curiosidad e inocencia.
Anne sonrió suavemente, los recuerdos inundándola. —Era un bebé tan tranquilo. Rara vez lloraba, solo observaba todo a su alrededor como si pudiera entenderlo todo.
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