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22. Charla a las tres

—¡Lola! —emocionado y lleno de tanta alegría por reencontrarse con Lola, Houston se decidió a abrir la puerta. Lo que él no sabía, era la desagradable imagen que vería a continuación.

Aquello era tan triste, pero tan repugnante. Abrió la puerta radiando en alegría para luego ser recibido por Lola sin vida.

Lola, la mujer que era abusada laboralmente, la mujer que fue violada, la mujer que se cortaba; ahora estaba muerta. Con una soga en su cuello y colgada en un ventilador de techo, estaba partida a la mitad. Una mitad colgando y la otra en el suelo. Lo peor de todo era ver como sus intestinos y otros órganos estaban esparcidos en el suelo.

 No podía haber sido suicidio, sino que alguien la había asesinado de forma inhumana.

—Tu cuerpo... No puede ser—Dijo Houston transpirando al ver las piernas de Lola. Se veía desesperado y sus respiraciones incrementaron su velocidad. —No... ¿Quién hizo esto? —Preguntó al cuarto vacío para después caer de rodillas, producto de la desesperación. —Lola... Ah, no, Mierda—impactó un golpe en el suelo sus manos.

Comenzó a sentir culpa por haberse ido a liquidar a Andy. —Si tan solo yo—comenzó a llorar—Si tan solo... si tan solo me hubiese quedado con ella—.

Pero si algo no esperaba en ese momento tan desgarrador, era escuchar una voz. —¿De verdad estás llorando? ¡Wow!—. La voz era un tanto aguda.

En un primer movimiento, un Houston sorprendido se levantó rápido y dio una media vuelta para mirar de quién provenía la voz.

Portando una simple camisa blanca manga larga con botones y un pantalón negro bastante gastado, aquel hombre, que por cierto se peinaba muy bien, se presentó. —¡Un gusto! Me llamo Igor—. Hubo una característica que dejó atónito a Houston; y era que ese hombre portaba un parche.

Todos los pensamientos de Houston de desordenaron por dos cosas: Igor y parche. 

Recordó en como un individuo le habló cuando iba de regreso al hotel, y esa persona era justo la que tenía al frente en esos momentos. Además, recordó que, el nombre de Igor se trataba del mismo nombre de una de las pruebas de Aedus. La primera prueba era Aiden y la segunda se llamaba Igor.

Ese hombre no era cualquier asesino; esa persona era Igor, la segunda prueba de Aedus.

—¿No me saludarás? Te tengo esperando—preguntó Igor, ofreciendo su mano a Houston para un apretón. Al ver la mirada muerta de Houston, quitó su mano. —De todas formas, no importa, se supone venía a matarlos a todos, pero creo que eso sería algo aburrido y fácil. Así que no sé si quieras charlar un rato—dijo Igor.

Houston, inseguro de qué decir, se le ocurrió preguntar algo. —¿Fuiste tú? —preguntó.

—Sé más específico, cariño.

—¿Tú fuiste quien la mató?

—¡Sé más específico! ¿Matar a quién? —preguntó Igor algo desconcertado.

—Lola.

—¿Te refieres a la que está allá colgada con las tripas de fuera? Si te refieres a ella, sí, yo la maté—respondió Igor.

Un inhóspito silencio invadió el lugar. El único ruido que se escuchaba eran las respiraciones de Houston. —Púdrete—insultó Houston.

E invadido por la fura e ira, Houston trató de embestir a Igor, ya que no le importaba morir; solo quería vengar a Lola.

—¡Wow! Relájate, amigo—exclamó Igor. Era más fuerte que Aiden, era alguien poderoso, alguien indomable y alguien eficaz. Fuerte, veloz y ágil. Sin derramar ni una sola gota de sudor, Igor ya se encontraba al otro lado de la habitación. —Aparte no creas que eres capaz de golpearme—dijo.

Por segunda ocasión, Houston reaccionó rápido para voltear y, de nuevo, tratar de embestir a Igor. Sin embargo, una fuerza misteriosa le impidió dar un solo paso. Intentó mover sus pies, aunque sin poder. —¿Ah? —confundido miró por qué no podía avanzar. Al ver sus pies, observó unas extrañas raíces recorriendo su cuerpo; eran tantas que le impedían moverse. 

Era unas raíces blancas que brotaban del suelo y que por cada segundo que pasaban se extendían más, hasta el punto de que rodearon todo el cuerpo de Houston.

—Sí, son raíces—dijo. Luego, Igor realizó un pequeño movimiento de dedos y, entonces, las raíces taparon la boca de Houston.

Había cero oportunidades para Houston de escapar debido a las raíces resistentes de Igor; un nuevo y misterioso poder. El barbudo ejercía fuerza para moverse, pero no era broma, no se podía mover ni un poco. La mirada de odio de Houston veía a Igor, jurándose matarlo.

—No me mires así. Te recuerdo que tú también mataste a alguien—comentó Igor. —Sí, yo sé lo que hiciste—. 

Igor agarró el puff de la habitación que poseía un color morado. Se veía algo desgastado, pero aun así se sentó con las piernas bien abiertas, demostrando su inexplicable seguridad.

—Se supone venía a matarlos, pero te digo, sería algo aburrido. Primero que nada, todos están dormidos y segundo, no sé—Igor miró a Houston entre risitas. —Oye, eres alguien débil, ¿verdad? —preguntó. 

Ambos se miraron por un rato. —Te dejas llevar por tus sentimientos, eso te hace débil—dijo Igor. —¿Cuál es tu nombre? —preguntó. 

Las raíces dejaron libre la zona de la boca de Houston, sin embargo, antes que responder, prefirió lanzarle un escupitajo a Igor, cayendo en su camisa blanca. —Dios, eso fue asqueroso—comentó Igor. 

—Ojalá te mueras—dijo Houston molesto y con lágrimas en los ojos.

—¿Ves? Te dejas influenciar por tus sentimientos. Si sigues así morirás o harás que muera alguien, ¿sabías? —preguntó. —Pero bueno, todo llega a su fin y yo me tengo que ir—anunció dirigiéndose a la puerta.

Cuando la abrió, volvió a mirar a Houston—Dile a tus compañeros que den todo de sí mañana, no quiero una pelea aburrida—dijo para después irse. No obstante, regresó rápido a la puerta—Por cierto, fue un gusto hablar contigo... Houston—se despidió con una mirada diabólica.

Tuvieron que pasar unos minutos para sentir como las raíces regresaban al suelo. 

Houston no fue capaz de hacer nada; una vez se liberó, cayó de rodillas al suelo, viendo el cuerpo colgado de Lola. —Lo siento, no fui capaz de salvarte...—volvió a golpear el suelo. Acto seguido impactó su frente varias veces contra el suelo. La desesperación y ansiedad se apoderaban de él. —Tiene razón. Sí no me hubiese dejado llevar por la ira e ir a matar a su puto violador no la hubiera dejado sola—se culpó entre lloriqueos y mocos.

No gritó, no pensó en decirle a nadie lo ocurrido, solo dejó que la tristeza lo matara por dentro. —¿Qué debo hacer ahora? —se preguntó. Soltó un suspiro—No soy capaz de hacer nada —dijo.

Salió del hotel un rato. —No puedo hacer nada, no puedo. Soy incapaz de hacer algo—dijo.

Varias ideas venían a él, como llamar a la policía o una ambulancia, pero ninguna era buena en esos momentos, así que prefirió hacerlo mañana antes de irse a la granja, lugar donde irían a conocer a los amigos de Steve.

Colocó un cigarro en su boca y lo encendió. Entonces se percató del mechero...

—Lo siento—dijo Houston para después romper en llanto mientras fumaba. Aquel mechero le pertenecía a Lola.

Los vientos habían parado y la lluvia cesó. Ahora solo era una noche como cualquier otra. En esos momentos, el tiempo era inexacto, aunque eran aproximadamente las tres.

Pero, antes de todo el infierno que vivió Houston esa noche, hubo dos personas que no dormían; al contrario, vivían toda una experiencia que los marcaría.

Juxs deslizaba sus dedos dentro de la camisa de Casey, para después quitársela con un movimiento algo intenso. —Te ves bien; me gustan tus pezones—comentó Juxs. 

El comentario avergonzó demasiado a Casey, sin embargo, se sorprendió al ver como de pronto Juxs empezó a lamerlos. Soltó un pequeño gemido—Eh, está bien—dijo Casey algo inseguro de su cuerpo.

—Tú solo disfruta, esta noche es para nosotros

—Bu-Bueno—tragó saliva. —¿Y qué más haremos? —preguntó

—De todo—siguió lamiendo sus pezones. Y con su otra mano acarició el miembro de Casey. —Esta noche solo seremos tú y yo—dijo.