Antes de que los diez panqueques de castaña pudieran ver el bullicioso mercado, el erudito los metió en su bolsillo.
Su Xiaoxiao cumplió su palabra y le dio uno.
La pregunta era, ¿qué sabor debería elegir?
El plato de ciruela seca no estaba mal. Era aceitoso, pero no grasoso. Era crujiente, pero no seco. Había un toque de dulzura en la sal y era especialmente satisfactorio.
Pero el relleno de frijol rojo y el de frijol verde tampoco estaban mal.
Después de dudar un poco, el erudito sacó otras 20 monedas de cobre y juntó los tres sabores.
Su Xiaoxiao le entregó los panqueques envueltos. —¿Pensé que ayer no querías comer mi galleta?
El erudito tarareó. —Yo, yo, yo, yo decidí que los quiero hoy, ¿vale?
Su Xiaoxiao sonrió. —Claro.
La niña gordita era bastante linda cuando sonreía.
El erudito se aclaró la garganta y dijo, —Entonces, ¿vendrás mañana? ¿Llegarás tarde? ¿Cambiarás de lugar?
Su Xiaoxiao, interpelada tres veces seguidas, se quedó sin palabras.
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