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El pozo de las lágrimas (1)

Mirando a través de la ventana del auto, Lou Hui podía ver hermosos árboles, el sol que iluminaba las estaciones e incluso las chicas lindas que se paseaban por la calle, pero tristemente, Lou Hui no le prestó atención a nada de eso, ya que, a sólo unos quinientos metros de distancia, se encontraba la escuela Fei Jian. El infierno para los estudiantes, el cielo para los padres.

O quizás no para todos los padres.

—¿Estás seguro de mudarte a los dormitorios? —volvió a preguntar San Liang por quindécima vez—. No te preocupes, aún no es tarde. Podemos ir al director y decirle que ya no quieres...

—Mamá —Lou Hui dejó de mirar lo que sea que había fuera del auto y miró a San Liang. Los ojos del chico mostraban impaciencia por todas las veces que su madre había repetido lo mismo—, no puedo simplemente ir con el director y decir que ya no quiero dormir en los dormitorios de la escuela. Eso necesita de un proceso. Además, estoy en último año de la escuela, ¿cuál crees que sea la respuesta del director cuando le diga que ya no quiero dormir ahí? Porque yo creo que será algo como: ¿no estás en último año de la escuela ya? ¿Por qué no te preocupas por los exámenes mensuales y por estudiar?

San Liang no pudo responder por un buen tiempo.

—Aún así —cuando Lou Hui ya había pensado que su madre había dejado el asunto de lado, esta volvió a hablar—, no puedo evitar preocuparme. No sabes cuidarte de ti mismo. No hablas mucho. No tienes muchos amigos. Puedes caer fácilmente en la tentación.

—Ya sé. Ya sé —Lou Hui la volvió a interrumpir—. No me juntaré ni con gánsteres ni con fumadores. Puedes estar tranquila.

San Liang no pudo continuar porque en ese momento ya habían llegado a la escuela. Suspiró y se salió del auto, esperando a su hijo, para continuar con la amonestación.

Antes de salir, Lou Hui le sonrió al anciano que había estado conduciendo antes.

—Lao Zhang, recuerda dormir bien y no trabajar en exceso. Presta atención de mamá. Que no se quede despierta por el trabajo.

—Claro que sí, Xiao Hui. Cuídate.

Después de despedirse, Lou Hui se bajó del auto.

Mirando desde donde estaba, hasta la entrada de la escuela, Lou Hui solo quiso darse la vuelta y volver corriendo a su casa.

En la entrada de la escuela había un cartel. En el cartel, los caracteres <La escuela Fei Jian les da la bienvenida> eran las que más destacaban, sin embargo, nadie les prestó atención. Todos tenían maletas en las manos y una cara de cansancio, o más bien de horror, sin tiempo para disfrutar de la bienvenida a la cárcel.

Lou Hui se paró y miró el cartel. Tenía ganas de sacarle el dedo medio, pero recordando que su madre estaba a su lado, no hizo nada.

—Recuerda, si tienes algún problema, llama a tu padre o a mí. Aunque estaré lejos de Shanghai, puedes comunicarte conmigo —San Liang miró a Lou Hui y siguió hablando—. Estás en último año por lo que solo deberías enfocarte en sacar buenas notas, si me entero de que sales con alguna chica...

Lou Hui miró a San Liang mientras hacía un puchero: —... me matarás. Ya lo sé. Ahora vete, vas a perder el vuelo si llegas tarde.

San Liang negó con la cabeza.

Acarició las mejillas de Lou Hui.

—Me iré ahora —aunque dijo eso, siguió advirtiéndole a Lou Hui—. No puedes juntarte con fumadores, gánsteres o...

—Mami —Lou Hui casi suplicó.

San Liang no tuvo más remedio que irse.

Solo cuando San Liang se fue, Lou Hui entró a los dormitorios.

La familia Lou, aunque no era una familia rica ni grande, se podría decir que era unida. En todos los años de vida que Lou Hui tuvo, pocas veces había sido obligado a hacer algo, lo que sí se podría decir que odiaba de su familia, era el hecho de que fueran tan "educados".

Cuando era niño, Lou Hui no tenía permitido salir con otros niños, lo único que podía hacer era aprender piano y todos los caracteres chinos. No tuvo la infancia aclamada, pero tampoco odió la infancia que tuvo. Ya que cuando era niño, no era muy sociable, por lo que ese tipo de vida tampoco fue muy complicada de llevar.

El problema estuvo cuando creció.

Lou Hui hacía mucho que quería mudarse a los dormitorios de la escuela, pero su familia no se lo había permitido porque "era muy pequeño y no podía cuidarse bien", por lo que solo fue hasta hace unos meses, cuando sus padres tenían que hacer otras cosas y no podían estar cerca de Lou Hui, que le permitieron a este último mudarse a los dormitorios.

Había también dos razones por las que Lou Hui se quería mudar a los dormitorios.

Uno, quería aprender a cuidarse por sí mismo y dos, quería que sus padres le dieran más libertad. Entonces, se podía decir que en este momento comenzaba su camino hacia la libertad.

Lou Hui buscó el dormitorio número cinco en el quinto piso y luego de encontrarlo, entró.

El dormitorio tenía dos camas y ninguna de las dos estaba ocupada. Un armario, un baño y una terraza. Pero se veía vacío, como si nadie hubiera estado ahí en mucho tiempo.

Eso hizo que Lou Hui respirara hondo.

Había estado preocupado por si a su compañero de dormitorio no le caía bien, pero después de ver que no había un compañero de dormitorio (aún) se sintió mucho mejor.

Puso la maleta en el piso y entró al baño. Miró su reflejo en el espejo.

Su cara estaba pálida y sonrojada. Había ojeras muy marcadas debajo de sus ojos y ni hablar del cabello.

Lou Hui sonrió un poco al recordar que San Liang le había pedido que cuidara de su imagen, pero mirando como estaba en este momento, ya no había imagen de la cual cuidar.

Después de un baño y poner las cosas en su lugar, Lou Hui se acostó.

La ropa aún estaba en la maleta, pero desempacaría después, por ahora, solo necesitaba descansar.

Se durmió y unas cuantas horas después, se despertó.

—No, no —Lou Hui comenzó a murmurar.

Poco después, abrió los ojos.

Un tanto adormilado, miró la hora.

Eran apenas las 5:30, y aunque Lou Hui sabía que los estudiantes tenían que despertarse a esa hora, esta era también la primera vez (después de mucho tiempo) que tenía que pasar por este proceso y no quería hacerlo.

Así que después de unos segundos mirando la hora, sé volvió a quedar dormido.

¡Din, don, dan!

La campana volvió a sonar y esta vez el joven maestro Lou estaba más que despierto. Volvió a mirar la hora y... —Maldición —eran las 6:30.

Sí, he vuelto a publicar esta novela.

Es una novela corta (unas 2,000/3,000 palabras por capítulos y unos 50/60 caps.), de aire juvenil, así que el tema no será muy complicado y también estaré arreglando las cosas que no me gustaron.

No estaré publicando esta novela todos los días, pero ya quiero darle un fin, porque hace ya un año comencé con esta novela, pero no la he podido terminar.

Si quiere leer más de mis trabajos, verifique "Ratonera" y "Formación para grandes maestros (e-Sports).

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