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Un Padre que ama a sus hijos.

-¿Qué es todo esto?- preguntó el buitre a su maestro, mientras el viento artificial del salón movía apaciblemente las dunas.

-A que te refieres....- pronuncio Khaled fingiendo ignorancia hacia la pregunta.

Ambos meditaban en la arena, uno frente al otro, mientras pequeños insectos y serpientes se desplazaban esporádicamente por el desierto artificial.

-Sabes a que me refiero- pronunció con una sonrisa en el rostro;- sé que no eres tan solo un viejo sabio...eres... mucho más. ¿Qué ocultas? Al'Khaled IV, "El Inmortal"-.

-No esperaba menos de ti, Doctor- respondió con una sonrisa aún más amplia, casi desquiciada;- no existe un Al'Khaled IV, solo fui yo, siempre yo-.

-Lo supuse, ¿Qué tan viejo eres en realidad? ¿300, 400, 500 años?-.

-Soy tan viejo como la humanidad misma- contesto con serenidad.

El buitre pareció agitarse, sencillamente no pudo creerlo, ¿cómo?

-Has quedado mudo, mi buen Doctor- insistió satisfecho;- los hombres del libro me conocen por Adán, el primer hombre, y mi magia es vivir tanto como la humanidad viva. He visto, en el transcurso de los siglos y milenios, como la humanidad ha crecido, ha madurado y ha envejecido, entenderás entonces mi preocupación por preservar el mundo y mi especie. Espero, no te ofenda el egoísmo de mi empresa-.

-Así que eres el ser más longevo de la historia, lo has visto todo... y tu motivación es seguir viviendo- dijo Siegger, algo asqueado, reincorporándose a la conversación.

-No me mal intérpretes, los humanos son mi hijos, y como padre los odio ver sufrir, los he visto crecer y no planeo verlos morir, por culpa del cáncer que los sofoca, por culpa de la inmadurez de algunos muchos, porque creyeron ser lo suficientemente poderosos como para desafiar la Ley de Dios como yo lo hice una vez-.

-entonces tu...-.

-Fui condenado por Dios a ver a mis hijos morir, no me quedare de brazos cruzados, lucharé por ellos, poniendo todo en juego-.

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