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—No te apartarás de mi lado ni un segundo, ¿está claro? —me dijo Andrés mientras nos acercábamos a la cabaña—. Si te digo que corras, corres. ¿Entiendes?
No podía apartar la mirada de la cabaña.
—¿Emma? —Andrés me llamó.
Asentí.
—No, Emma —dijo él mientras me detenía y me hacía mirarlo—. Necesito que me digas que entiendes. No te dejaré entrar ahí hasta que me digas que no te apartarás de mi lado y que correrás si te lo digo.
La preocupación que vi en sus ojos me hizo olvidar por un segundo a la bruja.
—Entiendo, Andrés —dije mientras tomaba su mano en la mía y le daba una pequeña sonrisa—. No me apartaré de tu lado ni un segundo.
—¿Y correrás si te lo digo? —preguntó, estrechando sus ojos hacia mí.
No iba a hacer eso. No iba a dejar que les hicieran daño. Iba a ayudar. Pero sabía que Andrés no quería escuchar eso, así que asentí y sonreí de nuevo.
—Sí —dije.
Estudió mi rostro por un segundo. Asintió y me abrazó.
—Está bien —dijo mientras me soltaba—. Vamos.
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