—Eso no suena tan mal —respondió él con una sombra de satisfacción en su voz.
Ahora que la luz estaba encendida, podía ver su rostro y cómo sus ojos azules captaban mi cara antes de desplazarse lentamente hacia mi pecho. Su mirada aún se sentía fría y distante. Decidí hablarle directamente antes de perder el valor.
—Es bueno que hayas vuelto. Necesitamos hablar —dije antes de tomar una profunda respiración.
—¿Hablar? ¿De qué? —preguntó sin mostrar ningún interés.
La cama se movió ligeramente bajo su peso cuando se acercó a mí. Aunque parecía desinteresado, el hecho de que se sentara me indicaba que al menos estaba dispuesto a escuchar. Mi corazón dio un salto en mi pecho mientras sentía una punzada de esperanza de que quizá no fuera tan desalmado después de todo.
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