Pearce se quitó las gafas que simbolizaban elegancia, revelando un par de ojos delgados y desgraciados mientras se agachaba lentamente.
—Zorra, eres realmente hermosa. Tu rostro es tan exquisito. Eres incluso más hermosa que esas estrellas femeninas —golpeó con fuerza el hombro de Yvette, su saliva casi caía. No podía esperar para decir:
— No perdamos tiempo.
Mientras hablaba, estiró el brazo y la arrastró hacia el sofá del salón.
—¡Ayuda! ¡Ayuda! —Yvette gritó desesperadamente, sus dedos agarrando fuertemente la alfombra. Sus uñas comenzaron a sangrar debido a sus acciones.
—¡Perra! —Pearce le dio una patada brutal—. Si sigues gritando, te patearé hasta la muerte, ¡perra!
Yvette sintió un dolor agudo en su cintura. Se aguantó la cintura y no dejó de gritar.
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