Punto de Vista de Ámbar
—Ahora, dime, Pedro.
Me volteé en la cama, aún aturdida, y crucé miradas con Pedro en la oscuridad, sus ojos brillando. —¿Hasta dónde ha llegado la situación entre tú y Donald?
—Bueno, querida, yo estaba solo... —Pude ver la hesitación en la expresión de Pedro, así que rápidamente dejé clara mi postura.
—¡Escucha, Pedro! Ni se te ocurra usar esas excusas como 'es mi asunto personal' o 'solo tienes que preocuparte por el bebé' para evadir mis preguntas.
—¡Ok, ok! Guarda tus garras, mi querida gatita —Pedro levantó sus manos, rindiéndose con una sonrisa. Luego, tomó mi mano, llevándosela a sus labios y besando suavemente mis dedos—. Te prometo que, de ahora en adelante, te contaré todo. Después de todo, ¿por qué la Diosa de la Luna te eligió a ti, esta traviesa lobita, para ser mi compañera?
—No uses dulces palabras para distraerme, Pedro —Fingiendo estar enojada, retiré mi mano de la de Pedro y tímidamente le empujé el pecho.
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