—Sab... No apartes la vista del espejo. Quiero que seas testigo de cada cosa que estoy a punto de hacerte —las palabras de Dominique tenían un poder cautivador, despertando un deseo ardiente dentro de ella que nunca supo que existía.
Un rubor rosado tiñó sus encantadoras mejillas mientras fijaba su mirada en el espejo, sintiendo una sensación de vulnerabilidad en su desnudez expuesta ante Dominique. Encontraba su posición embarazosa.
—Relájate, Amor... Te tengo —él la tranquilizó, sus labios dejando besos desde su nuca hasta su hombro. Su mirada penetrante seguía fija en la de ella, observando su reflejo en el espejo.
—Su cuerpo es tan sensible... y responde a cada uno de mis toques —sonrió maliciosamente.
Sabrina se quedó inmóvil, su respiración se aceleró con las deliciosas sensaciones encendidas por sus tiernos besos. —Estoy nerviosa, pero confío en Dom. Y esto se siente tan bien.
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