El día pasó rápidamente con la multitud de preparativos importantes, y pronto la jornada laboral tocaba a su fin.
En el momento en que Natalie cerró su portátil, señalando que estaba lista para irse, Nora habló con vacilación.
—¿Señorita Natalie? —dijo Nora.
Natalie se giró hacia ella e inmediatamente notó el nerviosismo grabado en el rostro de Nora.
—¿Hmm? —preguntó Natalie.
Nora se inquietó, su malestar creciendo bajo la mirada calma pero penetrante de Natalie.
—Yo... tengo algo que decirte... —balbuceó Nora.
Natalie miró su reloj.
—Si no es urgente, podemos hablar de ello mañana. —propuso Natalie.
Nora tragó fuerte, con las manos temblándole ligeramente.
—Yo… necesito decírtelo hoy. Es importante. —insistió Nora con firmeza.
Natalie esperó, dándole tiempo para que reuniera sus palabras. Finalmente, Nora sacó algo de su archivo y se lo entregó a ella: un sobre blanco.
—Yo… renuncio —dijo Nora, con voz temblorosa.
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