Señor demonio.

El Asistente Xu permanecía inmóvil en el suelo, sus ojos estaban a punto de salirse de las órbitas y parecía un enfermo a punto de sufrir un ataque en cualquier momento. Su ser entero no temblaba pero tampoco respiraba, Song Yan lo miraba y esperaba que él superara el shock pero entonces esperó y esperó y tuvo que esperar aún más pero el Asistente Xu nunca se recuperó del shock que acababa de recibir. Song Yan se mordió el labio, si no fuera por el resto del dinero que el Asistente Xu necesitaba pagarle, ella se habría ido sin preocuparse por él.

Después de todo, esto era exactamente lo que todos los incrédulos se merecían pero pensando en el dinero, Song Yan se detuvo y pinchó al Asistente Xu con el bastón de su guadaña. Bien podría haberlo pateado porque el hombre ni siquiera se inmutó lo más mínimo; sus cejas se juntaron aún más y Song Yan llamó:

—¿Asistente Xu?

—¿Asistente Xu?

—Hola, Asistente Xu... ¿puedes oírme?