Sintiendo el escrutinio persistente sobre su cuerpo contrastado con su rostro herido, Kisha se sintió obligada a abordar las preguntas no dichas —Por favor, no se preocupen por las lesiones en mi rostro —ofreció con calma, con el objetivo de aliviar cualquier sospecha innecesaria—. Son de una misión anterior —una lesión de larga duración.
A través de los esfuerzos de Kisha para aplicar maquillaje e imitar moretones y arañazos en su rostro y en el de los demás, las heridas subyacentes parecían antiguas, y los rasguños se asemejaban a los causados por grava, objetos afilados o proyectiles, claramente distintos de los ataques de zombis. Además, sus habilidades de combate aseguraron que ningún zombi pudiera siquiera hacerles un rasguño. A pesar del escepticismo inicial del médico, la explicación de Kisha fue finalmente aceptada.
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