En los días siguientes, Pequeña Flor solía ir a las montañas a vincularse con Dabai. Mo Yan no sabía cómo Pequeña Flor se comunicaba con Dabai, pero cada vez que Pequeña Flor volvía, su frente estaba cubierta con varios agujeros sangrientos.
Pero la determinación de esta compañera solo se fortalecía con cada contratiempo. El pollo que le daban para comer cada mañana siempre lo guardaba para llevárselo a Dabai, y cuando regresaba por la noche, comía como un fantasma hambriento, capaz de devorar dos cuencos llenos de comida.
Más tarde, Mo Yan no prestó mucha atención a este asunto, porque la tierra baja que había comprado para cultivar arroz había revelado sorprendentemente un manantial.
—Chica Yan, el manantial que desenterramos no se puede bloquear, y ya no es adecuado para plantar arroz —dijo Lizhong.
Lizhong se sentía algo culpable. Si hubiera logrado bloquear el manantial a tiempo, la tierra no se habría inundado.
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