Damien se quedó clavado en el lugar, su mente dando vueltas por el rechazo de Annie.
—No puedes rechazarme, Annie —finalmente dijo Damien, su voz baja pero llena de determinación. Sus ojos se clavaron en los de ella, tratando de transmitir la profundidad de su convicción—. Somos pareja. Estamos unidos. Yo soy... soy el príncipe Alfa, y tú... —Se detuvo, su voz se suavizó, casi suplicante—. Tú me perteneces.
El corazón de Annie se apretó ante sus palabras, la atracción de su vínculo era lo suficientemente fuerte como para hacerla querer creer en él. Pero ella sabía mejor. Había pasado los últimos cinco años aceptando la dura realidad. Y no era el cuento de hadas con el que alguna vez había soñado.
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