—Su Qingluo lo vio acercarse, saltó a la balsa de madera, sus cejas fruncidas —dijo:
—. Hay gritos desde el otro lado del río, quizás hay personas que no tuvieron tiempo de evacuar y están atrapadas en sus casas. Necesitamos apresurarnos a salvarlas.
—Wang Meng estaba preocupado —comentó:
—. ¿Qué hay de la gente en el río? Cada vez más personas en apuros están siendo arrastradas.
—Maestra, yo te ayudaré.
—Pequeño Martín Pescador se posó en el caparazón de una tortuga milenaria, aleteando sus alas, y bajó río arriba.
—¡Wow, esa es una tortuga enorme! —exclamó Wang Meng, observando el caparazón de la tortuga tan grande como un bote pequeño y no pudo evitar maldecir.
—El corazón de Su Qingluo se llenó de alegría —dijo ella:
—. Yin'er, llegaste justo a tiempo. Tú y Jifeng y Jiyu ayuden a salvar a la gente aquí, y el Hermano Meng y yo iremos al pueblo del otro lado del río.
—Está bien, déjame el rescate a mí, y vayan tranquilos.
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