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El carruaje partió con estrépito, y el compartimento trasero se sentía sofocante y estaba infestado de mosquitos. Su Qingluo levantó la cortina y sacó una bolsita antimosquitos de su pequeño canasto, colgándola alrededor del cuello del Pequeño Bebé.
Tenía miedo de que la tierna piel del Pequeño Bebé atrajera a los mosquitos y lo hiciera sufrir de picaduras que pican.
—Hermana Yu, ¿todavía tienes alguna de esas bolsitas aromáticas para refrescar la mente? ¿Puedes darme una más? —Su Ziqin lanzó una ojeada de reojo al saquito del Pequeño Bebé, una sombra de envidia brillando en sus ojos.
Las bolsitas que hacía Su Qingluo tenían usos excepcionales, como la que ayudaba a refrescar la mente y mejorar la memoria al estudiar, haciendo que aprender fuera el doble de efectivo con la mitad de esfuerzo.
—Claro, lo que Hermana quiera, lo tengo a cualquier hora —Su Qingluo levantó su rostro sonriente y dulcemente, y sacó una bolsita del pequeño canasto para dársela.
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