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El Regreso a la Batalla

Ian, después de haber recogido meticulosamente todos los materiales valiosos del dragón subterráneo, se preparó para retirarse. Observó una última vez el gigantesco cadáver del dragón, ahora convertido en poco más que restos dispersos. Con un último suspiro, guardó sus armas, ajustó su equipo y comenzó a caminar de vuelta por el oscuro túnel por el que había llegado. Su cuerpo aún estaba tenso, pero la adrenalina de la caza anterior lo mantenía alerta. A medida que avanzaba, su mente vagaba, repasando las posibilidades de lo que podría enfrentar más adelante.

Finalmente, la tenue luz de la entrada de la cueva le indicó que estaba cerca de la superficie. El eco de las batallas al exterior resonaba con más fuerza conforme se acercaba. Los gritos de guerra, el crujir del metal y el estallido de la magia llenaban el aire. Cuando finalmente emergió de las sombras de la cueva, fue recibido por un escenario caótico: los aventureros estaban luchando con todas sus fuerzas en los límites de la mina.

Cientos de combatientes de distintas razas y especialidades formaban una línea de resistencia mientras avanzaban hacia el corazón de la mina, donde yacía la veta de minerales de mejora de grado superior. Los aventureros, algunos usando magia arrolladora y otros empuñando armas tecnológicas avanzadas, se coordinaban con disciplina. Ian observó a guerreros con armaduras pesadas de acero, magos envueltos en ropas brillantes, y arqueros disparando flechas infundidas con energía mágica.

Pero el verdadero desafío estaba por delante. Protegiendo la veta de minerales se encontraban cuatro monstruos líderes de nivel 4. Estos seres, poderosos y descomunales, comandaban una horda de criaturas de distintos niveles. Detrás de ellos, casi mil monstruos de nivel 2 y 3 estaban preparados para atacar en masa, con el apoyo de más de tres mil bestias de nivel 1. Ian sintió la presión de la situación, pero decidió que en esta ocasión, y con tantos aventureros alrededor, sería imprudente invocar a sus esclavos de almas. Podrían causar un caos innecesario o atraer una atención no deseada hacia él.

Desde su posición, Ian estudió la formación de los monstruos. Entre ellos, destacaban los líderes. Eran colosos, bestias que emanaban un aura de pura maldad. Las criaturas más débiles se dispersaban por el campo de batalla, atacando a los aventureros en oleadas, pero los líderes mantenían la línea de defensa en torno a la veta de minerales.

Ian sabía que la batalla no sería fácil. Las distintas razas y habilidades de los aventureros proporcionaban una ventaja, pero también era evidente que, sin coordinación, las cosas podían descontrolarse. Sin embargo, algo dentro de él lo empujaba a seguir adelante.

La batalla continuaba en el corazón de la mina, pero los aventureros no lograban abrirse paso. Ian se mantenía al margen, atacando estratégicamente a los monstruos de nivel 2 que se abalanzaban sobre los aventureros más débiles. Su espada cortaba con precisión, derribando a sus enemigos sin esfuerzo, mientras su mirada estaba fija en los cuatro monstruos de nivel 4 que lideraban la defensa. Estos colosales seres representaban la verdadera barrera que mantenía a los aventureros lejos de la veta de minerales.

El Primer Líder: Una criatura con el cuerpo de un gigantesco lobo, pero con escamas de dragón cubriendo su pelaje. Sus ojos brillaban con una malicia animal, y sus garras, del tamaño de espadas, desgarraban a cualquiera que se acercara. Su velocidad era abrumadora, capaz de moverse como un rayo entre los enemigos, y su aliento era un torbellino de fuego y veneno que dejaba un rastro de destrucción.

El Segundo Líder: Un golem de piedra y metal, de más de cinco metros de altura, con runas antiguas talladas en su superficie. Este monstruo era pura fuerza bruta, aplastando a los aventureros bajo sus enormes puños. Sus ojos, iluminados por una energía mística, lo hacían imparable, absorbiendo la magia lanzada por los magos cercanos y devolviendo ataques con el doble de fuerza. Cada paso que daba sacudía el suelo, dificultando el avance de los aventureros.

El Tercer Líder: Un monstruo con múltiples tentáculos, similares a los de un calamar gigante, que se retorcían y atrapaban a los aventureros con una precisión mortal. Tenía un cuerpo gelatinoso, cubierto de espinas venenosas que paralizaban a sus víctimas al contacto. Su piel translúcida reflejaba la luz de los ataques mágicos, dificultando que los combatientes determinaran su punto débil. Los tentáculos, capaces de aplastar huesos, se movían en todas direcciones, manteniendo a raya a varios aventureros a la vez.

El Cuarto Líder: Un ser etéreo, un espectro con forma humanoide que flotaba sobre el campo de batalla. Envuelto en una niebla negra, lanzaba ataques de energía oscura que drenaban la vida de los aventureros a distancia. Su voz, un susurro constante, sembraba el caos en las mentes de los más débiles, haciéndolos dudar de sus acciones. Este monstruo parecía intangible, esquivando los ataques físicos con facilidad y respondiendo con una magia oscura devastadora.

A pesar de los esfuerzos de los aventureros, la batalla parecía estancada. Los cuatro monstruos de nivel 4 mantenían su posición implacable, mientras las hordas de criaturas más débiles seguían lanzándose sobre los aventureros. El suelo estaba cubierto de cadáveres de bestias y aventureros caídos, y los gritos de dolor y desesperación llenaban el aire.

Ian observaba con calma, apartando de su camino a los monstruos de nivel 2 que se atrevían a acercarse a él. Cada golpe suyo era letal, pero él se mantenía a la espera, analizando el comportamiento de los líderes y buscando el momento adecuado para intervenir. Sabía que lanzarse al combate contra ellos sin un plan sería una locura.

A lo lejos, los aventureros intentaban coordinarse para derribar a los líderes, pero los monstruos de nivel 3 y las innumerables criaturas de nivel 1 seguían interponiéndose en su camino. El campo de batalla estaba sumido en una tensión mortal. Nadie lograba dar el golpe definitivo, y la pelea se encontraba en un punto muerto.

Ian continuaba eliminando a los monstruos más débiles mientras sus ojos calculadores no perdían detalle de los movimientos de los líderes. Sabía que su momento para actuar llegaría pronto.

La batalla continuaba en un tenso punto muerto. Los aventureros luchaban con todo lo que tenían, pero los monstruos líderes de nivel 4, junto con sus hordas, seguían dominando el campo de batalla. Ian observaba desde la retaguardia, atento a cada movimiento, esperando el momento adecuado para intervenir. Sin embargo, la situación parecía estar a punto de cambiar.

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