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El Ascenso y las Primeras Batallas

El grupo de aventureros comenzó su ascenso por la colosal montaña, la cual se erguía como una gigantesca barrera natural al norte de la ciudad. Los rayos del sol apenas penetraban las densas nubes que cubrían la cumbre, mientras el viento gélido silbaba a través de las rocas escarpadas. A medida que avanzaban, Ian observaba atentamente a su alrededor, notando la gran variedad de habilidades y equipamientos entre los aventureros.

Algunos combatientes preferían la magia. Ian pudo ver a un elfo que invocaba fuego y hielo con destreza, su cuerpo envuelto en una armadura ligera de cuero, mientras que una hechicera de piel azulada lanzaba rayos eléctricos que chisporroteaban a lo largo de sus dedos. Otros, más tradicionales, blandían espadas y arcos con gran precisión. Las espadas brillaban al reflejarse en los pocos rayos de sol que alcanzaban la montaña, y las flechas silbaban a través del aire con letal precisión.

Sin embargo, no todos los aventureros confiaban en armas tradicionales. Ian vio a varios guerreros con armaduras mecánicas avanzadas, que zumbaban con energía cada vez que se movían. Sus armas, desde espadas láser hasta cañones de plasma, destacaban por su tecnología futurista. Estas armaduras emitían un brillo metálico mientras los guerreros se movían de forma eficiente, aplastando cualquier obstáculo en su camino.

Esto va a ser interesante murmuró Ian para sí mismo, manteniendo su atención en su entorno mientras se camuflaba entre la multitud.

El primer obstáculo no tardó en aparecer. Una criatura masiva emergió de entre las rocas. Se trataba de un coloso de piedra, una bestia de nivel 3, con su cuerpo formado por gruesas placas de roca y tierra. Cada paso que daba hacía temblar el suelo, y sus ojos rojos brillaban amenazantes. La criatura lanzó un rugido ensordecedor antes de cargar contra los aventureros.

El caos estalló en un instante. Los aventureros más cercanos reaccionaron rápidamente. Un grupo de guerreros con espadas mecánicas y cañones de plasma atacaron sin piedad. Las espadas brillaban con energía azul mientras cortaban las gruesas rocas del coloso, y los cañones de plasma disparaban rayos de luz que golpeaban con fuerza. Sin embargo, la dura piel de la criatura parecía resistir la mayoría de los ataques.

¡Apunten a sus articulaciones! gritó un guerrero, su armadura mecanizada chisporroteando mientras descargaba una ráfaga de proyectiles.

Un mago cercano, de una raza reptiliana, alzó su báculo y conjuró un rayo de electricidad que cayó sobre el coloso, agrietando su cuerpo de piedra. Sin embargo, el monstruo aún no había caído. Ian, desde su posición, observaba con atención, evaluando la situación. No tenía intención de mostrar sus habilidades todavía, pero también sabía que debía estar listo para cualquier eventualidad.

Después de unos minutos de intenso combate, el coloso de piedra comenzó a desmoronarse bajo la constante presión de los aventureros. Finalmente, con un grito de victoria, uno de los guerreros de nivel A lanzó un golpe final que destrozó el núcleo de energía del coloso, haciéndolo caer al suelo en una nube de polvo y piedras.

El grupo continuó su ascenso. El camino se volvía cada vez más empinado y traicionero. Las criaturas que encontraban en su camino eran cada vez más peligrosas y poderosas. Pronto, un grupo de golems de hierro apareció, sus cuerpos metálicos reluciendo bajo la luz de las armas y hechizos. Estos monstruos eran de nivel 2, pero lo suficientemente fuertes como para causar estragos si no se manejaban adecuadamente.

Los aventureros comenzaron a organizarse, los magos lanzaban poderosos hechizos de fuego y relámpagos para ablandar el metal de los golems, mientras los guerreros de élite se encargaban de rematar con golpes precisos y letales. Ian, por su parte, mantenía su distancia, asegurándose de que nadie lo viera usar su poder para manipular sus esclavos de alma. Sabía que era mejor reservar ese recurso para una situación más crítica.

A lo largo del ascenso, las batallas se sucedían una tras otra. Bestias aladas similares a dragones menores atacaban desde el cielo, soltando fuego sobre los aventureros, mientras que serpientes gigantes salían de las grietas de las rocas para emboscar a los equipos desprevenidos. Sin embargo, cada criatura era abatida con gran esfuerzo y coordinación por parte de los aventureros.

Finalmente, después de varias horas de arduo combate y ascenso, el grupo llegó a una vasta explanada que marcaba la entrada a la mina de cristales mágicos. La mina era una gigantesca cueva que se extendía profundamente en la montaña, emitiendo un resplandor azul brillante desde su interior. Los cristales mágicos eran visibles incluso desde la entrada, incrustados en las paredes de la caverna.

Este es el lugar murmuró Ian, observando con ojos calculadores.

Sin embargo, a medida que los aventureros se preparaban para entrar en la mina, el aire se volvió pesado y una oscura presencia comenzó a emanar desde su interior. Ian sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Sabía que dentro de esa mina no solo encontrarían los cristales, sino también monstruos mucho más poderosos, incluidos los de nivel 4.

El grupo de aventureros avanzaba cautelosamente por la entrada principal de la mina. Las paredes de la caverna brillaban con un tenue resplandor azul debido a los cristales mágicos incrustados en ellas. Sin embargo, la mina no era solo un depósito de poderosos recursos, sino también un laberinto de túneles y ramificaciones que se extendían a lo largo de kilómetros bajo la montaña.

A medida que el grupo se adentraba más en las profundidades de la mina, un rugido ensordecedor resonó por los pasillos. Un enjambre de bestias de sombra de nivel 3 y un grupo de lagartos rocosos de nivel 2 surgieron de las grietas y oscuras esquinas de la caverna, atacando a los aventureros por sorpresa.

Las bestias de sombra, criaturas etéreas que parecían hechas de oscuridad pura, se movían con rapidez entre los aventureros, lanzando ataques rápidos y letales con sus afiladas garras. Mientras tanto, los lagartos rocosos avanzaban con fuerza, sus gruesas escamas de piedra resistiendo los golpes de las armas más débiles. Sus mandíbulas se cerraban con un chasquido, capaces de triturar incluso las armas más resistentes.

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