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La Torre

Al día siguiente, después de tres horas de exploración, Ian se adentró más en el denso bosque, cuando se encontró con una amenaza inesperada. Una mantis gigante, camuflada entre las sombras de los árboles, se lanzó hacia él con un ataque furtivo.

El ataque fue sorprendentemente rápido. La mantis, con sus afiladas garras y una agilidad letal, se movió como una sombra. Ian apenas tuvo tiempo para reaccionar, pero sus agudos sentidos le alertaron a tiempo. Giró rápidamente y esquivó el primer embate que cortó el aire a su lado. La mantis se abalanzó sobre él con furia, sus patas delanteras moviéndose en un torbellino de garras afiladas.

Ian, aunque sorprendido, utilizó su entrenamiento para mantenerse en movimiento. Cada ataque de la mantis era preciso y letal, con sus garras deslizándose por el aire a una velocidad que podría cortar la carne con facilidad. Ian esquivó hábilmente los embates iniciales, buscando una abertura en el imponente escudo de garras de la mantis.

El combate se volvió una danza frenética entre el cazador y la presa. Ian atacó con golpes rápidos y coordinados, buscando puntos débiles en la dura exoesqueleto de la mantis. La mantis, enfurecida, se movía con una velocidad que ponía a prueba los reflejos de Ian. En varias ocasiones, las garras de la mantis pasaron a pocos centímetros de su piel, rasgando su ropa y dejando marcas en su armadura.

Después de una serie de maniobras y ataques intensos, Ian logró esquivar un ataque especialmente violento y aprovechó la oportunidad para contraatacar. Con un movimiento decisivo, lanzó un golpe preciso que perforó el abdomen de la mantis, logrando que la criatura cayera al suelo con un rugido de agonía.

Ian, agotado pero victorioso, examinó a su cuarta presa del día. Asegurándose de que no hubiera más peligros inminentes, recogió los materiales útiles y tomó un momento para recuperarse antes de continuar con su exploración.

Ian continuó su exploración durante dos horas más. El cansancio empezaba a acumularse, pero su determinación no flaqueaba. De repente, mientras avanzaba entre los árboles, notó algo inusual a lo lejos. En medio del denso bosque, una estructura imponente emergía del suelo: una torre antigua, parcialmente oculta entre la vegetación.

La torre, aunque desgastada por el tiempo, tenía una forma claramente definida. Sus muros estaban hechos de piedras macizas, y su altura se alzaba por encima del follaje, con un diseño que sugería una construcción intencionada. Las marcas en las piedras y las formas de la estructura indicaban que no era una formación natural. Ian se dio cuenta de que este tipo de construcción probablemente no había sido hecha por criaturas comunes, sino por seres con inteligencia o incluso una civilización.

El hallazgo era significativo. Ian sabía que una estructura de este tipo podría ser el hogar de una civilización antigua, un refugio de criaturas inteligentes, o incluso un lugar lleno de tesoros y recursos valiosos. Aunque la idea de explorar la torre le resultaba tentadora, era consciente de los riesgos. Decidió acercarse con cautela, evaluando el entorno y buscando señales de peligro antes de adentrarse en la estructura.

Mientras se aproximaba a la torre, notó que el área alrededor estaba inusualmente silenciosa. El bosque parecía haber caído en un profundo silencio, como si la presencia de la torre hubiera alterado el equilibrio natural del lugar. Ian se detuvo a observar y a prepararse para cualquier posible enfrentamiento.

El misterio de la torre lo atraía, pero sabía que debía ser prudente. Los peligros ocultos dentro de una estructura de este tipo podrían ser muchos, y su prioridad era garantizar su propia seguridad mientras exploraba este nuevo hallazgo.

Después de una hora de observación meticulosa, Ian llegó a una conclusión inquietante: debía haber algún tipo de guardián muy poderoso protegiendo la torre, dada la atmósfera inusualmente silenciosa que rodeaba el lugar. Este tipo de guardianes solían ser muy efectivos en mantener a los intrusos alejados, y Ian sabía que debía proceder con la máxima precaución.

Sigilosamente, comenzó a buscar una entrada a la torre. Se movió entre las sombras, asegurándose de que cada paso fuera tan silencioso como el anterior. La estructura era imponente y sus muros estaban cubiertos de vegetación y musgo, lo que dificultaba ver posibles entradas. Finalmente, después de unos minutos de búsqueda cuidadosa, encontró una abertura en el muro de la torre. Parecía una entrada antigua, parcialmente cubierta por escombros y maleza.

Ian inspeccionó la entrada con atención, notando que el paso estaba en penumbra. Consciente de que podría haber trampas o enemigos dentro, avanzó con cautela. Se adentró en la entrada, moviéndose lentamente y usando sus habilidades de observación para detectar cualquier signo de peligro.

Cada rincón de la entrada fue examinado meticulosamente. Ian se mantuvo alerta ante cualquier señal de trampas escondidas o criaturas hostiles. La oscuridad y el silencio del interior sólo aumentaban la tensión en el ambiente, pero Ian estaba decidido a explorar la torre y descubrir qué secretos podría ofrecer.

Su objetivo era encontrar lo que se escondía dentro de esta antigua estructura, pero sabía que debía ser extremadamente cuidadoso para evitar cualquier trampa o emboscada que pudiera encontrarse en su camino. Con una respiración tranquila y un enfoque agudo, continuó avanzando en la oscuridad de la torre, preparado para enfrentar lo que sea que le esperara en su interior.

Al cruzar el umbral de la entrada, Ian quedó completamente desconcertado. Lo que esperaba ser un lugar de fantasía, una torre de mago llena de misterios arcanos, resultó ser algo totalmente diferente. El interior parecía ser mucho más amplio de lo que la estructura externa sugería, como si hubiera entrado en una dimensión diferente.

El ambiente estaba impregnado de una extraña mezcla de lo antiguo y lo avanzado. Los muros, que por fuera parecían medievales y cubiertos de musgo, se transformaron en superficies metálicas y pulidas por dentro. Instrumentos tecnológicos deteriorados estaban esparcidos por todas partes, con cables expuestos y pantallas que parpadeaban débilmente, mostrando datos incomprensibles. La atmósfera se sentía cargada, como si un gran conflicto hubiera tenido lugar allí hacía mucho tiempo.

En su exploración, Ian se encontró con rastros de lo que parecía haber sido una gran lucha. Piezas de metal destrozadas y chispas de circuitos rotos estaban esparcidas por el suelo, sugiriendo que aquí habían combatido fuerzas poderosas. En medio del caos, los restos de antiguos robots de combate se mantenían de pie, oxidados y deteriorados, pero aún intimidantes.

Mientras avanzaba, uno de esos robots, que estaba inclinado contra una pared, de repente cobró vida. Sus ojos mecánicos brillaron con una luz roja, señal de que había detectado un intruso. Un estruendo resonó por la sala mientras el robot se activaba por completo, girando sus mecanismos antiguos y apuntando sus armas hacia Ian.

Sin darle tiempo a reaccionar, otros robots comenzaron a encenderse, sus movimientos lentos y chirriantes, pero amenazantes. Ian apenas tuvo tiempo de tomar su espada y prepararse para la batalla cuando los robots oxidados, aunque deteriorados, avanzaron hacia él con la intención de eliminar al intruso.

La primera oleada de ataques fue rápida y brutal. Los robots, a pesar de su estado, eran peligrosos. Uno de ellos disparó un rayo de energía desde su brazo, que Ian apenas logró esquivar rodando por el suelo. La energía chisporroteó al impactar una de las paredes, dejando una marca carbonizada.

Ian no tuvo tiempo para pensar. Se lanzó hacia el primer robot, su espada chocando contra el metal oxidado y cortando cables expuestos. La máquina se sacudió y emitió chispas antes de caer al suelo en una nube de polvo y aceite viejo. Pero no había tiempo para celebrar; otros dos robots avanzaban hacia él, moviendo sus brazos armados de manera torpe pero peligrosa.

Con una rapidez que desmentía su tamaño, Ian esquivó el ataque de uno de los robots, lanzando un golpe lateral que cortó las piernas de la máquina, haciéndola tambalearse y caer. El otro robot intentó golpearlo con una extremidad metálica, pero Ian bloqueó el ataque con su espada, forzando su arma hacia adelante y atravesando el torso de la máquina.

El combate fue frenético, con Ian moviéndose con agilidad para evitar ser golpeado por las antiguas armas de los robots. A pesar de su estado deteriorado, estos guardianes mecánicos eran persistentes y peligrosos. Ian sintió la tensión en cada músculo mientras luchaba por mantenerse un paso adelante de sus ataques, aprovechando cada apertura para desmantelar a sus oponentes pieza por pieza.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el último robot cayó al suelo con un estruendo, sus sistemas apagándose para siempre. Ian, jadeando por el esfuerzo, se tomó un momento para recuperar el aliento y observar los restos humeantes a su alrededor. Había sobrevivido al primer desafío de la misteriosa torre, pero sabía que esto era solo el comienzo de los peligros que podría encontrar en su interior.

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