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Esperanzas

Las llamas arden de un color azul intenso, la magia es fuerte y fluye con fuerza creando ondas desde el centro hasta los bordes, como si se tratara de agua en lugar de fuego. Faltan algunas horas para que todo el proceso concluya. Magos y brujas observan lo que son los últimos momentos antes de que las respuestas sean emitidas.

Los corazones laten con incertidumbre, no pueden evitar que los nervios se apoderen de cada fibra de su ser, teniendo en cuenta que sus vidas como las conocen están a punto de cambiar.

Cada carpeta fue consumida por el fuego hasta volverse cenizas que fluctuaban entre sí en una masa mágica de colores, pequeños torbellinos iban y venían, formando los contornos de rostros diferentes que se disolvían antes de formar otros. Imágenes cambiantes que se forman, distorsionándose al segundo siguiente para formar al siguiente. Los presentes parecen contener el aliento tratando de averiguar a quién pertenece cada rostro, pero parece una tarea imposible de cumplir entre las diseños de carpetas que llegan de manera continua. 

La copa arde en el atril principal del ministerio. Una enorme escolta la rodea para protegerla, pues en los primeros días había intentado hacerla estallar, para tratar de evitar lo inevitable. Los sellos de protección fueron reforzados alrededor. Además, se desarrolló un círculo mágico de protección para que nadie se acerque demasiado siendo que aún hay quien trata de alterar los posibles resultados de las elecciones de pareja.

Las lechuzas no paran de llegar en la última hora, decenas de sobres son depositados de inmediato en la gran urna de oro. Parece que fueron muchos los que esperaron hasta el último momento o quizás terminaron siendo sus familiares más cercanos quienes se ocuparon de hacer lo necesario para que no fueran arrestados.

Un enorme reloj de manecillas sonaba con un tic-tac desquiciante que retumbaba en las pareces, haciendo que la atención creciera con cada minuto.

Cuando faltan 10 minutos para que el tiempo termine. El ministro de magia se hace presente, no lo hace solo, es acompañado por algunas personas, las mismas que le acompañaron en el acto público cuando dio inicio el censo. Aparecieron desde diversas chimeneas entre las llamas azules, con rostros solemnes que no dejaban ver sus sentimientos reales.

Caminaron con una calma que no sentían hasta tomar sus respectivos lugares en el podio con una sensación de que debería tener un condenado a muerte que este a punto de ser fusilado. 

Harry camina a la derecha del ministro, sus pasos son seguros a pesar de que su rostro se nota pálido. Su mejor amiga va a su lado, lleva un bonito vestido azul bajo una gruesa gabardina de lana. Se muestra serena, aunque su postura no lo engaña ni por un segundo, la conoce demasiado.

Granger se mantiene de pie, como en los peores momentos de la guerra, es valiente como pocos, decidida y audaz, aunque la mayoría no la definiría de esa manera, Harry sabe la verdad. Aprieta suavemente su fría mano para llamar su atención, quiere que sepa que están juntos en esto, como estuvo siempre para enfrentarse al resto del mundo.

Al menos esta vez sus vidas no corrían riesgo, al menos, el pobre bastardo afortunado que terminará casado con Hermione sería el único que correrá peligro a partir de ahora si se atreve a hacerla sufrir.

Se mentiría a sí mismo, si no admitiera que una remota esperanza agita su corazón, soñando en ser el elegido. Aunque sabe, cómo lo ha sabido siempre que la vida es una desgraciada, y es el menos afortunado de los mortales.

Los resultados del censo serán enviados por correo, sin embargo, debían cumplir con la misma finalidad de cuando inicio aquel calvario. Serian el ejemplo a seguir, los primeros en saber quiénes serían a partir de ese momento sus prometidos y futuros esposos.

Fueron convocados 50 personas en total, 25 hombres y 25 mujeres, elegidos con anticipación, esperando que entre los presentes hubiera al menos una pareja destinada para tomar las fotos oficiales y continuar en privado con el resto del proceso para el resto.

Se forma un semicírculo en torno a la copa. El ministro de magia en medio, a su derecha se alinearon los caballeros ya la izquierda las damas. El silencio era solemne ya fuera por la rigurosa etiqueta del evento o que la mayoría no encontrara su propia voz ante el nerviosismo generalizado.

Cuando el último segundo transcurrió, las llamas crecieron, cambiando del color azul al naranja rojizo. Un momento después las llamas se detuvieron para dejar a la vista dos pilas de sobres.

El ministro tomo el primero, apresurándose a leerlo.

-Hermione Granger. -Le llamo tendiéndole un sobre que aún se sentía caliente al tacto.

Fue entregar el primer sobre para que el resto comenzara a volar para llegar a sus legítimos destinatarios.

Harry estira la mano para coger el sobre que flotaba justo frente a él, a la altura del pecho. Sus dedos temblaron sobre el calor emitido por el sobre.

Hermione tomo una abocanada de aire antes de dejarlo escapar lentamente. Trataba de mantener los nervios controlados, sabiendo que toda la atención está puesta en ella. Antes de abrirlo miro la línea de hombres frente a ella, preguntándose si alguno de ellos seria su prometido a partir de ese momento y en breve su esposo por los próximos 5 años.

Rostros conocidos le miraban con una mezcla de curiosidad y aprensión, haciéndose la misma pregunta mientras sentían la mirada de Granger pasear lentamente por sus rostros.

La noche anterior se prometió a si misma no hacer ningún escándalo, al menos no delante de la mirada inquisitiva del resto del mundo mágico. Debía dar un buen ejemplo aun cuando odiara aquella situación.

Siendo todo lo positivo que podía ser, dadas las circunstancias, esperaba que su futuro marido fuera agradable, trato de pensar que la magia estaba programada para establecer parejas compatibles. No pedía demasiado, no era como Ariana, no mantenía expectativas sobre tener un marido rico o guapo, la belleza estaba sobrevalorada, lo verdaderamente importante no estaba a la vista. Tampoco le importaba a cuanto podía ascender sus ganancias anuales o la cantidad de galeones guardados en el banco, se consideraba una mujer independiente y como tal no dependería de nadie para mantenerla.

Lo único que pedía era alguien con quien poder convivir sin matarse en el proceso. Esperaba que esa compatibilidad le hicieran llevarderos esos 5 años.

Pronto los sobres desaparecieron por completo, distribuyéndose en varias direcciones. Al poco tiempo que las chimeneas del atrio principal del ministerio comenzaban a iluminarse por las llamas por los recién llegados. Pronto el número de personas creció considerablemente.

Quienes entraron al censo estaban buscando en su pareja en aquel recinto o quizás se presentaban para intentar realizar alguna solicitud de cambio.

Hermione, abrió lentamente el sobre. Sacando un pergamino con los resultados del censo. Desdoblando el papel casi con miedo comenzó a leer. Un ligero temblor sacudió sus manos.

Potter le miraba con atención, con el corazón latiendo con fuerza. Podía sentir un zumbido en sus oídos y todo a su alrededor pareció desaparecer en el mismo instante que Hermione se centró en el nombre de su futuro marido.

Pudo ver como su mejor amiga se llevaba la mano a la boca, impresionada o quizás asustada por los resultados. Sus ojos color miel viajaron varias veces por sobre la misma línea en el pergamino, posiblemente creía que su vista le engañaba y que lo que ahí se leía no podía ser real.

Por un segundo pensó que se echaría a llorar. Contuvo la respiración e intentó dar un paso adelante para tratar de consolarla, sin embargo, algo lo detuvo.

Estaba demasiado centrado en Hermione como para percatarse de que alguien le tomo suavemente el brazo intentando llamar su atención. Había estado tan ensimismado en la reacción de la castaña como para darse cuenta de que una hermosa joven había salido de entre la multitud congregada para hablarle.

Pronuncio su nombre tres veces, antes de atreverse a tocarle.

Al sentir el tirón en su brazo, bajo la mirada para encontrarse con una delicada mano de piel blanca, las uñas pulcramente cuidadas pintadas de un todo rosa pálido, su vista viajo entonces de esa femenina mano por su brazo hasta llegar al hombro, antes de Observar su rostro, pudo admirar la piel nívea de su largo cuello.

Para cuando llego a su cara, admirando el azul de sus ojos. Todo le parecía tan irreal que estiro por inercia su brazo libre para retirar la mano que le sostenía.

No fue brusco, pero fue firme al retirar el toque de su mano.

Pudo ver por un instante la decepción de esos ojos azules, sus labios antes abiertos por haber pronunciado su nombre se apretaron con desdén hasta formar una línea recta.

La mano que le había tocado se cerró en un puño, al mismo tiempo que daba un paso atrás para poner más distancia de por medio. Le miro largo por eternos minutos. Tratando de que su corazón se acorazara de nuevo, para ocultar sabiamente sus emociones.

Miro el verde de sus ojos. El desencanto al mirarle. La emoción que sintió por un segundo al saber que su futuro marido no sería un viejo malvado y cruel, se vio sustituida por el desprecio que debía tenerle el salvador del mundo por alguien como ella.

Pansy Parkinson no pronuncio otra palabra, le tendió su propio sobre donde se leía claramente el nombre de Harry Potter, antes de girar sobre sus talones e intentar marcharse.

No podía moverse, el observador se alejaba, hasta que la voz de Hermione lo trajo de vuelta.

-Mi futuro esposo no se encuentra aquí.

Escucho la voz de Hermione con claridad. No lloraba, en realidad tenían una enorme sonrisa en el rostro para cuando leyó el nombre en su sobre. La sorpresa inicial fue sustituida por una sonora carcajada.

-Espero poder hablar primero con él, antes de hacer público su nombre. Espero que lo comprendan. - Se escuso.

Hermione tenía las mejillas rojas, sin perder la sonrisa en los labios se disculpó con la multitud, dando un paso atrás para esperar que una pareja elegida llamara al orden y continuar con aquella exhibición.

Nadie sospechaba, ni el mismo Potter que conocía tan bien a su mejor amiga. Que la sonrisa en sus labios no estaba llena de humor, sino de ironía.

"Sí, definitivamente la vida era una perra malvada" -Pensó.

El corazón se le encogió a Harry. No tener la fortuna de enlazar su vida con la mujer que verdaderamente amaba era algo que ya esperaba, aunque no dolió menos comprobar que su suerte estaba echada desde el mismo día en que nació.

Agitando la cabeza para salir del aturdimiento se apresuró a buscar a su prometida. No había avanzado mucho, la multitud congregada le dificultaba avanzar con rapidez. Por lo que saliendo de su ensimismamiento se obligó a dar un paso y después otro hasta que estuvo a escasos 30 centímetros de la joven.

Fue su turno para llamarla.

-Parkinson.

La pelinegra se detuvo al escuchar que la llamaban, pero no se giró para enfrentarlo.

-Parkinson. -Llamo de nuevo con impaciencia.

Pansy se giró lentamente, levantando el rostro para encarar a su futuro esposo. Su rostro hermoso era una perfecta máscara de pestañas carente de emociones.

Altiva, cuadro los hombros. Sus pestañas largas y risadas se agitaron de manera coqueta como si no entendiera porque el héroe mágico le llamaba.

-¿Qué puedo hacer por ti? -Pregunto con dulzura, mostrando una sonrisa que pretendía ser educada.

Harry apretó la mandíbula con molestia ante la actitud llena de sarcasmo de la pelinegra.

-Debemos presentarnos formalmente.

-Créeme eso pretendía hace un momento. Ahora simplemente no me apetece. -Dijo encogiéndose de hombros.

No parecía intimidada por la presencia del salvador del mundo, como la mayoría. Poco le importaba que fuera mucho más alto que ella, tanto que necesitaba levantar bastante el rostro para mirarle a los ojos.

Pansy no mostraba miedo a pesar de sentirlo, aguantaba las ganas de llorar a base de morderse la lengua. No pensaba darle la satisfacción de ver sus debilidades.

-¿Me estás rechazando? -Preguntó Potter en voz baja.

Notando por primera vez que la vista de los presentes estaba fija en ellos.

-¿Puedo rechazar? -Pregunto a su vez, parpadeando de nuevo como si no comprendiera en absoluto la pregunta.

-Sin bromeas Parkinson. -Sonto entre dientes, lo suficientemente bajo para que solo ella pudiera escucharlo.

-Acaso una vez que me estoy riendo Potter. -La fría respuesta chocaba con la sonrisa dulce que se obligó a poner en sus labios como si las palabras que intercambiaran fuera una confesión de amor y no una confrontación en toda regla.

Mantenían sus voces bajas para que la conversación fuera privada.

Harry suspiro con fastidio, tendiendo su mano derecha hacia Pansy, instándola a tomarla.

-No hay más remedio, estamos juntos en esto.

-Tu siempre tan elocuente Potter. -Contesto con la misma sonrisa dulce, tomando la mano que le ofrecía.

Cuando caminaban juntos, las murmuraciones no dejaban de sonar, al tiempo que los flashes de las cámaras no paraban.

El ministro se acercó a ellos, tomando los sobres de ambos para confirmar de manera oficial la primera pareja formada por el censo.

Harry se mostraba impasible, de pie con su prometida a un lado, quien había soltado su mano para tomarlo por el brazo, con una familiar que no sentía. Pansy mantenía su rostro sereno y controlado.

No fue hasta que la multitud comenzó a acercarse demasiado que sintió el tembló en el cuerpo de la morena.

La marabunta de gente no parecía conforme con la pareja formada. Como el héroe del mundo mágico podía ser obligado a ser emparejado con una hija de mortifagos. Los gritos e insultos no se hicieron esperar.

El temblor en el cuerpo de Pansy lo enfureció. Observe su rostro de piel blanca más pálido de lo normal.

De manera protectora tomo a su prometida, pasando uno de sus brazos sobre sus hombros para protegerla, atrayéndola contra su pecho.

Una cosa es que no le agradare la situación en general y otra muy distinta era permitir que aterrorizaran a su prometida.

-¡Basta! -Eleve la voz. - Pansy Parkinson es mi pareja destinada, mi prometida, futura esposa y madre de mis hijos. Quien le falte al respeto a ella me lo estará faltando a mí mismo.

Los murmullos se aplacaron al instante. Si las palabras de Potter no hubieran sido suficientes, Hermione se había puesto al instante a un lado de Pansy, poniendo la mano izquierda sobre su hombro, en señal de apoyo.

Si algo distinguía a Hermione era su instinto de protección, no permitirá a nadie que amedrantara a Parkinson, mucho menos por causa de su apellido. No dejaría que volvieran a los viejos vicios, aun cuando los papeles se habían invertido.

-Quien no aprende del pasado, está condenado a repetirlo. Aquí ya no hay cabida para héroes o villanos, todos somos iguales. En la última guerra luchamos por este derecho.

Pansy estaba sorprendida. Estaba siendo protegida y defendida por quienes en el pasado molesto y humillo.

El calor que surgió en su pecho revivo las esperanzas que creía extintas. Sabia que no debía mantener las expectativas, sin embargo, era tan difícil cuando sentía la cálida protección de Potter sobre sus hombros. 

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Tenía que ser una broma... una jodida broma.

Una broma completamente de mal gusto y para nada graciosa.

Camina de un lado a otro, agitado, con el corazón galopando con tal fuerza que siente que está a punto de sufrir un infarto. Cada tanto tiempo detiene sus pasos, para leer una vez más el nombre en el pergamino. Después, arranca de nuevo ese caminar errático y furioso.

Su madre le ve andar, sin pronunciar palabras. Esperando que se calma o que se canse de tanto caminar, -lo que suceda primero- sus ojos azules le siguen cautelosos, con la misma alarma que sintió cuando vio llegar el sobre flotando hasta ponerse frente a su vástago.

Observa cada cambio en su rostro, tratando de descifrar lo que ocurriría. No sabe si es algo bueno o terriblemente malo, quizás un poco de los dos. Primero había perdido completamente el color del rostro, sus labios se apretaron en una línea recta y presionaron los puños hasta que sus nudillos quedaron blancos, minutos después adquirió un color verdoso como si estuviera a punto de vomitar, antes de enrojecer con la misma rapidez.

Dejo correr una hora completa en el mismo lugar, esperando con paciencia que la calma llegue, pero nada. Cuando vio que Draco no sería capaz de tranquilizarse por sí mismo. Se levantó de su asiento, interponiéndose en su caminar, le había cruzado el rostro con una bofetada.

Pasmado por el golpe, no pudo hacer otra cosa que mirarle con los ojos sumamente abiertos. Le escocia la mejilla, pero quizás lo que le dolía más era el orgullo.

Trato de hablar para mostrar su indignación, hilar al menos un par de palabras, pero al final solo boqueo como un pez, incapaz de conectar el cerebro con la boca.

Una vez que logro hacerlo reaccionar, de lo que seguramente era una crisis nerviosa, casi le arranca el pergamino de la mano para leer por ella mismo el nombre de la futura Señora Malfoy.

Si el nombre que leyó la alarma, supo disimularlo perfectamente. Su rostro no demostraba animosidad alguna.

-¡Bien! -Dijo simplemente antes de girarse con elegancia hacia la puerta de salida.

Malfoy la siguió con la mirada hasta que desapareció, confundido por la reacción o mejor dicho por la falta de reacción de su madre.

Al menos el golpe lo regreso a la realidad, el ataque de ansiedad remitió con la misma velocidad que le escoció la mejilla.

"Bien" fue la simple palabra que pronuncio su madre.

Que más podía hacer. Nada, se dijo a sí mismo.

Se bebió una copa para terminar de calmarse antes de retirarse a su habitación para cambiarse e ir al encuentro de su prometida.

No valía la pena alargar aquel infierno.

Cuando estuvo listo y abrió la puerta de su habitación, se encontró con su madre.

Draco noto por el enrojecimiento en los ojos de su madre, que había llorado. No quise hacer preguntas.

Se limito a hacerse a un lado para dejarla pasar.

Narcisa se sentó en la orilla de la cama, en sus manos llevaba una hermosa cajita lacada.

-Estoy segura de que tu prometida apreciará esto. -Dijo tendiéndole la caja para que la tomara.

Draco se acercó, tomando con manos temblorosas la pequeña caja. Se sentó al lado de su madre antes de ser capaz de abrirla, sabiendo de antemano cuál sería el contenido.

-No cree que sea demasiado pronto para entregar un anillo de compromiso.

-Es el tiempo justo.

-No has tomado en cuenta que tratándose de "esa" persona, puede rechazarme.

-No lo haré. -Respondió de inmediato con una seguridad absoluta.

-Yo no estoy tan seguro. -Afirmo. Abriendo la caja descubrió un sencillo pero hermoso anillo de compromiso.

-No puede rechazarte, le han pedido ser el ejemplo y es demasiado correcto para ir contra las reglas.

Draco pareció genuinamente sorprendido por su declaración.

-Todo el mundo conoce las verdaderas razones por las que los héroes de la última guerra fueron convocados, querían aprender al resto, no es un secreto. Es la misma razón por la que también pidieron a varios herederos de linaje puro, ser parte del evento. Ella no va a rechazarte, es demasiado inteligente.

Quería ser tan optimista como su madre, pero no veía la manera de que alguien como ella aceptara casarse con él. Antes de saber quién le seria asignada guarda ciertas esperanzas de que su fortuna y lo que alguna vez represento su apellido tentaran a su prometida y futura esposa, lo suficiente para volver esa unión aceptable, sin embargo, al conocer ahora de quien se trataba, tenía la completa seguridad de que le rechazaría.

Hermione Granger es una heroína de guerra, pero también era posiblemente la persona que más le odiaba. Razones no le faltaban para rechazarlo, habiendo sido su víctima predilecta en el colegio.

Trato de no exteriorizar sus pensamientos, lo último que necesita era alarmar a su madre. Se presentaría en el ministerio para hacerle frente a lo que seguramente sería una humillación pública.

Sin decir nada más, beso la frente de su madre, llevando consigo el anillo de compromiso que había elegido para su prometida, sabiendo que en poco tiempo estaría de vuelta a la espera de que le asignaran a alguien más como futura esposa.

 

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Próximo capítulo