Roselia vino y tosió, ¡pobre chica! Estaba atada por el código de conducta de los caballeros, pero intentaba participar en la conversación. Sonreí brillantemente mirando alrededor. Estos eran los que me amaban,
—Aún eres un niño, Dami, corriendo por ahí quejándote de mí. ¿Qué debo hacer contigo? —contesté, sacudiendo la cabeza y riendo.
—Llamándolo infantil, solo déjame mirarte y ver, ¿qué tan madura eres, Mari? —replicó mi madre y yo solté una risita.
—Está bien, entonces vayamos a mi cámara y tengamos un buen almuerzo juntos —respondí, aplaudiendo y mi madre negó con la cabeza, pero había una brillante sonrisa en su rostro.
—Madre, puedo caminar solo —respondió mirando alrededor. 'Oh cielos, mira a mi bebé, era tan tímido y lindo. A veces solo quiero pellizcar sus mejillas todo el día.'
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