Lina despertó en el mismo reino nublado que la última vez. Esta vez, se encontraba en una escena completamente diferente. Ya no estaban de pie sobre pisos de mármol y columnas que se alzaban hacia el cielo.
—¿Dónde estamos? —se preguntó Lina en voz alta, parada en la cima de una pequeña escalinata que conducía a un pozo con una apertura enorme. Agua morada y azul giraba en círculos, como un poderoso remolino que succionaba a las personas.
La atmósfera era densa. A Lina le resultaba difícil respirar. Se agarró la garganta, entrecerrando los ojos ante la vista del pozo. Un dolor horrible le apuñaló el pecho.
Lina se dobló de dolor. Sentía que su corazón iba a partirse en dos. El sufrimiento era tan intenso que sabía que era desamor. El peor que uno podría imaginar.
A lo lejos, todavía había castillos flotantes con decoraciones blancas y techos dorados. Escuchó un grito fuerte a lo lejos y se giró.
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