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Rayven se sorprendió una vez más al ver a Guillermo venir al entrenamiento después de los rumores que circulaban sobre su padre. Este chico y su hermana jamás dejaban de asombrarlo.
Tan pronto como llegó, los otros chicos comenzaron a susurrar y luego uno lo llamó "hijo del traidor". Guillermo los ignoró y fue a recoger su espada de madera para comenzar su entrenamiento, pero nadie quería luchar contra él.
—Tú —Rayven señaló al chico que lo había llamado traidor—. Lucha contra él —ordenó.
—Sí, mi Señor —dijo, pero maldecía para sus adentros.
Guillermo tomó firme su espada preparado para luchar contra el chico y Rayven se recostó contra el árbol para ver la paliza. Fue más satisfactorio de lo que esperaba. Guillermo parecía mucho más fuerte de lo habitual y Rayven sabía muy bien que la fuerza provenía de la ira interior. Conocía esa mirada en los ojos de Guillermo.
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