Cuando Aries volvió a entrar en su cámara, miró hacia atrás y se quedó observando la puerta. Estaba a punto de cerrarla, pero dudó.
—Conociéndolo... probablemente se reunió con mi hermano —murmuró, dejando la puerta ligeramente entreabierta—. Él no es de los que prolonga sus propios asuntos... o más bien, los ha pospuesto durante mucho tiempo.
Aries frunció los labios y soltó un profundo suspiro, avanzando hacia el sofá en el interior, en lugar de ir a la cama. Tan pronto como se dejó caer, levantó la mirada hacia la cama donde la luz del balcón no podía alcanzar. Se sentó allí en silencio, fusionándose con la oscuridad y encontrando consuelo en ella.
En lo profundo de su corazón, deseaba no abordar este asunto — al menos, no ahora. Sin embargo, Abel no era de los que ponían las cosas en pausa solo porque ella no estaba lista. Necesitaba estar preparada en todo momento y usar su cabeza para decidir en el momento más crucial.
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