Aries miró a Conan en busca de ayuda tras la invitación de Abel. Pero incluso cuando este último se quejó, ambos estaban impotentes. Al final, Aries aún se unió a Abel en el campo de entrenamiento y se situó justo frente a él.
—¿Sí? —ella levantó las cejas, parpadeando sin entender.
Toda clase de ideas ya llenaban su cabeza. ¿Por qué le había pedido que bajara hasta aquí? ¿Le pediría que reemplace el blanco de paja y actúe como uno? ¿O quizás, solo ser su asistente para traerle algunas flechas? Cuanto más callado estaba Abel, más negativos se volvían sus pensamientos.
Para su sorpresa, Abel empujó el arco frente a ella. Aries lo miró parpadeando sin entender, con las cejas alzándose más.
—Dispara, —ordenó él con indiferencia—. Tómalo.
Le tomó varios segundos asimilar sus palabras, tomando la flecha confundida. —¿Quieres que practique tiro con arco? —preguntó ella, y él asintió, con las manos en las cinturas.
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