—Me estás provocando —exclamó Adeline, deseando que esa tortura terminara de una vez.
Adeline escuchó su risita entrecortada, la esponja se deslizaba hacia su zona íntima. El agua estaba cálida, pero su cuerpo ardía con su toque. Muy sutilmente, sus dedos rozaban su piel húmeda, acariciándola juguetonamente.
—Simplemente te estoy limpiando —susurró Elías en su oído.
Adeline se estremeció ante la sensación, pegando un salto cuando su dedo rozó su clítoris. Gimió cuando su dedo medio se deslizó entre los labios de abajo. Podía imaginarse su arrogante sonrisa antes de verla realmente.
—Puedo limpiar mi cuerpo yo misma —espetó Adeline, arrebatándole la esponja.
Pero él deslizó su mano por sus piernas, cubriendo su cuerpo con jabón espumoso. Ella apretó los dientes, sintiendo que iba a perder la cabeza con esa tortura. Pegó un salto cuando algo cálido tocó su cuello. Lamió el lugar de su cuello donde su pulso era más fuerte.
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