Eltanin se secó las lágrimas y asintió, incapaz de decir algo más. Acunó las mejillas de Tania y la miró fijamente durante un largo momento, llenando sus ojos con sus hermosas facciones, con la envergadura de sus hermosas alas, su rostro sonrojado y la sensación de alegría y libertad que estaba escrita por todo su rostro.
Se inclinó y besó sus ojos, su nariz y luego sus labios. Ella rodeó su cuello con los brazos y él la levantó envolviendo un brazo alrededor de su cintura. Se abrió a él como una flor y gimió cuando él enredó su lengua con la de ella.
Una risita desde un costado interrumpió su beso. Tania jadeó y frunció los labios mientras enterraba su rostro en el pecho de él. Él enroscó sus brazos alrededor de ella inmediatamente. Ella retractó sus alas y se dio cuenta de que ya no le dolían la espalda. Todo se sentía demasiado natural.
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